Arturo Molina/ La Voz de Michoacán Morelia, Michoacán. A dos años y medio de que se levantaron en armas, el pueblo de San Juan Parangaricutiro se resiste a desarmarse, al menos hasta que los gobiernos en turno les garanticen las condiciones de seguridad necesaria que desde hace casi una década les ha sido prácticamente inexistente. Y es que a casi 3 años de que se armaron para defenderse de “la maña”, el pueblo se dice cansado de las fogatas nocturnas y de no poder salir del por el riesgo a las represalias de los grupos delictivos. Con base a lo anterior, se pronunciaron abiertos al dialogo con el gobierno para dejar el movimiento a cambio de que se garantice el trabajo en conjunto entre las instituciones y el pueblo organizado. La Voz de Michoacán recorrió el pueblo de San Juan Parangaricutiro, comunidad de más de 18 mil habitantes enclavada en la Meseta Purépecha en donde conoció la historia de quienes se ostentan como los defensores de su pueblo. Desde la llegada al pueblo, hombres encapuchados y fuertemente armados, guarecidos en costaleras de arena, topes y barricadas improvisadas, resguardan todos los accesos del pueblo, si bien no han coptado las vías de comunicación al interior de la comunidad, sí revisan y supervisan cada uno de los vehículos que transitan por sus vialidades. Incluso, la salida del pueblo rumbo a Angahuan también fue bloqueada en uno de sus sentidos por grandes rocas. Durante las noches encienden un total de 35 fogatas en puntos estratégicos a proteger, argumentaron que a esas horas es cuando más sufrían por el tema de robo a casa habitación e incluso violaciones. Han despojado de vehículos a sus “enemigos”, mismos con los que ahora patrullan las calles del pueblo, siempre con los cañones de sus subfusiles AK-47 listos para atender cualquier amenaza a la población. Incluso, a la hora de la comida, una camioneta dirigida por mujeres del pueblo lleva la tradicional morisqueta con carne frijoles y agua de limón con chía para abastecer a los hambrientos guardias de las barricadas. Niegan ser autodefensas, se autonombraron “los lumbreros”, principalmente porque no consideran a salir de su pueblo para llevar el movimiento a otras localidades cercanas en donde existe el mismo problema del crimen organizado. Sin embargo, ya mantienen una “estrecha” relación con los grupos de civiles armados del municipio de Tancitaro, municipio a unos 30 minutos de distancia en carretera donde también se han levantado en armas desde hace meses. Ante los señalamientos de medios de comunicación locales de Uruapan, en donde se les acusa de cobrar derecho de piso, misma denuncia que se tenía en tiempos de los Caballeros Templarios, niegan rotundamente solicitar incluso cooperaciones para la operatividad de las barricadas o la manutención de los gaurdias. Esta redacción sostuvo un encuentro con los líderes del Consejo de los Lumbreros, quienes por razones de seguridad y en reconocimiento a que dirigen un movimiento armado se negaron a ser grabados o fotografiados, pero principalmente por el miedo a las represalias que pudieran tener con los “delincuentes”. A los pobladores les queda claro que si no se defienden no van a poder. Al gobierno les dijimos que tenemos desconfianza a las instituciones. Han venido de Cherán y otros pueblos pero tienen un esquema diferente y no queremos ser un foco rojo para el gobierno del estado. Somos respetuosos de las instituciones pero lamentablemente no se tiene la coordinación y el problema sigue como si nada con esa gente y el gobierno no hace nada. Si cometimos errores vamos a tratar de no volverlos a cometer, pero vemos a la ciudad de Uruapan como es de peligrosa, y ellos no se pueden organizar, pero vemos que por su población es difícil”, explicaron. A pregunta expresa, se negaron tener intenciones de vincularse con otros grupos de civiles armados como en el caso de los Reyes y municipios de la Sierra Costa, así como con ex líderes autodefensas como José Manuel Mireles Valverde e Hipólito Mora, aunque destacaron que si han recibido solicitudes de acercamiento. Para más información consulta la edición impresa del 24 de febrero de 2018.