Gustavo Ogarrio Al romperse la imagen unificada del nacionalismo posrevolucionario, conforme se van resquebrajando los arquetipos de lo “mexicano” y se imponen las leyes vaporosas de la sociedad abierta, los ídolos y héroes populares del siglo XX también se abren paso entre las nuevas evocaciones contemporáneas de sus cursis, tremendistas y desgarradas figuras, entre las revoluciones digitales de la televisión abierta y sus enemigos, entre los nuevos subgéneros mediáticos para representar la nueva edad de la violencia en nuestros días que, en muchos casos, se vive como el auténtico apocalipsis que merece ser narrado y representado; surge la supuesta narco-novela, en sus versiones escritas y, por supuesto, telenovelescas. Jorge Negrete, Pedro Infante, Pedro Armendáriz, Emilio “El Indio” Fernández, Luis Aguilar, Abel Salazar, Antonio Badú, así como las imágenes sufrientes, abnegadas pero también desafiantes, de Blanca Estela Pavón, Dolores del Río, Libertad Lamarque, Miroslava –quizás la más trágica de todas–, Rosita Quintana, Elsa Aguirre, Lilia Prado, Katy Jurado, y María Félix, la “Doña” Bárbara que envejece en una noche gracias a la caracterización en película de éste personaje de la novela de Rómulo Gallegos. Todas y todos, bajo las condiciones de producción del melodrama cinematográfico del medio siglo, bajo el torbellino heterogéneo de la ahora estereotipada Época de Oro del cine mexicano, emprenden cierta metamorfosis al ser interpretados bajo la educación sentimental del nuevo siglo XXI y su contexto de globalización autoritaria, pero también de sensibilidades, cultas y populares, renovadas y reconfiguradas… de luchas sociales que renuevan la manera en que se habla y se vive mediáticamente la cultura popular y la cultura de masas.