El Universal/La Voz de MichoacánMéxico. “Yo no hago arte para coleccionistas o curadores, hago arte solamente para expresar mis ideas”, dice el artista Gabriel Rico en entrevista telefónica desde Guadalajara, donde vive y trabaja. Recalca que sus obras no son para una élite y que para comprenderlas el espectador no necesita tomar un curso de arte contemporáneo: “Eso no tiene sentido porque se convierte en una burbuja de cierta élite donde solamente unos pocos entienden el arte. Lo que intento en todo mi trabajo —a veces lo logro con más certezas que en otras— es no hacer cosas complicadas. No me refiero a no explorar nuevas técnicas, eso lo hago todos los días; pero lo complejo tiene que quedarse en el taller. Las piezas tienen que ser simples, claras y profundas”. El artista de 40 años, arquitecto de profesión, es autor de obras que son piezas únicas que crea con objetos naturales y artificiales que durante años ha coleccionado —huesos, cuernos de venado, mandíbulas de coyote, piedras, cuchillos, bolas de cristal, ramas, pedazos de plástico, animales disecados, cerámicas...— Su trabajo analiza y recontextualiza las relaciones que tienen los objetos entre sí, y hoy lo hace con las matemáticas a partir de ecuaciones. Hace un mes fue destruida su obra “Nimble and Sinister Tricks (To be Preserved with Out Scandal and Corruption)” (Trucos ágiles y siniestros para ser preservados sin escándalo o corrupción), en Zona Maco; la destrucción se produjo después de que la crítica de arte Avelina Lésper colocara una lata de refresco en el piso bajo la obra y, luego de que —según ella— hizo el ademán de poner la lata en una piedra, uno de los objetos de que estaba hecha la pieza. En la entrevista, el artista acepta hablar de su trabajo pero no de lo ocurrido entonces; tampoco opina de Avelina Lésper. Sólo reitera lo que entonces dijo: “Lamento mucho lo que pasó, se me hizo una falta de respeto. En algún momento se dará la posibilidad de hablar de eso”. El estudio como laboratorio “Yo entiendo mi práctica artística como una lectura casi antropológica de un tiempo específico de la humanidad”, describe el artista y agrega que su obra busca materializar conceptos: “Creo que el arte, más allá de ser ideas que puedan tener o no sentido para las personas o para el artista, es una manera de hacer filosofía, pero la filosofía en este caso es visual”. Rico ha hecho de la recolección de objetos —a veces en tianguis, a veces en la calle— una parte fundamental de su obra; su estudio conserva una colección de piezas a partir de las cuales crea esculturas, collages e instalaciones y a las que atribuye un nuevo contexto, no cambia sus significados, pero sí sus contextos. “El espacio es una bodega donde tengo muchos anaqueles divididos en elementos orgánicos, pasando después por otro con elementos verticales y después por un anaquel relacionado con figuras donde el ser humano intenta hacer representaciones burdas o sofisticadas de la naturaleza, desde flores de plástico, esculturas con plastilina epóxica hasta cuchillos… Mi estudio básicamente lo podría definir como un organismo que se va adaptando dependiendo de los proyectos y de las necesidades de la obra”. Gabriel Rico participa de forma directa en la realización de sus obras; aunque en unas está más presente que en otras, siempre hay un contacto, una manipulación. A la par de la construcción de su estudio, está la construcción de las ideas: “Siempre tengo una bolsa en la que normalmente tengo una libreta y unas hojas de papel reciclado en las que siempre estoy dibujando nuevas ideas”. Esas ideas se pueden quedar ahí por mucho tiempo hasta que él retoma el principio a partir del cual las pensó y entonces las materializa. “Mi obra proviene de una palabra en alemán, que significa experimentos mentales, gedankenexperiment. Con eso me refiero a que mi trabajo básicamente empieza en la cabeza, en una idea, y a partir de eso decido el medio que voy a utilizar para desarrollarla, puede ser una escultura, una instalación, un video; depende de las necesidades que tenga la idea, es la técnica que uso”. Rico estudió arquitectura atraído por la creatividad que suponía esta disciplina. En una clase del también artista Jorge Méndez Blake, que mezclaba