La casa del jabonero

La Voz de Michoacán. Las últimas noticias, hoy.

El gigante torpe

Jorge A. Amaral

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Desde hace muchos años, la estrategia de seguridad del gobierno federal y los estatales ha sido la equivocada, eso es un hecho indiscutible, y se debe a que se ha combatido a la delincuencia de una forma cuadrada y torpe, siguiendo el mismo esquema para cualquier parte del país sin considerar diferencias económicas, geográficas y sociales; vaya, se ha aplicado el mismo rasero a todos los estados, a todos los grupos delictivos a los que se ha combatido.

El actual gobierno de México ha tratado de hacer un cambio de hilos en la estrategia, basándose en atacar una de las causas de la espiral de violencia: la marginación, que va concatenada a la falta de oportunidades educativas y laborales, lo que, a decir del gobierno, conlleva al uso de enervantes y, por ende, la violencia del fuero común, de la cual se da el salto a la delincuencia organizada. El gobierno federal tiene hasta cierto punto la razón, pero la violencia en muchos territorios del país ya ha escalado mucho más allá de la delincuencia del fuero común, que de entrada es responsabilidad directa de los gobiernos municipales y estatales.

El problema, o uno de ellos, con el combate al crimen organizado en los sexenios anteriores, ha sido que se le ha enfrentado de la forma errónea, de una manera muy burda y torpe. Desde 2006, cuando Felipe Calderón echó a andar los operativos conjuntos en Michoacán y luego en Chihuahua, se hizo con miles de efectivos, con despliegues impresionantes; ahí el Estado se vio como un gigante: grande, lento y burdo.

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Ante el enorme pie del Estado mexicano, el crimen organizado ha adquirido perfectamente las capacidades la dilatación o contracción según las condiciones que se den, y eso les da a sus células la capacidad para escabullirse, y le pongo un ejemplo de todos los días: en un semáforo, en un establecimiento, en una casa, se presenta una célula de matones del narco; llegan y sin mediar palabra dan muerte a 2, 3, 4, el número de víctimas no importa. Tras cometer el crimen, se van, ya sea a bordo de automóviles o en motocicletas. Supongamos que la autoridad rápido se da cuenta y emprenden la persecución. Si los criminales van en motocicleta, rápidamente se escurrirán en el tráfico; si van en carro, no les importará dejarlo por ahí y arrebatar otro y seguir su huida hasta una casa de seguridad, que en varias ciudades se pueden contar por miles. En tanto, las autoridades andarán pesadamente en 3 o 4 patrullas, con sus sirenas y torretas, alertando a todo aquel que esté cerca. Es esa la razón por la que cuando se da una ejecución, si los sicarios son profesionales y conocen su trabajo, se vuelven indetectables.

Ahora bien, estos grupos, por esa misma capacidad de dilatación y contracción, se pueden agrupar muchas células y convertirse en un ejército, como ya se ha visto, y tener la capacidad de fuego para enfrentar a cualquier corporación, policiaca o militar, o aplastar a sus enemigos para luego dispersarse y volver a ser células que operan en total libertad.

Ante cualquiera de los dos escenarios, el Estado se verá torpe, pesado, y esto porque el pie gubernamental está hecho para aplastar, para ser contundente y dejar caer todo su peso, y al final el combate a la delincuencia es como tratar de matar un enjambre de abejas con una escopeta.

Por eso el cambio de hilos que ha planteado la Federación no está del todo mal, porque si se combate la falta de oportunidades de los jóvenes, si están en la escuela o con un trabajo que les permita vivir, quizá más de alguno desista de sumarse a las filas del narco, o simplemente no iniciará una carrera delictiva que tarde o temprano lo llevará a trabajar para algún cártel. Eso está bien, suena de lujo, pero lo que el gobierno no debe olvidar es que no sólo se trata de evitar que más jóvenes se metan a esa vida, sino que hay que buscar y detener a los que ya están y que con llamados a la paz y la concordia no van a dejar una vida a la que ya se acostumbraron, y tampoco hay que olvidar que a los líderes de esos grupos hay que combatirlos pero no sólo con escopetazos al enjambre, sino con una estrategia de inteligencia que permita cortarles los suministros económicos, de armamento y de materia prima para sus actividades, y para ello debe haber no sólo inteligencia policiaca, sino también financiera y fiscal, porque el dinero no se lava solo, las armas no llegan caminando desde Estados Unidos y a los capos de este país les importa un cacahuate si el presidente les hace fuchi.

Por lo pronto esperemos que al menos se cumpla el primer año de gobierno para evaluar los resultados, y eso nos permitirá saber si la seguridad es una prioridad de este gobierno o los cárteles seguirán mutando y moviéndose bajo las barbas de ese gigante torpe que es el Estado mexicano, es cuánto.