El Universal/La Voz de MichoacánMéxico. Rebecca Solnit (Estados Unidos, 1961) ha escrito más de 20 libros sobre feminismo, medio ambiente, historia, insurrección, fotografía, poder popular, el acto de caminar, el surgimiento de comunidades en el desastre, la importancia de la esperanza en medio de la oscuridad, así como una trilogía de atlas de ciudades. La ensayista, que estuvo en México a finales del año pasado invitada por la Feria Internacional del Libro de Oaxaca, es considerada una de las feministas más serias de Estados Unidos. La discusión que propició su ensayo “Los hombres me explican cosas”, que se publicó originalmente en la editorial TomDispatch.com en 2008 y que en 2018 editó en México Antílope, dio pie al término mansplaining, un neologismo que se ha traducido al español como machoexplicar, hombre-explicar o mansplicar, porque lo que describe es el tono pedagógico que utilizan ciertos hombres al hablar de temas sobre los cuales sus interlocutoras mujeres poseen mayor conocimiento, pero ellos se asumen como expertos. La historiadora, periodista, defensora del medio ambiente y crítica de arte, que fue educada desde la guardería hasta el posgrado en el sistema de educación pública de California, en entrevista con EL UNIVERSAL habla sobre medioambiente, marginación, los avances del feminismo y sus desafíos así como sobre su ensayo “Los hombres me explican cosas”, que Ediciones Antílope ha publicado bajo el título “Habla”, que reúne también el trabajo “La voz pública de las mujeres” de la profesora de la Universidad de Cambridge, Mary Beard. Rebecca Solnit, quien ha obtenido una beca Guggenheim y recibió el National Book Critics Circle Award y el Lannan Literary Award, asegura que la mayoría de las mujeres libran dos batallas en dos frentes: “una por la causa que les concierne en el momento, y otra por el simple derecho de hablar, de tener ideas, de que se les reconozca como poseedoras de hechos y verdades, de ser valiosas, de ser humanas”. ¿Ve avances en el feminismo que se hace escuchar en este siglo XXI?, ¿ha avanzado desde que empezó a escribir a la actualidad? Sí. Comencé a publicar en 1983, hace 36 años, o sea hace más de un cuarto de siglo. Nací en 1961 y desde entonces ha habido muchas revoluciones para reconocer y proteger el ambiente, las defensas de los feminismos, los derechos de civilidad; he visto muchas cosas, la gente me pregunta qué pasó en los últimos años. Por ejemplo, aún se ve todo muy dramático y sin embargo todo ha cambiado, hemos avanzado, pero no quiere decir que sea suficiente. Es un proceso, tenemos mucho camino que recorrer; en estos últimos años se ha consolidado fuerte el feminismo. No es un triunfo, pero es un gran principio. ¿El feminismo hoy es más fuerte? Cuando comencé a escribir, las conversaciones sobre feminismo, razas y otras muchas cosas estaban muy primitivas y no existían comparadas con lo que son ahora. A veces he contribuido, a veces he aprendido de ellos; he visto nuevas cosas que me han cambiado. Los movimientos han crecido en los últimos 30 años; por ejemplo, nací en un mundo donde las mujeres no eran iguales en la ley, donde una persona no tenía la posibilidad de crecer, donde muchos eran calificados como criminales, donde la gente diferente era tratada de una forma cruel, donde el reconocimiento de los derechos de igualdad no existían como existen ahora. ¿Su mirada es muy optimista y esperanzadora? Estoy escribiendo un libro sobre la esperanza y lo raro de esto es decir que estos valores están pasando. No quiere decir que el trabajo está hecho, que no nos necesite ya, que estamos en el límite de una raza. Siempre nos quejamos de esto, pero estoy muy contenta y deseosa de ver estos cambios. ¿Puede ver que los temas de los que usted tienen una resonancia y empiezan a activarnos a las mujeres? Eso es lo que me hace tener esperanza. Yo era una chica que apenas si hablaba, era una chica a la que nadie escuchaba y no podía hablar de la violencia y de la gente que me importaba. Tuve una madre que nunca tuvo una voz y sufría de violencia doméstica, así que crecí para tener una voz en el mundo y, poder imaginarme así, ha sido inspirador y sorprendente. La tarea es cómo utilizar mi voz para beneficiar a todas esas personas que todavía no tienen voz, y decir estas historias que necesitan ser contadas para distribuir el poder, para que crezca la empatía, para darle más fuerza a la esperanza, para fomentar la esperanza. ¿Temprano se dio cuenta de las desigualdades entre hombres y mujeres? Tuve un contexto ecléctico, mi papá era un hijo de refugiados, mi mamá nieta de refugiados