El Universal/La Voz de Michoacán.México. El hambre apremia y afortunadamente no hay fila. Como si fuera la casa de un viejo amigo, entro y tomo asiento. Escucho los últimos minutos de música tocada por un hombre orquesta en el tapanco del amarillento lugar. Antes de revisar la carta, observo discretamente el contenido de las mesas contiguas. A la vista, saltan los platos con bistec, pastor, huevo, nopales, y longaniza: todos sobre la misma base de masa rellena de frijoles. “¿Qué vas a ordenar?”, me pregunta el joven mesero. No sé si fue mi cansado rostro o la confesión de mi primera vez en este lugar, pero me respondió con un tajante: “tienes que probar el consomé”. Abro el menú y lo primero que veo es el huarache con costilla. “Uno de costilla con huevo estrellado, un consomé y una cerveza”. Me quedo con antojo de la última, pues aquí no hay licencia de bebidas alcohólicas. ¿“Salsa verde o roja?”. Pido las dos. La espera se hace entretenida gracias a los comensales de quien Carreño se sentiría orgulloso. El tenedor se postra con firmeza en la mano izquierda; en la derecha el cuchillo juega a ser un péndulo. Una vez que se consigue un trozo adecuado, se lleva a la boca sin cambiar la posición de los cubiertos y así hasta terminarlo. Se permite reposar los utensilios mientras se da un sorbo al agua o al consomé. Lo que me lleva a platicar de ese humeante elixir. Es de carnero y, para saborearlo, hay dos alternativas: con o sin carne. Elijo la primera. Si tienes boca de refractario (como diría mi abuela), puedes probarlo de inmediato. De lo contrario, mete una cuchara en la taza de color amarillo y agita suavemente por unos minutos para enfriar. Acto seguido, llega un poema en forma de huarache cubierto por un trozo de costilla con todo y hueso y su huevo estrellado: pornografía culinaria. El grosor de la garnacha no rebasa el medio centímetro y, de longitud, calculo unos 30 cms. Como hijo de padres divorciados, comienzo por mi lado favorito, el de la salsa verde. Al estar frito, la grasa es evidente, pero la combinación de huevo, carne, frijoles, salsa y maíz es deliciosa. A esto debe saber una garnacha. Es turno del lado derecho (el de la salsa roja). Huele a guajillo y su color lo confirma. Para entrarle al huarache hay más de 20 alternativas y hay órdenes de todo por aparte, así que también puedes solicitarlo a la medida. Lo único que debo advertir es que te saltes el agua de limón. Cuenta la leyenda que, en este lugar, se originó el huarache, resultado de una adaptación de los tlacoyos por doña Carmen Gómez quien, en 1935, tenía un puesto de comida a la orilla del embarcadero del gran Canal Nacional (lo que hoy es calzada de La Viga), pero al ser entubado, se mudó a un local dentro del mercado de Jamaica donde hoy en día abundan los changarros de huaraches. El Huarache Azteca ahora vive en la calle Torno, a donde debes dirigirte si quieres probar los originales.