Redacción/ La Voz de Michoacán Ciudad de México. El silencio tardó en llegar a la Ciudad de México, luego del gran sismo que se registrara el 19 de septiembre de 2017, a 32 años del terremoto que ese mismo día había sacudido el centro del país. La memoria seguía viva, tras las miles de personas que habían fallecido en el 85; y ese día el simulacro se convirtió en realidad. Un sismo de 7.1 grados sacudió la Ciudad de México, y los estados de Morelos, Puebla y México. El epicentro: en el límite entre los estados de Puebla y Morelos, a 12 kilómetros al sureste de Axochiapan, Morelos y a 120 kilómetros de la Ciudad de México. Eran las 13:14:40 horas y los mexicanos volvían a vivirla, esa historia que marcó al país en 1985 se repetía. No se puede hablar de una duración exacta del sismo; las personas que viven en diferentes lugares no perciben la misma duración y aún aquellas que están en un mismo sitio pueden experimentan tiempos diferentes. Pero parecía una eternidad. Hasta las 18:00 horas tuvo seis réplicas. El número de muertes ascendió a 331 y la capital del país concentró más casos, fueron 192, de acuerdo a Protección Civil. No se compara con los 20 mil fallecidos de los que se tuvo registro en 1985, pero la tragedia se sufrió igualmente y la solidaridad cimbro al pueblo mexicano, igual que en aquella ocasión. Gwen Pacheco estaba trabajando en un call center cerca de Revolución y ese día ni siquiera hizo el simulacro "con el pretexto de que los agentes no se podían desconectar". Pero cuando empezó a temblar "mucha gente se atoró en las puertas de vidrio del piso de trabajo", relató a El Universal. A un compañero le cayó una lámpara en la cabeza y le abrió la ceja. Una mujer se tiró en las escaleras, por lo que no pudimos bajar. Yo pensé que íbamos a morir ahí. Sólo pensaba que no quería morirme en el trabajo, (pensaba) en mi hermano, en mis papás, en mis perros", escribió a El Gran Diario de México. Señaló que en ese instante abrazó a uno de sus compañeros de trabajo y que comenzó a llorar mientras repetía: "Nos vamos a morir, nos vamos a morir". Él (su compañero) me consoló lo mejor que pudo hasta que paró (el sismo). Salimos y nos dimos cuenta de que se habían tronado varias ventanas. Afortunadamente pude escribirle un whats a mi familia y la respuesta fue casi inmediata", contó Pacheco. Sostuvo que no le importó cuánto tardaría o si llegaría ese día a su hogar, pues lo único que le quería era que su familia estuviera bien y acotó que tuvo que esperar tres horas para que la dejasen pasar por sus cosas a su oficina. Al poder encontrarse nuevamente con su familia, el llanto tomó el control. Cuando nos vimos no pudimos más que abrazarnos y llorar. Mucha gente perdió todo ése día. Yo agradezco que no me arrebataran nada", finalizó. "Ese día se notó la unión y la fraternidad", recuerda. La tecnología ayudó Mientras que el 19 de septiembre de 1985, no había tantas herramientas de conectividad, en esta ocasión la tecnología estuvo de nuestro lado, y es que los mexicanos pudieron hacer uso de aplicaciones como Waze, que al tener alianza con el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred) permitió salvar vidas. Sirenas, estrés y llanto Sirenas, personas gritando, instrucciones al aire y llanto, eran parte del escenario en la Ciudad de México. El sismo pareció durar una eternidad y poco a poco algunas zonas de la capital se vieron ensombrecidas por pedazos de cemento, macetas destrozadas, muebles y árboles caídos. Las ambulancias pasaban a toda velocidad. La Diana Cazadora lucía acuartelada por una muralla de personas. Especialmente en el centro de la ciudad el dolor se hacía presente. El Colegio Rébsamen fue uno de los epicentros de la tristeza, por los pequeños atrapados que poco a poco fueron sacando; algunos no sobrevivieron. La solidaridad no sólo tenía rostro humano, os perros rescatistas iniciaron labores, y la imagen de la famosa Frida dio la vuelta al mundo. Remover escombros llevó días, y restaurar los daños aún no es tarea concluida. Mucho dinero donado y también mucho desviado.