Jorge Manzo/La Voz de Michoacán Parácuaro le llora a su hijo predilecto a tres años de su muerte. Si viviera Alberto Aguilera Valadez, quizá su siguiente composición plasmaría la tristeza que embarga a su pueblo por el abandono en el que se encuentran sus propiedades y su herencia, que hoy en día mantiene en pugna a su familia. La primera casa que él compró en su “pueblito bonito”, cuando comenzó a alcanzar el éxito, poco a poco la consumen las plagas. Nada falta para que todo se quede sin energía eléctrica y agua potable. Sus amigos más cercanos no sólo están tristes porque la última voluntad del afamado Juan Gabriel no se ha cumplido, sino que ven que su patrimonio “muere” lentamente por el deterioro y la falta de mantenimiento. El hotel que el propio intérprete inauguró hace más de una década no sólo está fuera de servicio, sino que están desvalijado cada habitación. El único hermano que sobrevive es don Pablo Aguilera, quien resiste a sus achaques y se recupera de su cirugía de corazón. Él habita el rancho Juangacuaro, de unas 100 hectáreas. La estrella de Juan Gabriel no ha muerto, aunque el hijo de Gabriel Aguilera y Victoria Valadez murió víctima de un infarto en Santa Mónica, California, en 2016. Aún hay versiones que hacen suponer que el llamado Divo de Juárez sólo quiso abandonar la escena pública para dedicarse en cuerpo y en alma a él mismo. Lo que dijo su anterior mánager, Joaquín Muñoz, simplemente quedó como un chisme, pues nunca reapareció el cantautor, que en vida vendió más de 100 millones de copias y fue ganador de más de mil 500 discos de oro, platino y multiplatino por las ventas alcanzadas. El michoacano que rompió esquemas y que en varias ocasiones pisó el Palacio de Bellas Artes, además de desbordar los estadios y grandes foros de varios países del mundo, aún tiene una enorme deuda con sus miles de seguidores, pues no ha salido a la luz el material inédito que se espera que sea lanzado y que mantendrá vivo el recuerdo de quienes acompañaron al artista que murió siendo una de las figuras latinas más influyentes en la música, con más de 45 años de trayectoria, aunque la muerte lo alcanzó a los 66 años de edad, víctima de padecimientos crónico degenerativos. Ese pueblito que lo vio nacer, enclavado en el corazón de la Tierra Caliente, cerca de Apatzingán, Acahuato, Tancítaro y Uruapan, que también quedaron en la inspiración del michoacano, vive casi en la soledad. La única artista que le sobrevive es Elpidia Carrillo. Ya murió el actor Agustín Bernal y su aclamado Juan Gabriel. Él dijo que cuando muriera quería descansar en su casa, esa que él mismo mandó decorar con detalles rústicos y que construyó de madera, entre los manantiales y acequias de esa villa. Hoy la propiedad está en renta. El sobrino de Alberto, Javier Aguilera, la ha puesto como hotel y el costo por dormir ahí es de 598 pesos por noche. Armando Villaseñor es uno de los paracuarenses que convivieron con Juan Gabriel y con Alberto Aguilera. Conoce sus aficiones, sus gustos y también los sueños que quiso concretar el intérprete. Forma parte del Comité Regresa a Casa Alberto y aún tiene la ilusión de que los restos mortales descansen al lado de su señora madre, esa tumba que ya nadie visita ni siquiera en 10 de mayo. “Juan Gabriel quería que Parácuaro tuviera más vida, que vinieran a su pueblo y que la gente hiciera consumo en los negocios, pero para que eso se pueda concretar deben traerlo a casa”. Las calles adoquinadas de la llamada Villa de los Manantiales sólo son caminadas por los habitantes. Hay pocos turistas que vayan a este municipio alejado una media hora de Apatzingán para saber un poco más de las raíces del creador de “Amor eterno”, “Mi fracaso”, “El Noa Noa”, “No tengo dinero”, y otras de las más de mil 800 canciones escritas, que han sido grabadas en varios idiomas por infinidad de artistas; justo el sueño que tenía ese joven que a los 13 años se inspiró para componer la canción que quedó para la posteridad: “La muerte del palomo”. Ni Mariana Seoanne, ni Dulce, ni ninguna de sus colegas que lo acompañaban a sus viajes por Michoacán han regresado a Parácuaro. Esto no le gusta a la gente del pueblo, pues ni a los homenajes acuden, aun cuando