Hoy es el Centenario de Chava Flores, cronista del Distrito Federal

Hoy se cumplen 100 años del nacimiento de uno de los cantautores más destacados de México; el hombre que retrató a la capital del país en sus canciones

Jorge Ávila / La Voz de Michoacán

Morelia, Michoacán. El 14 de enero de 1920, el centro de la Ciudad de México vio nacer a uno de sus hijos más destacados: Chava Flores, el cantautor que a lo largo de su carrera retrató a la capital, su gente, sus calles, sus colonias, sus vecindades, los personajes cotidianos que de tanto verlos pueden volverse invisibles pero que para el cronista musical de la capital del país no pasaron desapercibidos, como el voceador que para vender sus periódicos terminaba contando las notas y ya nadie le compraba un solo ejemplar, o la señora que tenía varias hijas, pero era tan buena persona que a cada una le tenía su propio papá.

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Nació en el populoso barrio de La Merced, en el Centro del entonces Distrito Federal, en la calle de La Soledad. Durante su vida vivió en distintas partes de la ciudad, pues se presume que creció en Tacuba, vivió en la colonia Roma y en Santa María la Ribera, aunque también se le ubica en Azcapotzalco y en la Unidad Cuitláhuac, lugar en donde vivió hasta 1983, año en que se mudó a Morelia. Su padre murió en 1933, por lo que tuvo que comenzar a trabajar para contribuir con el sostén de su familia.

En 1946, después de haber desempeñado distintos oficios, con sus compañeros de la ferretería donde trabajaba empezó a su vez a trabajar en una imprenta, donde comenzó a editar “El álbum de oro de la canción”, una revista sobre música, donde se publicaban las canciones más gustadas de la época. La revista se editó durante 4 años y salía con el “Cancionero Picot”.

“El álbum de oro de la canción” le permitió a Chava Flores conocer a intérpretes y compositores, lo que poco a poco fue despertando su vocación musical. “Mi amor por las canciones de México y sus compositores fluyó a mi mente. Me sabía miles de ellas, aunque no conociera personalmente a ningún autor, y de mi mente desesperada por el infortunio surgió el ‘Álbum de oro de la canción’. Una revista quincenal que desahogara mis ansias guardadas por ese hermoso arte que tanto amé y que nunca fue mío”, comentó años después el compositor.

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Ya en su faceta como compositor se dio a conocer con “Dos horas de balazos”, y luego vino “La tertulia”, que fueron grabadas en 1952 por la RCA Victor. A partir de sus actuaciones en carpas y cabarets se ganó el reconocimiento del público capitalino, luego del nacional y más tarde vendría la fama internacional.

A la par de su carrera como cantante, sus obras fueron popularizadas por algunos de los más importantes exponentes de la música popular, como Amparo Ochoa, Eugenia León, El Piporro, Tin Tan, Guadalupe Pineda, La Sonora Matancera, Luis Aguilar, El Loco Valdés, Óscar Chávez, Pedro Infante, Pedro Vargas o El Pirulí, entre otros.

El cronista cantor de la Ciudad de México

En sus más de 200 canciones retrató al Distrito Federal, a veces con gran sentido del humor y otras veces en tono más serio, pero siempre con respeto a la gente, pues en sus canciones, así lo haga de forma humorística, nunca hace mofa de los protagonistas de sus canciones, ni siquiera cuando la viuda perdió en la baraja al difunto Cleto con todo y caja, ni pese a lo singular que fue la celebración de los XV Años de Espergencia, donde seguramente no faltaron los gorrones.

Y es que Chava Flores vio al mexicano como pocos lo han visto y retratado, más allá de los estereotipos creados en la propia canción ranchera. Esto se debe a que el cronista no sólo vio en el mexicano vicios y defectos, también vio sueños, aunque éstos estén completamente fuera de la realidad, y por eso recomienda “mejor trabaja, ya levántate temprano”, porque no hay mucho que esperar en sueños de “loterías de un millón”. Y es que resulta lapidaria la pregunta “¿a qué le tiras cuando sueñas, mexicano?”, y por lo mismo sigue vigente.

Chava Flores y el albur

El albur, pese a lo que suele pensarse, no es soez, y Chava Flores lo sabía, por eso en su obra hay varias canciones que exploran ese modo de hablar del mexicano, tan peculiar y propio.

“Recuerden que yo soy un compositor de canciones que tratan de reflejar el modo de sentir del pueblo de la Ciudad de México: cómo somos, cómo comemos, cómo vivimos, cuáles son nuestros sucesos, cómo son nuestras cosas, nuestros vestidos, no puedo pasar desapercibido cómo hablamos; 80 por ciento del mexicano capitalino es alburero, somos albureros, hay otro 10 por ciento que nada más habla puro albur, y el otro 10 por ciento no lo habla, lo piensa... ese es peligroso”, dice en la introducción de “La tienda de mi pueblo” durante un recital brindado en la Sala Ollin Yoliztli.

Por eso retrató el albur en diferentes cancines, como la ya mencionada “La tienda de mi pueblo”, que inicia: “Tuve una tienda en mi pueblo, precioso lugar, te vendía de un camote de Puebla a un milagro a san Buto, pitos, pistolas pa' niños te hacía yo comprar, pa' tu cruda una panza, te inflaba una llanta al minuto”.

O bien “El chico temido de la vecindad”, que, entre otras hazañas del azote del barrio, dice: “Mi novia ya no es Virginia, Quintina, ni Paz, ahora saco a Excrementina, la saco a pasear. Es muy robusta del pecho, a Prieto se la quité. Es prima de Juan Derecho, caifán de los nuevos huevos La Merced. Te hacía un muchacho decente, le dije al Caifán, pero eres meco y me sacas de quicio rufián”.

Pero también podemos escuchar “Herculano” o “El baile del Tejeringo” o la romántica “Tomando té”.

La despedida sin voz

Chava Flores tuvo muchas despedidas en escenarios como el Teatro Ferrocarrilero, el Teatro de la Ciudad y el Teatro Reforma. En septiembre de 1982 informó de su retiro en el Ferrocarrilero, donde se despidió con lágrimas y entre ovaciones.

En aquella ocasión dijo que nunca se consideró un cantante, se conformó con ser un buen intérprete de sus canciones, sin embargo, reconoció que jamás se preocupó por cuidar su voz, y eso trajo consecuencias.

“Ya no puedo cantar, es más, nunca fui cantante. Me conformaba con interpretar bien mis canciones, porque las cantaba bien, pero un cantante debe tener educación para no acabar con su voz. Yo no la tuve. Entonces, como nunca eduqué mi voz, no he logrado que perdure. Es una lástima, pero ni modo, ahora mi voz vale para pura vergüenza”.

Chava Flores detalló emocionado que su voz estaba lejos de causar admiración, y que por ese motivo emprendía la retirada.

Ante una audiencia de dos mil personas, Chava Flores cantó sus entrañables temas, luego, entre ovaciones lloró y se despidió pero dejó clara una cosa, que seguiría escribiéndole a su ciudad.

En 1983 decidió mudarse a Morelia para pasar los últimos años de su vida. Acá tuvo un programa de televisión. En 1987 fue trasladado a la Ciudad de México por sus problemas de salud y murió días después, el 5 de agosto.

Si bien mucho de la capital que retrató en sus canciones se acabó con el temblor de 1985, otra parte de la ciudad murió con él, y cuando pasó a llamarse Ciudad de México para dejar de ser Distrito Federal, otra parte se perdió.