y había una tradición revolucionaria en la familia tanto como había misoginia. Crecí en San Francisco en los 60, fui a la escuela ahí donde muchos americanos lo veían normal, no me obligaron a tomar ninguna forma, pero siempre estuve enamorada de los libros y de las historias y luego luego que aprendí a leer decidí que quería escribir libros. Es una decisión muy fácil que tomar, pero los libros, en cuanto más escribes, se vuelve más difícil esta labor. ¿Trata de dar todo en sus libros, ser una voz? He sido influenciada por feministas, por los nativos americanos que conocí en los 80, también por los zapatistas; el subcomandante Marcos fue una gran influencia para mí como escritora, también como soñadora, eso sumado a los grandes movimientos de la globalización. Los libros vienen de estos proyectos de aprender, de conectar. El trabajo más mágico es ser curiosa y definir esa curiosidad para saber qué se puede sacar en claro de ella. En sus ensayos parte de la vivencia personal, ¿esa historia personal representa muchas de las historias de gente que la rodea? Pienso que es increíble que la gente conecte desde mi experiencia, desde mi voz. Fui una niña muy alienada, muy aislada, a veces pienso que me falta experiencia, esta experiencia inseparable para ver las cosas diferentes, para tener algo que contribuir. ¿Qué es lo que realmente sucede en los desastres?, pensamos que el paraíso está construido en el infierno, hay desastres como el terremoto del 85 en la Ciudad de México. He escrito mucho sobre ese tipo de cosas. Uso la primera persona porque es una experiencia personal, entonces hay una honestidad sobre lo que sabes de tu propia experiencia que no puedes asumir sobre la experiencia de los demás, por eso no estoy pretendiendo tener una objetividad universal. ¿Desde esa honestidad se ha vuelto voz de los que no la tienen, de las minorías, de las mujeres? Nuestro trabajo es decir historias que no han sido dichas: la experiencia de las mujeres en la violencia de género, la historia de los indígenas en las reservas, las experiencias de racismo, pero también es dar más énfasis al poder de la gente ordinaria. ¿Se ha vuelto más difícil esta lucha en Estados Unidos, México y América Latina ante el poder? Creo que en cierta forma ha sido más sencillo. El feminismo ha construido cambios extraordinarios, avances en los últimos seis o siete años como los derechos de los homosexuales, los derechos de visibilidad de los indígenas, las conversaciones sobre racismo y el movimiento climático, que en cinco años ha adquirido mucha importancia. Quizás quieras decir que la oposición que se ha vuelto más fuerte, en Estados Unidos podemos ver la supremacía blanca, el patriarcado; el hipercapitalismo tiene miedo y están peleando en las únicas formas que han pelado antes porque su dominio nunca había sido cuestionado como lo es ahora. Entonces tienen un verdadero poder y hacen un gran daño y esas no son buenas noticias, pero no creo que duren mucho; y yo realmente digo: que tus enemigos te teman es la mejor forma de saber que estás haciendo bien las cosas, porque están muertos de miedo. Claro que cada vez hay más mujeres empoderadas e independientes y creo que no lo van a poder detener. ¿Ya no es un movimiento de minorías? Ya no vamos a ser un país de minorías, sobre todo en los próximos 25 años. Las mujeres ya no dependen de los hombres para nada, como lo hacían antes; y los feminicidios están deteniéndose un poco. En Estados Unidos el feminismo está consolidándose: “pueden quitar algunos derechos, pero no puedes quitar creer en esos derechos, pueden quitar algunas cosas específicas, pero no la creencia”; no son soldados que ejerzan violencia sobre nuestros cuerpos. ¿Cada realidad es distinta, quizás para México requiera más de 25 años para ver ese empoderamiento de las mujeres? Está más industrializado ahora, en todos los lugares, en Estados Unidos. No sé cuál es presente de México ni puedo predecir el futuro porque no lo conozco lo suficiente, pero sé que lo que pasa en el feminismo es global: Corea del Sur, Pakistán, Sudáfrica, Chile, Argentina... Es un movimiento global y la conversación es global. ¿Me interesa su mirada tan esperanzadora? Quiero mantener el amor pero rechazar el optimismo, porque para mí el optimismo es creer que el mundo va a ir bien y no requiere que nos reconectemos, casi como que el pesimismo es que todo se va a al infierno, que no hay nada que podamos hacer. La esperanza para mí es que el futuro todavía no está escrito, quizás hay espacio para nosotros para participar en él y esta incertidumbre a veces es una posibilidad.