Gabriel, un superhéroe de Morelia (video)

La Voz de Michoacán. Las últimas noticias, hoy.

Foto: Guillermo Chávez. Gabriel es un pequeño que padeció cáncer; ahora lleva alegría a personas con el padecimiento.

Adrián Bucio/ La Voz de Michoacán

 

PUBLICIDAD

Morelia, Michoacán.  No es un ave, ni es un avión. No. Es Iron Man. Viene cruzando la calle “Justo Mendoza”, entre la gente, cuidando de no manchar sus botas doradas con algún bache o charco del camino. Mira hacia los dos lados antes de cruzar (en esa avenida los autos pasan a tal velocidad, que esquivarlos resulta algo súper heroico) y camina con destino en el Hospital Infantil de Morelia. Los niños lo ven y pelan los ojos. Él les dice con su voz robótica “hola, ¿cómo te llamas?”. Algunos se animan a contestar. Otros no. Entonces él menciona: “yo me llamo Gabriel”.

 

PUBLICIDAD

Gabriel Zamora, niño de 11 años, llega disfrazado al hospital, como cada miércoles. Los niños que van a consulta se entusiasman, ‘se le pegan’ como si así pudiera traspasarles sus poderes o como si del traje agarraran un pedazo de heroísmo. Sorprende. Uno no espera encontrarse a un superhéroe cuando va a recibir medicamentos o inyecciones. No cuadra. Aquí es más habitual ver a la enfermedad pasearse por los rincones, antes que a un integrante de “Los Vengadores” de Marvel.

“Iron Man” viene con sus papás, Rosa Martínez y José Zamora. Los tres, desde hace aproximadamente dos años, dedican las tardes de sus miércoles a repartir meriendas en los distintos centros médicos de la zona. Y lo hacen acompañados; pertenecen a la asociación sin fines de lucro “Tu Sonrisa lo Vale Todo A.C.”, que comparte dicha actividad. La meta de hoy es clara: repartir 100 bolillos, 100 tortas y cuatro termos de chocolate caliente a familiares de pacientes. El recorrido empezará en las afueras del Hospital Infantil de Morelia, pasando por el Centro Estatal de Atención Oncológica y finalizando en el Hospital Civil.

Gallegos, su inspiración

Gabriel lleva en la mano un libro con el título “La piel de la esperanza”, un escrito que narra la historia del doctor Sergio Gallegos, el célebre médico oncólogo sobreviviente de cáncer que se disfraza  de superhéroe para dar consultas, y que ha transformado el Hospital Civil de Guadalajara en un lugar amable para sus pacientes: los niños.

El doctor Gallegos ha sido un ejemplo para Gabriel. Cuando se presentó su libro, el pequeño asistió a la ceremonia y tuvo oportunidad de leerle una carta a dicho oncólogo y conocerlo en persona. El médico le regaló un disfraz de Batman como agradecimiento.

Pero, ¿por qué disfrazarse? el doctor Sergio Gallegos, en entrevista telefónica para este medio, lo explica: “El cáncer te hace vivir cosas que no imaginas. Lo que uno hace cuando se disfraza es cambiar todo ese entorno de dolor, tristeza y depresión por sonrisas. Tengo 53 disfraces y trato que esa esperanza se mantenga viva en los niños; que la enfermedad no les quite su infancia. Esto lo hago desde hace 20 años”.

El doctor Gallegos remarca la importancia de la esperanza y de la risa en la enfermedad. “Uno se aleja del sufrimiento cuando ríe. Cuando te caes y te ríes de cómo fue tu caída, se te olvida el dolor. Así funciona esto. El cuerpo genera endorfinas, que producen bienestar. No te voy a decir que todos se van a curar riéndose, porque el tratamiento médico es esencial, así como la detección temprana del cáncer. Lo que sí es que ayuda mucho”.

La esperanza para el doctor es un factor necesario. “Cuando no hay esperanza es como si un boxeador bajara los brazos. Cae noqueado. Asimismo sucede cuando uno lucha contra el cáncer”, afirma el oncólogo pediatra que ama su labor y está dejando huella no sólo en sus pacientes y sus familiares sino en niños como Gabriel que lo ven como una inspiración.

Gabriel, dolor que dio fuerza

El 19 de junio de 2012, a Gabriel también le diagnosticaron cáncer. “Aquello empezó en diciembre, un día antes de navidad. Él estaba jugando en el carro, cuando dio un brinco y cayó con el abdomen sobre la palanca de velocidades. Por el golpe le empezó a doler el riñón. Era un dolor que crecía. A las tres de la mañana lo trajimos al Hospital Infantil porque vimos que ya no aguantaba. Los doctores dijeron que la parte estaba muy dañada. Luego lo dieron de alta en año nuevo. Al llegar a mediados de año, le volvió a doler y lo trajimos de nuevo. Nos pareció raro. Esta vez nos dijeron que era cáncer”, rememora José Zamora, papá del niño.

La doctora Silvia Chávez, jefa del departamento de Oncología del Hospital Infantil de Morelia, recuerda el caso: “él tenía un ‘tumor de Wilms’, un cáncer que es muy frecuente en los niños y que se produce en el riñón. Estaba en etapa tres; en total son cinco. Lo primero que se hizo fue quitar el riñón. Luego se trató con quimioterapias por 24 semanas hasta que terminó en enero de 2013. Ahora está en vigilancia”.

Cuando nos dieron la noticia nosotros no entendíamos. La mente trata de bloquear ese tipo de desgracias. Era un shock emocional. No sabíamos si la comida tenía un buen sabor o no. En el hospital lo único que quieres es que tu hijo se cure, es en lo que se ocupa tu pensamiento. Pasaban los doctores y yo no me grababa sus rostros. Era extraño. Teníamos frío y hambre y yo solamente podía estar una parte de la noche con él; hasta las cinco de la mañana nos dejaban estar adentro”, dice Rosa Martínez, mamá de Gabriel.

Gabriel recuerda su estancia en el hospital del mismo modo: “no te puedes concentrar”, admite. “Cuando iba a entrar a una quimioterapia les decía a todos los presentes ‘quiero silencio absoluto’ para concentrarme. Luego cerraba los ojos y sentía como un piquete de avispa. Dolía un poco. Mi humor cambiaba mucho cuando me daban radiaciones. Me metía en una casa de campaña y no quería hablar con nadie. Entonces mi papá ponía música clásica y bailaba y actuaba conmigo, y eso me traía felicidad. Yo decía ‘daría todos mis juguetes por salir de aquí”.

Después de su enfermedad, Gabriel está de nuevo en el Hospital Infantil, disfrazado de superhéroe. Comúnmente, el ser humano huye de las desgracias y de los recuerdos de éstas. Pero Gabriel, con tortas y bolillos en la mano, ahora se dispone a ir al Centro Estatal de Atención Oncológica.