Gustavo Ogarrio ¿Cuál será nuestro deber de memoria ante las actuales condiciones autoritarias del mundo occidental y, en particular, de los Estados Unidos? Colocarnos en la defensa humanista de aquellos sujetos que hoy prácticamente son borrados por el capitalismo más agresivo: los sujetos migrantes, mexicanos y centroamericanos, perseguidos por el giro fascista de la política anti-migratoria que se dicta desde los Estados Unidos; el exterminio de la diversidad étnica y lingüística de los pueblos indígenas; la extrema vulnerabilidad de millones de mujeres que padecen índices alarmantes de violencia en múltiples dimensiones; los sujetos latinoamericanos inferiorizados al máximo por el libre mercado y por el multiculturalismo dominante. Quizás nuestro deber de memoria crítica del colonialismo implique volver a narrar las historias inmediatas de la injusticia, a reconstruir la noción misma de justicia, a señalar las graves consecuencias deshumanizadoras de ese Estado nacional que dejaron tanto las dictaduras y los sistemas políticos y económicos despóticos, autoritarios y de exterminio selectivo. Recordemos que la raíz del humanismo en tierras americanas está vinculado directamente a las voces silenciadas y sometidas a los procesos de violencia y despojo. Como afirma Estela Fernández Nadal: “la recurrencia casi obsesiva del problema del sujeto en el pensamiento latinoamericano tiene relación con la violencia, el despojo y la objetivación total de la humanidad americana que representó la conquista de América; como consecuencia de ello, los americanos, en tanto pueblos sometidos y negados en su sujetidad, experimentarían en adelante la necesidad de preguntar por su identidad”. ¿Quiénes somos ante la violencia, el despojo y el exterminio selectivo de miles de seres humanos? Ahí se juega también la identidad contemporánea de nuestra sociedad.