Aunque hoy Salma Hayek esté considerada toda una sex symbol y un icono de la exuberancia latina, lo cierto es que esta nativa de Veracruz no siempre estuvo cómoda mostrando sus atributos físicos delante de la cámara, incluso cuando de hacerlo o no dependía el futuro de su carrera. Así sucedió en el rodaje de Desperado, la primera producción estadounidense en la que participaba y que supuso para ella un verdadero bautismo de fuego. Retrocedamos a principios de los años 90, cuando una Hayek veinteañera que venía de protagonizar la telenovela mexicana Teresa y la película El callejón de los milagros (por la que fue nominada a un Premio Ariel, y que hoy sigue siendo la película más premiada del cine mexicano), se instala en Los Ángeles para probar suerte en la industria de Hollywood. Pese tener un nivel bajo de inglés y padecer dislexia, nuestra actriz estudia interpretación en el prestigioso centro de Stella Adler, movida por su intensa pasión por el cine y el sueño de convertirse en estrella. Pero aunque en su país muchos ya reconozcan su rostro, en Hollywood aún es una perfecta desconocida por la que nadie parece sentir el menor interés. Por aquella época, Robert Rodriguez está preparando su próxima película, una especie de secuela de El mariachi –el largometraje de 1992 que rodó casi él solo con apenas 6,400 euros (7,000 dólares) y que inesperadamente se convirtió en la sensación del Festival de Sundance de 1993 y fue adquirida y distribuida con gran éxito por Columbia Pictures (ostentando el récord de la película más barata con una recaudación de un millón de dólares). Aquella demostración de talento prematuro exigía una continuación a la altura, que presentara a Rodriguez como cineasta capaz de manejar grandes presupuestos sin perder un ápice del dinamismo y la energía que habían cautivado al público de El mariachi. ¿Cómo iba a hacerlo? La idea de Rodriguez era aprovechar el tirón de su primer trabajo para ofrecer una continuación de esa historia que al mismo tiempo hiciera las veces de reboot mejorado y amplificado. Por ello, más allá de contar con el respaldo de Columbia Pictures y todo lo que ello implica a efectos de recursos y equipo creativo, el texano entendió que el reparto iba a ser un factor clave en el éxito o fracaso de su proyecto. Si al rodar El mariachi había tenido que conformarse con emplear a su amigo Carlos Gallardo para el papel protagónico, en esta ocasión necesitaba una verdadera estrella latina emergente. Esa estrella acabó siendo Antonio Banderas, que envuelto en el prestigio de Almodóvar y tras su exitoso aterrizaje en Hollywood con Los reyes del mambo, Philadelphia y Entrevista con el vampiro, buscaba consolidarse en Hollywood como actor protagonista, y, por qué no, también como héroe de acción . Fichado el malagueño para interpretar al mariachi de armas tomar, a Rodriguez se le presentó el reto de encontrar una actriz para interpretar a Carolina, la mujer que salvada por el protagonista y que desde entonces le cura y acompaña en su sangrienta venganza, además de protagonizar un momento de lo más sensual con él. Tras una extensa búsqueda -que incluso contó con Jennifer Lopez participando en el casting mucho antes de dar el salto con Selena-, Rodriguez y su esposa de entonces, Elizabeth Avellan, dieron con la desconocida Hayek y vieron en ella la candidata perfecta para hacer pareja con el actor malagueño. Así pues, todo estaba listo: el grueso del rodaje se llevaría en la mexicana Ciudad Acuña y comenzaría el 24 de octubre de 1994. Hayek estaba emocionada por lo que iba a ser su presentación formal ante el público estadounidense. ¿El único problema? Seguía sin dominar el idioma en el que iba a rodar toda una película. Según Hayek, las advertencias sobre su falta de fluidez en inglés la habían llenado de miedos y complejos. “Me habían dicho que mi acento recordaría a la gente de Hollywood a sus limpiadores mexicanos”, recordó la actriz a The Sun en 2012 (vía Latina). “Cuando la película se estrenó los críticos dijeron “Salma Hayek es un bombazo”. Eso me confundió porque pensé que decían que la película se había estrellado, que había fracasado, y que era todo por mi culpa”. Pese a todo, la actriz hizo de tripas corazón y memorizó escrupulosamente sus frases para