Jorge Ávila / La Voz de Michoacán El 18 de enero de 2019 explotó el ducto de Tlahuelilpan, Hidalgo, incidente en el que murieron más de 100 personas y otras tantas quedaron con lesiones físicas y emocionales que las marcaron de por vida. El incidente se registró después de que delincuentes dedicados el robo de hidrocarburos perforaron el ducto, causando una fuga que se les salió de control, por lo que cientos de personas llegaron con bidones de todos tamaños a recolectar gasolina. Ya para la tarde noche de ese día sobrevino la explosión, una imagen dantesca que dio la vuelta al mundo. Pero el caso de Tlahuelilpan, por sus dimensiones, ha sido el más mediatizado y, por ende, es el más recordado, pero como este hecho se han suscitado muchos en todo el país. Hace alrededor de 4 años, un joven, a quien llamaremos Ramiro por cuestiones de seguridad, decidió trabajar en la extracción de combustible (no quiere que se sepa dónde). Habiendo crecido prácticamente en situación de calle por provenir de un hogar desintegrado (padre alcohólico y madre fallecida cuando era un bebé), no fue a la escuela y desde niño hizo distintos trabajos. Empezaba el auge del huachicoleo cuando empezó como peón, y la paga era buena. No dice cuánto ganaba porque dice que para qué, si de todos modos todo se lo gastó. Durante alrededor de dos años se dedicó al robo directo del ducto, igual que muchos jóvenes de la región de donde es originario, ya que en algunas comunidades rurales, pese a ser un delito, lo ven como una forma más de subsistencia, la cual les generaba buenos ingresos, y a quienes comandaban las células se les reconocía socialmente por “dar trabajo a mucha gente”. La rutina de Ramiro era sencilla: dormir por las mañanas, comer y beber por la tarde y la noche y ordeñar ductos durante la madrugada. Tal fue el auge del huachicoleo, que cuando acordó, el joven de tez morena y cuerpo delgado, que en aquel entonces incluso estaba gordo, ya contaba con una buena suma ahorrada, lo que le permitió comprar una camioneta con el respectivo contenedor, así que podía empezar a trabajar por su cuenta. Claro que “trabajar por su cuenta” es un decir, porque había que pagar por el permiso para hacerlo: desde la ordeña hasta la venta, pero tenía fondos suficientes para hacerlo. La primera vez que extrajo combustible para él, por decirlo de alguna forma, todo transcurrió normal: pagó los derechos, ordeñaron, se fueron y distribuyeron la gasolina. Hasta parecía que había futuro en eso, dice mientras le fuma a su cigarro como si no hubiera un mañana y pierde la mirada como viendo hacia un “hubiera” hipotético. A la semana siguiente pagó por volver a ordeñar. Estaba motivado, contento, y es que después de una vida de no tener ni nombre propio (pocos saben cómo se llama), cargar miles de pesos en el bolsillo le daba oportunidades que jamás hubiera tenido. Todo transcurría con normalidad, no había autoridad que lo molestara porque todo estaba arreglado, cuando en un momento determinado, sin saber por qué, la camioneta se incendió y sobrevino una explosión. Las mangas de la camisa se le incendiaron y vio arder sus manos. Cuenta que por fortuna la explosión lo aventó a unos metros de donde estaba, de lo contrario se hubiera carbonizado junto al ducto. Al sentir el calor, lo único que hizo, por recomendaciones de un funcionario estatal que, asegura, les dio capacitación, fue revolcarse para apagar su ropa. Una vez que se pudo quitar la prenda ardiente se fue corriendo, igual que quienes lo acompañaban, que al ver la explosión se desperdigaron por el monte. AP. Foto ilustrativa. Pasó semanas internado y nadie investigó la razón. Cuenta que una persona para la que había trabajado se hizo cargo de los gastos médicos, pero se rehúsa a explicar cómo pagó: “Vi muchas chingaderas, pero eso ya fue, y ya sabes que hay jales de los que no hay que decir nada”. De su época en el huachicol a Ramiro sólo le quedan las cicatrices. Se resigna al pensar que después de que le pasó eso, empezó el control de otro cártel, por lo que asegura que tanto él como otros que trabajaron en la misma época y que se retiraron quizá hoy estarían muertos, como parte de las limpias que se han hecho en la región contra quienes han querido operar por su cuenta o trabajan para grupos contrarios. Hoy es ayudante en un taller y espera juntar algo de dinero para mantener a su hija y ahorrar para irse a Estados Unidos, “si no este año, el que entra, ya el de arriba dirá”. ¿Cómo funciona el millonario negocio en el mundo? El robo de combustible forma parte de un enorme mercado negro en el mundo, y es que la también llamada “petro-piratería” es sumamente rentable, pues se estima que el robo, la adulteración y los fraudes relacionados con el petróleo y el gas generan unos 133 mil millones de dólares al año, según un estudio realizado en la Universidad de Yale. Un monto equivale al Producto Interno Bruto (PIB) de Kuwait, uno de los mayores productores de petróleo a nivel mundial. Los huachicoleros El robo de combustible es tan común en México que ya tiene su propio verbo: huachicoleo. Si en algún momento los huachicoleros fueron vistos como los Robin Hood locales, esa visión ha cambiado desde que el robo de combustible cayó bajo el control del crimen organizado. Las autoridades consideran que los cárteles de la droga participan en el negocio ilegal, de manera directa o indirecta, al cobrar "impuestos" a los ladrones más pequeños para que puedan operar en sus zonas de influencia. El centro de