no tienen ningún tipo de lucro. Sienten que sólo lo hacían por quedar bien con el artista y desaíran las invitaciones que les hacen para que le canten en los eventos que tienen como propósito recordar el legado de uno de los intérpretes más prolíficos de América Latina, quien en el escenario se entregaba completamente a su público, incluso, aunque su garganta quedara lastimada, lo que en ningún momento era obstáculo para que quienes iban a verlo y escucharlo desbordaran la pasión y felicidad que el cantautor les regalaba en cada presentación. Así ocurría cada que descargaba su energía en los escenarios. En Morelia, su última presentación fue en la Monumental Plaza de Toros, misma que abarrotó y en donde presentó su último himno para su tierra natal titulado “Es bonito”. Él, en esa ocasión prometió volver a Michoacán, y aquí sería la plaza donde se quedaría a cantar para siempre. Deseaba que el mundo entero se aprendiera sus canciones en el idioma en el que él las había escrito; hasta ahora lo que es una realidad es que ya han sido grabadas en turco, japonés, alemán, francés, italiano, tagalo (filipinas), griego, papiamento (de Curazao), portugués e inglés. La música de Alberto Aguilera ha sido escuchada en más de mil 500 voces diferentes en todo el mundo, y en su tierra los jóvenes que tienen el sueño de ser tan grandes como Juan Gabriel interpretan sus canciones en la plaza principal, al lado del monumento que él mismo develó. Así honran la memoria del artista en su pintoresca casa, que, en su idea de mejorarla, le cambió la imagen urbana al Centro Histórico y construyó la carretera de cuatro carriles. Actualizó las luminarias y se dejó con proyectos en mente, que hoy difícilmente se podrán concreta. El Comité Regresa a Casa Alberto espera que pronto Iván Aguilera, el heredero de la fortuna, pueda visitar la tierra de su padre. Ahí le quieren proponer que le construya un museo en donde haya artículos personales, como los que tiene resguardados en Juangacuaro. La idea es que la gente vaya y conozca un poco más del artista. Hay una placa conmemorativa en la casa donde él nació y el rancho donde vive actualmente don Pablo Aguilera. En el pueblo creen que sería una injusticia que lo desalojaran de la casa. Cada 28 de agosto le celebran una misa en donde piden por su descanso, y más tarde, como ocurrirá hoy, le realizan un festival musical. María Ilusión es una de sus ahijadas consentidas. Ella nació también en Parácuaro y tuvo la oportunidad de cantarle en varios escenarios. Ella es quien interpreta el “Ave María” en la celebración que es oficiada en el templo. Previamente habrá un conversatorio, en el que participarán varios personajes que hablarán de la obra de Juan Gabriel. Ahí estará uno de sus entrañables amigos, Gerardo Magaña, hermano de quien fuera su asistente personal. Para los habitantes de Parácuaro murió Alberto Aguilera Valadez, el que inspiró a Juan Gabriel. Pero ese artista que nació en Ciudad Juárez y que recorrió el mundo entero sigue más vivo que nunca. Los amigos de la infancia le lloran y lo recuerdan. Lupita, la llamada intocable, sigue guardando celosamente los recuerdos de quien fuera su jefe, su amigo y su ídolo, su querido Alberto, y como ella, decenas de personas más. Parácuaro, su pueblito “Es bonito, es bonito, es bonito, es bonito mi pueblito”, así le decía a Parácuaro, la tierra que lo vio nacer. Juan Gabriel estaba encariñado con sus raíces, aunque su historia de niño en ese lugar no fue la mejor. En la llamada Villa de los Manantiales lo recuerdan significativamente. Él recorría las calles sin ningún tipo de seguridad, cada que iba. Le gustaba ir a comprar paletas de hielo, ir por la gelatina o visitar a sus amigos. “Es encantador”, decía el creador de múltiples éxitos que lo colocaron como uno de los más prolíficos. Su pueblo, lo único que puede hacer a cambio, es no olvidarlo, y en su cumpleaños y aniversario luctuoso, recordarlo. Armando Villaseñor es uno de los más grandes promotores del legado del artista. Le cuesta trabajo hacerlo, pues en realidad ni la familia coopera para que los eventos luzcan. Si no fuera por el Comité regresa a casa Alberto, poco a poco en el pueblo se irían olvidando del cantautor.