Rockdrigo, a 34 años Jorge a. Amaral Ayer jueves se cumplieron 34 años del terremoto que en 1985 sacudió a la Ciudad de México, y entre los miles de víctimas de esa tragedia quedó bajo los escombros Rodrigo González, máximo exponente del rock rupestre, El Profeta del Nopal. Rodrigo González estaba en su departamento de Tlatelolco cuando sobrevino la tragedia, pero curiosamente, con su muerte, más que un gran vacío, que sin duda lo hubo, se generó una especie de abrevadero en torno a su obra para que ésta floreciera como estandarte del rock mexicano más allá del rupestre, pues sus canciones se tomaron como bandera de una generación de roqueros de la capital del país que comenzaron a hacer lo que hasta ese momento, en esa generación, sólo Rodrigo había hecho, al menos con plena conciencia de ello: cantarle a la Cuidad de México como en su momento lo hizo magistralmente Chava Flores. Así, Rockdrigo se convirtió en el cronista postmoderno de la capital, en el retratista de la sociedad clasemediera, en el editorialista de los vicios, tragedias y humor de los habitantes de la “vieja ciudad de hierro”. Y es que no podemos negar la gran influencia de temas como “Metro Balderas”, o de discos como “Hurbanistorias”, o el poder de letras como la de “Tiempo de híbridos”, “Ratas” o “No tengo tiempo de cambiar mi vida”. Es tanto lo que el rock en México le debe a Rodrigo González, que cualquier homenaje será poco, porque siempre quedará ese malestar de pensar hasta qué punto hubiera evolucionado de no haber muerto tan prematuramente. Por eso me atrevo a decir que la deuda con ese tamaulipeco de nacimiento y capitalino de adopción nunca quedará saldada, porque le tocó una de las etapas más difíciles para ser roquero en este país, sin proponérselo dejó un gran legado y no alcanzó a ver el resultado de la lucha de toda esa generación de músicos que no dejaron morir al rock. Por todo ello, los amantes del rock siempre estaremos en deuda con El Profeta del Nopal. El Grito de AMLO Había mucha expectativa sobre cómo sería el Grito de Independencia del presidente López Obrador, y más porque sería esta su primera vez arengando al pueblo de México desde el balcón principal de Palacio Nacional. Sus seguidores estaban entusiasmados sobremanera, pues el hecho de ver en ese balcón al presidente representa la victoria en una lucha en la que durante años acompañaron a López Obrador. Sus detractores, por el contrario, estaban a la expectativa de lo que dijera el presidente y cómo lo hiciera para, ya el 16, hacer escarnio. Les falló. El Grito de este año fue una ceremonia más austera que en años anteriores, y a decir de los medios que cubrieron el evento, en Palacio Nacional ya no se vio a toda la corte imperial en torno al soberano, a quien le aplaudían a lo largo de los pasillos mientras el dignatario avanzaba junto a la primera dama, para luego dejarse querer por los súbditos en compañía de la familia real y otros miembros de la aristocracia que, ufanos, se veían inalcanzables en los balcones de palacio. Este año sí hubo invitados, pero muchos de ellos eran funcionarios federales, y el presidente se hizo acompañar sólo de su esposa. Además, según reporteros que estuvieron en la cobertura, ahora no se vieron los camiones repletos de acarreados. La arenga que lanzó al pueblo que lo vitoreaba era de esperarse ya que, además de mencionar a los héroes de la patria que iniciaron la insurgencia, también aludió a los héroes anónimos, esos que cada día luchan por un mejor país y que no aparecen ante la opinión pública; el pueblo de México, que tanto ha resistido malos gobiernos y esta marejada de sangre producto de las luchas entre grupos de la delincuencia y la inoperancia del gobierno para combatirlos, además lazó un “viva” para las comunidades indígenas, que históricamente han sido las más rezagadas y explotadas. Ahora sólo falta esperar que esa arenga no sólo quede en el calor del momento, sino que el gobierno genere las condiciones precisas para que el esfuerzo de los héroes anónimos valga la pena, que el heroico pueblo de México por fin pueda acceder al progreso e igualdad de oportunidades, que las políticas federales de verdad sirvan para que las comunidades indígenas salgan del atraso y marginación sin por ello comprometer su herencia lingüística y cultural. Después de la arenga del presidente sólo queda esperar que su gobierno se esfuerce más porque la libertad, la justicia, la democracia y la soberanía sean parte de una realidad de este país y no sólo sueños guajiros; de verdad, ojalá que se generen las condiciones para que en México se alcance la paz y se logre la fraternidad, y que no queden sólo como un discurso cliché de participante en concurso de belleza. Es cuánto.