estudios estadounidense Atlantic Council considera que en las operaciones más sofisticadas se puede extraer gasolina por valor de 90 mil dólares en apenas siete minutos. La ganancia es significativa, descontando los 40 dólares que cuesta el día de trabajo de un huachicolero. Eso es más del doble del salario promedio que gana diariamente un trabajador, pero mucho más arriesgado que otros empleos. A inicios de 2019, el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador comenzó una campaña contra el huachicoleo, considerado uno de los grandes problemas que afectan al país. Uno de los primeros pasos de la estrategia fue cerrar las válvulas de al menos cuatro de los 13 oleoductos de Pemex para evitar la extracción ilegal de combustible. Pero con ello se interrumpió también el suministro a decenas de ciudades, provocando desabasto de gasolina en varios puntos del país. El costo es menor si se toma en cuenta que el robo de combustible provoca pérdidas fiscales cercanas a los 3 mil millones de dólares anuales. Pero el robo de combustible no sólo ha ocasionado pérdidas fiscales, también ha sido causa de cientos de asesinatos, ya que, por ejemplo Guanajuato, otrora estado tranquilo, lleva por lo menos dos años en una espiral de violencia que lo tiene ahora como una de las entidades más inseguras del país, esto por la guerra que sostienen en Cártel de Jalisco Nueva Generación y el Cártel de Santa Rosa de Lima, grupo liderado por José Antonio Yépez que comenzó dedicándose al robo de combustible. En Michoacán, por otro lado, ha sido la causa de decenas de homicidios en el corredor comprendido entre Tarímbaro y Santa Ana Maya, que es la zona de mayor incidencia en robo de combustible cerca de Morelia. Marruecos y Argelia, en burros Un atentado contra un hotel en Marrakech, en el ahora lejano 1994, provocó el cierre de la frontera entre Marruecos y Argelia, pero la decisión no ha detenido el contrabando de combustible desde el país vecino. Marruecos importa la mayor parte del petróleo y gas que consume y los precios locales de la gasolina llegaron a ser de los más altos del norte de África y el Medio Oriente en 2018. En ese contexto, la venta de gasolina y diésel robado es una práctica común en las regiones cercanas al borde con Argelia, donde habitualmente se ven caravanas de burros transportando los productos en bidones de plástico. Pero como en los últimos años los dos gobiernos han intentado frenar esa actividad, hay reportes de burros asesinados a tiros o muertos en explosiones al parecer ordenadas por las autoridades. En 2013, el gobierno de Argelia estimó que el país perdía más de mil 500 millones de litros de combustible robado y vendido en Marruecos y Túnez. La sangría negra de Nigeria Un informe de 2012 sobre la industria del gas y el petróleo en Nigeria reveló la magnitud de la corrupción y la mala administración de los recursos, con pérdidas para el país de miles de millones de dólares cada año. El documento dice que el fisco nigeriano pierde 6 mil millones de dólares anuales por el robo de petróleo. Esto en el contexto de que Nigeria, siendo uno de los mayores productores de petróleo del mundo, es al mismo tiempo uno de los más desiguales, con elevados niveles de pobreza. La delincuencia petrolera en Colombia En Colombia, sin ser gran exportador de petróleo, el crudo representa el 25 por ciento de sus exportaciones, tres veces más que el café. La delincuencia relacionada con el petróleo ha sido un dolor de cabeza durante décadas, especialmente por la participación del crimen organizado y grupos paramilitares. Un solo oleoducto, el Caño Limón-Coveñas, fue atacado más de 60 veces en 2018. Y aunque los delincuentes casi nunca refinan el petróleo robado, la Fuerza de Tarea Pegaso del Ejército anunció en 2017 el descubrimiento de 77 refinerías ilegales en un solo estado. Contrabando en Tailandia y Singapur Como anécdota quedó registrado cuando en una redada de la Policía en Malasia, en febrero de 2017, se incautaron tres carros en una gasolinera en Kota Bharu, cerca de la frontera con Tailandia. Los carros habían sido modificados para transportar depósitos secretos de combustible con una capacidad de 500 litros ocultos bajo los asientos traseros. Por situaciones como esta es que Reporte Global de Robo de Petróleo y Gasolina 2018 estima que tres millones de litros de combustible son contrabandeados diariamente desde Malasia a Tailandia. En un esfuerzo por ahorrar, hasta los conductores comunes se arriesgan: un video publicado en 2016, que se hizo viral en el sudeste asiático, muestra automovilistas de Singapur sacudiendo sus vehículos mientras llenan totalmente el tanque de combustible en Malasia, algo no recomendado por seguridad. Da para financiar al Estado Islámico en Iraq La industria petrolera es vital en Iraq, pero ha sido controvertida desde la década de los 90, como ocurrió con el Programa Petróleo por Alimento, que comenzó a operar después de la primera Guerra del Golfo, permitiéndole a Iraq vender crudo en el mercado internacional a cambio de ayuda humanitaria. La iniciativa estuvo plagada de acusaciones de corrupción. Más recientemente el país ha enfrentado al Estado Islámico, que controla algunas reservas; de hecho, en 2017, expertos de la universidad británica King’s College señalaron que el petróleo es la segunda mayor fuente de ingresos de la organización terrorista, y por su parte, la empresa aseguradora JLT estimó que Iraq pierde 8 mil millones de dólares al año por el robo de petróleo.