Leo Zuckermann Esta semana he dedicado mis artículos a uno de los temas que más indignan y preocupan a los mexicanos: la corrupción. Los datos son contundentes: México es uno de los países más corruptos del mundo. Los tres candidatos partidistas –López Obrador, Anaya y Meade– han presentado una serie de propuestas para resolver este problema. No esperemos, sin embargo, que este cáncer su cure de la noche a la mañana. El tema, en realidad, tiene que ver con la debilidad del Estado de Derecho que genera un alto índice de impunidad, tanto para los que asesinan, secuestran o se roban el dinero de los contribuyentes. Pero, de que se puede, se puede. Ahí está el caso de Brasil. Esta semana estuvo en México el juez brasileño Sergio Moro, el famosísimo juzgador del caso Lava Jato, la desviación de miles de millones de dólares de la empresa Petrobras. De ahí salió, también, los casos de sobornos que la constructora brasileña Odebrecht repartió por América Latina, el Caribe y África, incluyendo a México. El juez Moro ha procesado y sentenciado a docenas de funcionarios públicos y directores y dueños de empresas. Mandó a la cárcel nada menos que a uno de los empresarios más ricos de Brasil, Marcelo Odebrecht. Al popular ex presidente, Lula da Silva, lo condenó a nueve años y medio de prisión por corrupción y lavado de dinero. Se trata, por increíble que parezca, de un simple juez federal con sede en la ciudad de Curitiba. Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad tuvo la excelente iniciativa de traer a Moro a México para hablar de su experiencia. Gracias a eso, tuve la oportunidad de platicar con Moro(la entrevista se trasmitirá el miércoles 14 de marzo en Es la Hora de Opinar por FOROtv). Le pregunté qué es lo que explicaba que, de repente, en Brasil, sí se estuvieran investigando y castigando los casos de corrupción. Inteligente y cauto, Moro me respondió que se trataba de una confluencia de distintos factores. Para empezar, la transición a la democracia en ese país permitió la construcción de instituciones con la autonomía y capacidad para perseguir a los corruptos. Fue muy enfático en subrayar que no sólo el Poder Judicial de Brasil tiene la independencia necesaria sino también la policía y fiscalía federales. Ambas instituciones dependen jerárquicamente del Presidente pero, en la práctica, existe una tradición de gran autonomía de los equipos que investigan y arman los casos para llevarlos a los jueces. Al aire y fuera de éste merepitió varias veces que su trabajo dependía de la policía y los fiscales: si pudo condenar a Odebrecht y Lula fue porque contó con la evidencia sólida de su culpabilidad. Pero hay más. Una institución que ayudó mucho en Brasil fue la delación premiada. Lava Jato comenzó como un pequeño caso de corrupción donde los culpables recibieron sentencias menores a cambio de delatar a “peces más gordos”. Así fue escalando hasta las más altas esferas gubernamentales y empresariales. Para evitar que los beneficiarios de la delación se zafen de sus condenas confesando puras mentiras, se les exige pruebas sólidas más allá de sus declaraciones. En este sentido, según Moro, resulta fundamental seguir la ruta del dinero. No es fácil, se requiere de la cooperación internacional, pero con paciencia y experiencia pericial es posible encontrar los recursos que fueron malversados. Ya cuando se tienen pruebas junto con declaraciones, el juicio se torna más sencillo. Morotambién mencionó la presión y el apoyo social en la lucha contra la corrupción como un factor que contribuyó a la persecución de culpables. La irritación en Brasil llegó al punto de que decenas de miles de personas salieron a las calles en distintas partes del país a protestar en contra de los corruptos. No me lo dijo, pero el juez sabía que tenía la razón legal y legítima de un pueblo harto de tantos abusos. El tema es abatir la impunidad, concluyó Moro. Y tiene toda la razón. Eso es lo que nos falta en México. Que los que cometen delitos, terminen en la cárcel, incluyendo aquellos que se roban el dinero de los contribuyentes. En realidad la receta parece fácil: autonomía de las instituciones judiciales (policías, fiscales y jueces), delación premiada, capacidad de investigación y apoyo social. Cuatro elementos que se requieren para que México, al igual que Brasil, combata una corrupción que ahoga. De que se puede, se puede. Twitter: @leozuckermann