Jorge Manzo/La Voz de Michoacán Jorge Manzo/La Voz de Michoacán José Martín Godoy Castro llegó a un Michoacán “secuestrado” por la delincuencia organizada. Su encomienda era erradicar al autor de extorsiones, homicidios, cobro de piso y secuestro: Los Caballeros Templarios, y de esta manera contribuir a regresarle la paz y la tranquilidad al estado, sin embargo, desde 2014 cuando fue encomendado a refundar la entonces Procuraduría de Justicia “surgieron los grupos de autodefensas”, quienes se convirtieron en otro “talón de Aquiles”. Esto y más, lo confió en una entrevista inédita para La Voz de Michoacán, en donde habló de todo, incluso, de su familia. Él era de toda la confianza del comisionado Alfredo Castillo Cervantes. Con él delineó la estrategia de seguridad que desplegaron por las regiones que fueron controladas por el grupo que lideró Nazario Moreno González, “El Chayo”, uno de los objetivos que se fijó el gobierno de Enrique Peña Nieto. Se fue el enviado presidencial, pero Godoy Castro se mantuvo durante cuatro administraciones distintas en la Procuraduría, hasta que Silvano Aureoles Conejo lo encomendó a la Secretaría de Seguridad Pública. Castillo impuso su poder en Michoacán instalando un “gobierno paralelo” al de Fausto Vallejo. Asumió el control de delegaciones federales e inició una era que, para varios sectores, fue un “virreinato”, hasta que lograron su retiro, a propósito del inicio de las elecciones. Godoy Castro perteneció a ese equipo. Esa liga, lo mantuvo en constantes cuestionamientos de sectores que se sintieron agredidos por el representante del gobierno peñista, que a su vez tenía la idea de “limpiar” al estado de los templarios. Durante la era de Godoy Castro hubo pasajes oscuros que provocaron la irritación política y social de Michoacán. Las matanzas que ocurrieron en Apatzingán, Tanhuato y La Ruana, en los primeros meses de su arribo como funcionario, fueron las manchas que cargó. Estuvo 5 años en el ejercicio público en Michoacán, y la Procuraduría General de Justicia fue considerada una de las tres que más quejas recibieron por ejercicio indebido de la función pública ante la Comisión Estatal de los Derechos Humanos. El 24 de julio pasado murió. Se desplomó el helicóptero en el que viajaba para acompañar al gobernador Aureoles a la puesta en marcha de un programa de salud para policías. Junto con él fallecieron el director del Seguro Popular, Germán Ortega Silva, así como los pilotos Humberto Suárez y Arturo Ducloux. El percance ocurrió en la serranía de Villa Madero. Los peritajes los realiza la Secretaría de Comunicaciones y Transportes para deslindar responsabilidades. No hay más información al respecto. Godoy Castro estaba consciente de que no podía relajar su seguridad para desplazarse de un lugar a otro o para andar en la misma ciudad, pues durante sus gestiones como funcionario se habían efectuado detenciones importantes, que podrían generar un hecho violento. Él, meses antes de sufrir el percance que le quitó la vida, compartió con La Voz de Michoacán uno de sus ajetreados días. Durante la grabación del programa “Un día con…”, el entonces procurador de justicia habló de su hijo Genaro, de su esposa, hoy viuda, de sus miedos, y de sus anhelos. Es un material inédito. El recorrido de Godoy comenzó en sus oficinas centrales, y concluyó en un expendio de gazpachos, a donde habitualmente acudía para degustar el platillo típico de Morelia, la ciudad que lo adoptó y en donde nació el menor de sus hijos. Él tenía el sueño de dejarle a su hijo y a los michoacanos un estado sin tanto problema de violencia en las calles. Confesó que él al igual que todo padre, lo que deseaba era generar tranquilidad y que convivieran sus vástagos sin el factor de riesgo de encontrarse gente que les pudiera hacer daño por robo, por ejemplo. Él contaba con toda la confianza del gobernador Aureoles, y era recíproco. Llegó por recomendación de un equipo ajeno al del perredista. Confesó que en su gestión como procurador tomó decisiones que afectaron a personas, incluso, algunas con las que el mandatario tuvo relación “por su propio tema de campañas”. Siempre fue respetuoso de que se aplicara la ley, dijo durante la charla que comenzó antes de las 9 de la mañana. Su ritmo de trabajo no paraba, y si acaso los domingos lograba relajarse y convivir con su familia. Godoy contaba con una maestría en derecho constitucional y cursaba una en procuración y administración de justicia. Nació en Jalisco y tenía 56 años de edad el día que murió. Antes de instalarse en Morelia con Fausto Vallejo Figueroa, fungió como subprocurador en la Profeco, y también coordinó las delegaciones federales de la Procuraduría General de la República. Tuvo toda la confianza de Salvador Jara Guerrero, quien sustituyó al exedil de Morelia, el mandatario que se enfermó y que tuvo que dejar su cargo de elección. Antes de encumbrarse en el poder, le tocó como a todo “principiante”, ir a comprar refrescos y tortas para los ministerios públicos. Comenzó como meritorio, sacando fotocopias y empezaba a teclear las carpetas de investigación. Él decidió entrar a esta tarea, porque se enganchó en un caso, cuando cursaba la preparatoria. Él acompañó a un amigo suyo que trabajaba en la Fiscalía para “ver un asunto de un violador”. Eso lo aterró, lo sensibilizó y lo motivó a perseguir a delincuentes, como hasta el último día de su vida. Cuando llegó a Michoacán, sabía que no la tenían fácil, pues el estado enfrentaba una serie de retos. “Estaba muy difícil y complejo”, dijo Godoy Castro, un hombre de semblante duro. Él se autodescribió como una persona que siente y “reacciona igual que todos”. Aunque él era cabeza de una institución, sus compañeros lo tenían que ver firme, parado, nunca sometido ni agachado. Eso siempre procuró desde que asumió sus primeras tareas en el estado, entre ellas, limpiar la dependencia que estuvo al servicio de los grupos delincuenciales que operaban. Godoy quiso ser fiscal general, pero la polarización en el Congreso lo hizo desistir de sus aspiraciones. Él no buscaba llegar y perder la batalla, por lo que prefirió retirar la solicitud que a través de un emisario entregó en la Secretaría de Servicios Parlamentarios. El designado fue Adrián López Solís. Se tomó unos días para relajarse, y después asumir la Secretaría de Seguridad Pública, que dejaba Juan Bernardo Corona Martínez. Él quería ver a Michoacán seguro, sueño que se quedará para después, pues el estado sigue sumido en una cruenta lucha entre cárteles, que él mismo intentó combatir. En el primer semestre de este año, Michoacán registraría 963 homicidios dolosos; el número de víctimas en julio tuvo una disminución con respecto al mes anterior, pero mantuvo el promedio que se contabilizó de enero a mayo de 2019. Según las cifras del conteo periodístico que realiza esta casa editorial, el pasado mes finalizó con al menos 135 asesinatos en el estado; 40 víctimas menos que el mes anterior cuando hubo 175 homicidios, de acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Estuvo sólo unos meses en la Secretaría de Seguridad Pública, pero antes, en la Procuraduría de Justicia logró en 2018 disminuir la impunidad en general, sin embargo, en homicidios dolosos colocó a la entidad en la tercera posición con la mayor cantidad de casos sin castigo, según el INEGI. Él pidió a la ciudadanía que se confiara en la dependencia, puesto que por no acudir a comparecer para solicitar ayuda, las víctimas han llegado a fallecer.