historia del arte con arquitectura, descubrió a personajes como Marcel Duchamp y Joseph Beuys: “Me di cuenta de que casi todo lo que había pensado en mi vida cabía perfectamente en lo se definía como arte conceptual, y después en cosas como el arte povera”. Otra gran influencia en la obra de Rico es la lectura de pensamiento filosófico, ciencia, ontología, matemáticas y física. “Lo que más me gusta de lo que leo es que no lo entiendo totalmente. Sentir el reto no comprender y tener que releer las veces que sea necesario, y de repente encuentro principios en estas gamas donde mi manera de pensar cabe perfectamente. Para mí, el hecho de existir y manipular la materia es más importante que cualquier principio político o sociopolítico, creo que no hemos llegado a explorar de manera total cuáles son las consecuencias de vivir en un mundo material. Es por este tipo de situaciones —que además se me hacen sublimes— por las que decido basar mi trabajo en el análisis de las relaciones que tienen las cosas entre ellas. El ser humano es una cosa, los microbios son cosas, cosas que tienen una evolución diferente a las que no tienen vida”. La lectura fue la que llevó a Gabriel Rico a descubrir el campo donde hoy trabaja: una serie de ecuaciones estéticas en la que se sustituyen letras por objetos. “En muchos libros que leía, leía que los matemáticos y los físicos hablaban de una belleza sublime en las matemáticas y las formas y los números y por más que me esforzaba yo no la podía ver. Decidí, '¿qué pasa si sustituyo las letras y los números por objetos con los que siento una atracción o cierta conexión?' Así fue la primera vez que sustituí la raíz cuadrada de un 9, en lugar del 9 puse una piedra… No conocía a nadie que estuviera explorando ese camino donde la matemática y la física —principios estéticos de la composición de ecuaciones— se estén utilizando en la producción de arte contemporáneo. Ahí fue donde empecé a desarrollar la relación entre la naturaleza y la geometría, las matemáticas y la antropología, y es una de las líneas más contundentes que estoy explorando y que seguiré explorando en los años que vienen con mi trabajo”. Este 2020, Gabriel Rico prepara una obra comisionada por la Bienal Femsa, que se va a llevar a cabo el 15 de octubre en Pátzcuaro, Michoacán; consiste en un castillo de pirotecnia de 18 metros de alto, en el cual trabajará con figuras que integra habitualmente a sus obras: la botella de coca cola, el fuego, el cráneo, el bistec, las salchichas, las hojas; el castillo lo hará con artesanos de Pátzcuaro. “La idea es que la pieza se quede en la Colección Femsa; una de las cosas que estoy pidiendo es que cada vez que la pieza se vaya a replicar tenga que hacerse con el mismo taller con que yo lo hice. Si esto sucede, significa que le estoy generando trabajo a un taller”. El artista prepara además dos exposiciones nuevas, una en la galería Perrotin, de París, y otra en la galería OMR, para septiembre, en donde hará obras con realidad virtual. “Lo que está pasando en mi práctica es que cada proyecto se convierte en una investigación de materiales y de posibilidades estéticas en donde todo tiene que tener coherencia. Por eso no tomo tantos proyectos al año”. Sobre su forma de trabajar, Rico explica: “Lo que intento es lograr que los objetos sean recontextualizados para tener una visión, una percepción diferente de ellos, a partir de la suposición que hago de su nuevo contexto. Y, por supuesto, entender que lo que estoy haciendo no es sólo cambiando un objeto de un lugar a otro, sino que estoy haciendo esa suposición con el objeto como parte de algo que nos podría definir como raza. No es que esté descubriendo una nueva manera de ver a la sociedad. Mientras haya personas interesadas en mi trabajo voy a seguir haciendo reflexión sobre nuestra condición de humanos en este momento de la historia”. Gabriel Rico argumenta que toda su obra y su carrera ha estado basada “en trabajo duro, en ganarme becas a nivel nacional e internacional, hacer residencias en todo el mundo; nada de esto me lo regalaron, todo me lo he ganado con mi trabajo. Este trabajo me da la posibilidad de tener una libertad elegida, y lo único que me gustaría al final es no perderla”.