Este 3 de febrero se conmemora “el día que murió la música”

Hace 61 años, Buddy Holly, Ritchie Valens y Big Bopper subieron a auna avioneta, la cual se estrelló poco después en un campo agrícola

Jorge A. Amaral / La Voz de Michoacán

Una tragedia en el mundo de la música ocurrió el 3 de febrero de 1959: Buddy Holly, Ritchie Valens y Big Bopper fallecieron en un accidente de aviación.

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La notician que enlutó al mundo de la música.

La fecha no pasa desapercibida, ya que, aunque de carreras breves, Buddy Holly, Ritchie Valens y The Big Bopper son tres referentes en el rock and roll, tan es así que sin la influencia de Buddy Holly es difícil pensar en la conformación de The Beatles, pues el nombre de El Cuarteto de Liverpool, que hace referencia a los escarabajos, es una alusión casi directa a la banda de Holly, The Crickets (grillos), tomando en cuenta que George Harrison llegó a comentar en entrevistas que junto a su madre aprendió a tocar la guitarra con los discos de Buddy Holly.

The Crickets.

Pero además de eso, Buddy Holly nos dejó temas que hoy son clásicos del rock, como “Peggy Sue”, “Let’s play house”, que Elvis Presley interpretara magistralmente para ser retomada en 2009 por la banda de rockabilly Alligators y en español por Los Gallos, y hablando de rockabilly no podemos dejar de mencionar “Blue days, black night”, una pieza extraordinaria del género como hasta ese momento sólo se le habían escuchado a Carl Perkins o Eddie Cochran; y qué decir de “Baby I don’t care”, que después, en voz del entrañable Toño de la Villa, Los Locos del Ritmo interpretaran bajo el nombre de “Nena, no me importa” en el disco “Rock!”.

Pero sin duda alguna, la indispensable del texano es “Oh boy!”, que viene a resumir todo ese impulso creativo de Buddy Holly, que incluso, sin renunciar a sus raíces en el country, lo llevó a ser de los primeros cantantes de rock and roll en grabar con una orquesta, en 1958.

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Otro músico que murió en esa avioneta era otro texano, Jiles Perry Richardson, quien dada su estatura y complexión adoptó el nombre artístico de The Big Bopper cuando trabajaba como programador en una estación de radio, donde compuso algunas canciones hasta que fue descubierto.

The Big Bopper.

Su más grande éxito, “Chantilly lace”, se compiló junto a otros temas en el disco “Hello baby! The best of The Big Bopper, 1954-1959”, en el que se da cuenta del extraordinario talento de este músico que, sin duda, tomando en consideración la nitidez de su música y su calidad vocal, más enclavada en el rockabilly e incluso en el country, murió demasiado pronto. Pero con todo y que nos quedó a deber en cuanto a tiempo, de Big Bopper nos quedan excelentes piezas como ese enorme rockabilly titulado “Walking through my dreams”, “Bopper's boogie woogie” o “Monkey song (you made a monkey out of me)”.

El otro pasajero, con una carrera de apenas ocho meses y a los 17 años de edad, Ricardo Valenzuela, Ritchie Valens, dejó una herencia que, más que prolífica, es rica en influencia sobre los músicos hispanos que le sucedieron, pues por ejemplo, en la balada “Stay beside me”, se nota de manera muy temprana lo que sería el pachuco soul de los 60 y 70, esa variante del soul hecha por músicos de ascendencia mexicana en el este de Los Ángeles y que vendría a permear a la música chicana de los 70 y los 80 con gente como Little Joe o Freddie Fender.

Además, al haber escuchado desde la infancia no sólo la música tradicional mexicana y el R&B, sino también el flamenco, hizo una de las mejores versiones que un rocanrolero haya hecho de “La malagueña”, en la que pone de manifiesto su aún no totalmente madurada calidad como guitarrista, que también se hace patente en “Big baby blues”, una pieza cargada de fuerza, agresividad y sensualidad que de inmediato remite a “Rumble”, de Link Wray. Pero si de fuerza en Ritchie Valens hablamos, es imposible no dar un repaso a “Come on let’s go”, excelente rock and roll grabado en 1958 con un blues de nombre “Framed”.

Y bueno, claro que no podemos omitir su versión de “Boney Maronie” (original de Larry Williams y conocida de este lado del Bravo como “Popotitos”), o de “Summertime blues”, de Eddie Cochran. Aunque en la memoria colectiva permanecen la que le compusiera a su novia, “Donna”, y “La bamba”, el son jarocho que lo catapultó hasta la estratósfera, con lo cual abrió oficialmente la puerta para que los rocanroleros hispanos en Estados Unidos se manifestaran con mayor libertad en una época en la que, además de la esplendorosa rebeldía de los adolescentes de los 50, aún imperaba una gran polarización racial. Pero precisamente por esa rebeldía juvenil fue que se rompieron muchos tabúes, pues basta recordar que un guitarrista negro como Chuck Berry puso a bailar a los blancos y que Elvis Presley tomó enormes dosis de blues para dar forma a lo que en adelante sería el rock and roll.

https://www.youtube.com/watch?v=oHQ8wI6BlVE

En fin, quizá ese 3 de febrero no murió tanto así como la música, pero la fatalidad sí nos privó de ver explotado todo el potencial de esos tres enormes talentos que vaya usted a saber los alcances que hubieran tenido con la evolución natural que el rock and roll ha experimentado en los últimos 50 años. Es cuánto.

Don McLean y "el día que murió la música"

La frase “el día en que murió la música” hace referencia al accidente aéreo de 1959 que mató a las hoy leyendas del rock and roll. El accidente no se conocía con ese nombre hasta que la canción “American pie”, de Don McLean, se convirtió en un éxito, en 1972.

El cantautor de folk tenía 13 años cuando acomodaba periódicos para su ruta de entrega aquella mañana del 4 de febrero de 1959, de esto dejó claro testimonio que lo confirma con la frase “febrero me hizo estremecer con cada diario que entregué”.

En 2017, la Biblioteca del Congreso añadió “American Pie” en el Registro Nacional de Grabación, uniéndose a Judy Garland por “Over the rainbow” y el álbum de éxitos de los Eagles de 1976, como tesoros auditivos dignos de preservación como parte del patrimonio de América.

Los  Lobos y “La bamba”

En 1987 se hizo la película “La bamba”, en la que se narra cómo Ritchie Valens pasó de ser un jornalero de Pacoima, California, a una emergente estrella del rock and roll.

El soundtrack de la cinta quedó a cargo de otros emblemáticos de la cultura chicana y mexicana en Estados Unidos, Los Lobos, quienes recrearon a la perfección el repertorio más representativo de Valenzuela. Pero además el disco tiene excelentes colaboraciones como Howard Huntsberry cantando “Lonely teardrops”, del extraordinario cantante de soul Jackie Wilson; “Crying, waiting, hoping”, de Buddy Holly, con Marshall Crenshaw; “Summertime blues”, a cargo del virtuoso guitarrista Brian Setzer, quien en la película personifica al gran Eddie Cochran, o Bo Diddley cantando su creación de 1956 “Who do you love”.

Como cereza del pastel está la versión de Los Lobos de “Charleena”, canción compuesta por Herman Chaney y Manuel Chávez, grabada por primera vez en 1960 por el grupo angelino de doo wop The Sevilles. En fin, un excelente disco para los amantes del rock and roll y una muy buena introducción para los neófitos en la materia.