El Universal/ La Voz de Michoacán Uruapan, Michoacán. Las crónicas de Bernal Díaz del Castillo cuentan que el emperador Moctezuma ofreció a Hernán Cortés y sus hombres un banquete fastuoso que terminó con una bebida espesa y exquisita: un chocolate, ese brebaje importante para las culturas originarias de este territorio que ahora es el México que conocemos. No lo sabemos de cierto, pero dicen (con exageración) que este personaje histórico bebía hasta cincuenta tazas diario y sobre todo, lo ingería antes de visitar a sus concubinas, como afrodisiaco. En Uruapan, Michoacán, existe una empresa familiar que se fundó en 1940 y que lleva el nombre de este icono: Chocolatera Moctezuma. Nace la chocolatera que rompería fronteras Su historia comenzó cuando Salvador Martínez Aceves y su hermano, quienes eran abarroteros, decidieron comenzar una pequeña fábrica de chocolate y la llamaron La Flor de Uruapan. Quizá ellos no imaginaron en ese momento que ese sería el comienzo de lo que, a través de décadas, se convirtió en legado. De hecho, en esta ciudad, la compañía es conocida como "La chocolatera" ya que sus productos son un identificador cultural en sus mesas. Antonio Martínez, director general y nieto de Salvador, recuerda que aunque no conoció a su abuelo, en su casa siempre se bebió chocolate de agua elaborado con las tablillas de la receta primigenia, que ahora se comercializa bajo el nombre de Original. Su padre sentía gran orgullo por la labor familiar. Para una empresa que hace productos tradicionales, adaptarse al tiempo de hoy es complicado, pero no imposible. No queremos perder ni la calidad ni lo artesanal. Como cualquiera, hemos tenido altibajos, pero si pierdes la voluntad o las ganas, estás perdido. Buscamos recuperar mercado ante la competencia que penetró muy fuerte y queremos estar en el "top of mind", ante todo en Uruapan. Deseamos que se valore lo que ofrecemos", dice Antonio, quien estudió Finanzas en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, Campus Guadalajara, y tomó las riendas del negocio recientemente. En la actualidad, tienen cinco productos de línea: desde los clásicos como el que tiene canela y un 20% de cacao; el Uruapan, con 40% cacao; y su chocolate en polvo (que sí tiene cacao); hasta el chocolate sin azúcar (que elaboran desde hace 15 años, pero cuyo consumo se ha disparado desde 2018, pues el consumidor busca cada vez más este tipo de opciones). No usan aditivos artificiales ni grasas que no sean manteca de cacao y compran este insumo en nuestro país. Han decidido invertir en el mexicano y no en el africano o ecuatoriano, como otras fábricas más grandes y con mayores volúmenes de producción. Rubí Vega, su gerente de producción, es la mandamás en el proceso del grano al empaque: desde el prelimpiado, pasando por el temperado y el empacado. Todo requiere atención y trabajo en equipo: deben cuidar la certificación FSSC 22000, un esquema basado en la norma ISO 22000, que es el sistema internacional de inocuidad alimentaria. Algunas de sus máquinas son auténticas reliquias que han tenido que ir modificando para sus necesidades actuales (tienen, en la parte de atrás de las oficinas, otras aún más antiguas, de aquella época inicial. En total, tienen 92 empleados, pero ahí adentro, donde la magia chocolatera sucede y el aroma es delicioso, 12 mujeres y 12 hombres, en un rango amplio de edad (18-55 años), logran que este chocolate siga llegando a las familias mexicanas, buscando de forma continua, posicionarse con nuevos paladares que busquen aún ese arraigo en la identidad.