AP / La Voz de Michoacán Uruapan, Michoacán. Alejandra Uvilla huyó de su hogar ubicado en la ciudad de Apatzingán debido a la violencia, mudándose 105 kilómetros (65 millas) al norte a la localidad de Uruapan en el estado productor de aguacate de Michoacán. Tres años después, el derramamiento de sangre está peor allí. Los cárteles de droga que se pelean por territorio y los reportes de terribles asesinatos son algo común, como la masacre ocurrida la semana pasada de tres niños, un adolescente y otras cinco personas que estaban en un negocio de videojuegos en lo que era un vecindario relativamente tranquilo. Cada rato se oye que hay muchos muertos aquí en Uruapan”, comentó Uvilla, un ama de casa de 20 años, y añadió que no sabe qué más hacer además de ser extra cuidadosa con su pequeño de 1 año. “Uno no vive a gusto, porque ya sale uno y sale con miedo”, señaló. Los nombres de los cárteles han cambiado con el paso de los años en Uruapan a medida que se forman y se quiebran las alianzas, pero los asesinatos continúan. En otros poblados y ciudades del país ocurre lo mismo, dejando a millones de mexicanos temerosos, frustrados y desalentados en medio de una tasa de homicidios récord, un control de cárteles sobre comunidades enteras y de ningún final a la vista de un conflicto de drogas que lleva casi una década y media. Foto: La Voz de Michoacán. México tuvo 35 mil 588 homicidios el año pasado, la mayor cantidad desde que se empezaron a llevar registros en la década de 1990, aunque el aumento fue mucho menor que en años anteriores. Desde que el entonces presidente Felipe Calderón emprendió una ofensiva militarizada contra las organizaciones de narcotráfico en 2006, el número anual de asesinatos se ha más que triplicado en el país. El actual presidente Andrés Manuel López Obrador, que asumió el cargo en diciembre de 2019, ha promovido una estrategia de “abrazos, no balazos”, y ha insistido en abordar las causas de la violencia, como la pobreza, el desempleo de los jóvenes y la corrupción, a diferencia de sus predecesores. Sin embargo, no todos están de acuerdo. Si seguimos haciendo lo mismo no podemos esperar resultados diferentes”, comentó Emiliano Maciel Ávila, profesor de universidad, mientras caminaba por la plaza principal de Uruapan. “Clásico de abrazarlos y besarlos, creo que eso no está funcionado. Creo que hay que combatirlos”, añadió. Apenas un puñado de guardias nacionales montaban guardia en Uruapan el miércoles pasado, el día lluvioso en el que los jóvenes asesinados fueron enterrados. Al día siguiente, el sol brillaba en todo su esplendor y había el doble de guardias, revisando automóviles y camionetas. Más policías, tanto federales como estatales, fueron vistos conduciendo por la localidad. Pero no muchos creen que eso hará alguna diferencia. Ya de las autoridades no se espera nada. Hay mucho desencanto por parte de las personas”, comentó el sacerdote Sergio Arroyo, quien presidió el funeral para las víctimas. López Obrador reestructuró las fuerzas de seguridad y formó una nueva Guardia Nacional que desplegó el año pasado con unos 70 mil elementos a nivel nacional. Pero hasta antes de eso, la policía y ejército a menudo se veían superados por los cárteles. Además, la Guardia Nacional ha tenido que lidiar con la entrada de migrantes debido a presiones de Estados Unidos, lo que planteó preguntas sobre si eso la distraería de sus responsabilidades en materia de seguridad. Arroyo dijo que los residentes han tenido que asumir la responsabilidad de cambiar las cosas en la ciudad de unos 340 mil habitantes, cuyo centro colonial se encuentra a unas cuantas cuadras del parque nacional Barranca del Cupatitzio, que tiene manantiales y pequeñas cascadas. Sugirió marchas de paz, comités de líderes de la comunidad y de la fe y presionar al gobierno para que tome medidas. La oración si no va acompañada de acción no funciona nada”, señaló. El detonante en la guerra contra el narcotráfico de México, que ha dejado un estimado de 150 mil muertos hasta ahora, a menudo se vincula con Uruapan, donde en septiembre de 2006 hombres enmascarados irrumpieron en un bar y lanzaron cinco cabezas cercenadas a la pista de baile. Los eventos más recientes dejaron claro que Uruapan, donde los homicidios aumentaron 61% de 2018 a 2019 de acuerdo con cifras del gobierno, sigue siendo una zona conflictiva llena de violencia. El Cártel Jalisco Nueva Generación y la pandilla de Los Viagra disputan el territorio, mientras que otros grupos y facciones podrían involucrarse en la lucha. Foto: La Voz de Michoacán. En la víspera del tiroteo en el negocio de videojuegos, se encontraron 11 cadáveres en fosas clandestinas en una ladera donde se estaban construyendo apartamentos de lujo. Un día antes, hombres armados atacaron una patrulla de la policía municipal, provocando la muerte de uno y heridas a dos. El ataque pudo haber sido en represalia por la detención del líder de Los Viagras, quien está involucrado en 19 homicidios. Así que en una ciudad donde las tiendas exhiben enormes osos de peluche que están a la venta por el Día de San Valentín, los derramamientos de sangre son algo común. Los residentes de Uruapan dicen que evitan salir de sus casas en la noche y no dejan que los niños jueguen en la calle. Dos de los jóvenes que fallecieron en el negocio de videojuegos no tenían permiso de abandonar su hogar cuando se escabulleron para jugar, señalaron sus familiares. Carlos Manzo, residente de Uruapan y activista social, cree que la ciudad podría volver a ser la atracción turística que era cuando él era pequeño. La comida, cultura, historia y maravillas de la naturaleza que alguna vez atrajeron a los viajeros europeos y estadounidenses siguen ahí, comentó, pero depende de la gente mejorar la calidad de vida. Hay que quitar el miedo. El miedo nos va a matar”, manifestó. “Cuando tú ya no tienes opción para felicidad, pues entonces estás acabado”.