Angélica Ayala / La Voz de Michoacán Pátzcuaro, Michoacán. “¡Ahí viene el toro!”, gritó la pequeña niña y salió a la puerta de su casa para verlo pasar. Los sones abajeños y el tronido de los cohetes en el cielo anunciaban la llegada de esta figura que va acompañada de las maringuías y que recorren casi todas las calles de la ciudad. El toro de Carnaval es una tradición muy arraigada en el pueblo de Pátzcuaro, especialmente en las colonias Ibarra y Revolución, quienes por la noche realizan la matanza del toro y con ello dan por terminado el martes de Carnaval. Miles de personas se aglutinaron frente al Palacio Municipal, así como de una de las calles aledañas. Ahí, todos esperaban la llegada de los toros de Carnaval, cada uno de los contingentes llevaba su propia banda de música de viento, sus maringuías y el caballerango. Pocos fueron los que realmente se apegaron a la tradición, ya que lo original es que un hombre se vista con el traje tradicional de la mujer purépecha, se cubra su rostro con un paliacate y toree al animal; hace varios años que las maringuías es una mofa de la vestimenta y cuerpo de la mujer. Foto, Angélica Ayala. “El Parka”, “El 65”, “El Aguirre”, “El Tusa”, son algunos de los nombres de los toros, que algunos visten de colores de papel de china, otros sólo utilizan el blanco y el negro, algunos llevaban sus banderillas, todos son del agrado de las personas que los ven pasar y les aplauden, también disfrutan de las bromas de los changos o de algún personaje de terror. Hay quienes se toman la “selfie” con ellos, entre todos también están niños que se disfrazaron y forman parte de esta festividad, que se da un día antes de iniciar la cuaresma. De acuerdo con el cronista de la ciudad, Fernando Mendoza, el nombre original de esta grande figura es “Torito de Petate”, misma que fue utilizada por los sacerdotes franciscanos para la evangelización de los pueblos indígenas. “Los españoles son quienes trajeron el toro a tierras mexicanas, así que idearon construir un toro de petate que iba recorriendo las comunidades, acompañado de un chichimeca, que eran quienes los cazaban y como recompensa la maringuía, que era la mujer indígena vestida con sus mejores galas, danzaba como agradecimiento y le colocaba una corona de flores en la cabeza al chichimeca”. Foto, Angélica Ayala. Al concluir la evangelización, dijo el historiador, fue nombrado de Carnaval “al estar en Pátzcuaro la real aduana, cuando desembarcaba el Galeón de Manila con mercancía de China como la porcelana, biombos, laca, mármol, llegó un papel que se le llamaba de seda y que ahora conocemos como de china, fue entonces que cada uno de los barrios de la ciudad adoptó un color para distinguirse y adornaron a los toros de Carnaval con el papel de china de colores”. La multitud esperó a que cada uno de los toros pasara por el frente del Palacio Municipal, como si se tratara de una competencia. Al llegar al entarimado, la banda de música se acomodaba y al sonar las baquetas tres veces, era la señal para iniciar con los sones michoacanos, y así, el torito entraba bailando, dando vueltas que parecía que volara por el aire, a su alrededor las maringuías bailando, algunas sí eran mujeres vestidas con el traje tradicional de la mujer purépecha, haciendo gala de los movimientos sincronizados con el toro, así lo están toreando, todas llevaban en su manos servilletas que también movían al son de la música. Los participantes fueron las colonias Revolución, Ibarra, El Cristo, La Loma, calle Obregón, Radio La Ley y Calle Juárez también de la colonia Ibarra, cada uno al llegar frente al Palacio Municipal se esmeraba por superar al que ya había pasado. La gente no se movió de sus lugares hasta pasar el último, hubo quienes por ver a los toritos subieron a sus hijos al árbol donde fue fusilada Gertrudis Bocanegra, “les pedimos respeto, que bajen a sus hijos, no es un mirador”, era repetida la petición de quien estaba al micrófono anunciando los toros. Foto, Angélica Ayala. Sin importar el cansancio de estar caminando y bailando por las calles de Pátzcuaro, cada uno de los toros regresó a sus colonias; sin embargo, en la colonia Ibarra es donde la fiesta aún continúa ya que, en la cancha del lugar, se reúnen tradicionalmente para realizar la matanza del toro mientras éste sigue bailando hasta que cae, es así como el torito de Carnaval llega a su fin.