evitar conflictos en el rodaje. Pero más allá de la barrera idiomática había otro obstáculo que la veinteañera tendría que superar: su reparo en interpretar una escena de amor como Dios la trajo al mundo. Recordemos el momento en cuestión: la vida del mariachi protagonista ya se ha cruzado con la de Carolina, la despampanante propietaria de una librería que causa accidentes de tráfico solo con caminar por la calle. Ambos yacen en la cama mientras él toca unos acordes con su guitarra. El roce es inevitable y Carolina empieza a besuquear el cuello del mariachi, tras lo cual ambos personajes se funden en un intenso beso y la guitarra acaba en el suelo. Entonces, frente a una pared repleta de velas encendidas, un montaje rápido –aunque no tanto como para que podamos distinguir claramente a los actores– nos muestra a ambos ya desnudos y haciendo el amor en diferentes posturas, al ritmo de las guitarras de la banda de rock tex-mex Los Lobos. Seguidamente, la espuela del mariachi recorre la silueta de Carolina, deteniéndose especialmente en sus nalgas. El mariachi besa el cuerpo de su amante y se reanuda el acto amoroso –que culmina con gestos de cariño y risas. Lo cierto es que casi todo lo que vemos de Banderas y Hayek son perfiles poco iluminados, a excepción de un par de planos rápidos en los que el pecho de Hayek resulta claramente visible. Pero eso no quita que la escena tuviera que ser rodada con ambos despojados de sus ropas, simulando el acto sexual delante de todo un equipo de rodaje. Y si bien Banderas venía curtido en lo que a este tipo de secuencias “subidas de tono” respecta, Hayek solo contaba con la experiencia limitada de El callejón de los milagros –cinta que, a diferencia de esta, no vieron millones de personas en todo el mundo. Pero la actriz pensó que era su gran oportunidad y que no estaba en situación de poner peros a las exigencias del guión. “Era mi primera oportunidad de rodar una película estadounidense y sabía que tenía que aceptarlo”, recordó Hayek. “Llegué a llorar de verdad. No quería estar desnuda frente a la cámara y pensaba: “¿Qué van a pensar mi madre y mi padre de esto?”. Según contó la actriz a Cinemanía, los nervios hicieron presa de ella en el momento de rodar la escena. “Recuerdo que solo decía: ¡Que no me toquen y que no me quiten la ropa! Me encerré en el baño, me dieron tequila y empecé a llorar. Fue muy duro”. Por suerte, Hayek pudo recomponerse y rodar la tórrida escena –que, todo sea dicho, está ejecutada con bastante buen gusto por parte de Rodriguez–, demostrando una química explosiva con Banderas que, sin duda, fue clave para el éxito de la película. Con un presupuesto de apenas 6,5 millones de euros (7 millones de dólares), Desperado recaudó en todo el mundo 23,5 millones de euros (25,4 millones de dólares) y generó toda una legión de fans del mariachi pistolero. En 2003, Rodriguez regresaría con la conclusión de su llamada “trilogía de México”, El mexicano / Once Upon a Time in Mexico, donde volvió a reunirse con Banderas y Hayek (además de incorporar a la saga nombres de la talla de Johnny Depp, Mickey Rourke y hasta Enrique Iglesias). La conocida amistad del director con Quentin Tarantino hizo que ficharan a Hayek para interpretar a la sensual vampira Santanico Pandemonium en la película de 1996 que ambos co-escribieron y que dirigió el texano, Abierto hasta el amanecer. Además, Rodriguez volvería a contar con Hayek para Spy Kids 3-D: Game Over, la tercera entrega de su saga de acción familiar. Por su parte, Hayek aprovechó su recién adquirido estatus de sex symbol para obtener papeles en cintas como Wild Wild West o Dogma –cintas muy dispares en las que, no obstante, la actriz siempre acababa ejerciendo de reclamo sexual. Su gran oportunidad para ser tomada en serio como actriz no llegaría hasta 2002, cuando produjo y protagonizó el biopic Frida y fue nominada al Óscar, el Globo de Oro, el SAG y el BAFTA –además de cosechar un gran éxito de crítica y taquilla en todo el mundo. Sin embargo, años después y a raíz del escándalo de Harvey Weinstein, la actriz publicó un artículo en The New York Times afirmando que el magnate y productor la había acosado y que había llegado a abusar de ella durante la producción de Frida. Pero el posible trauma de Desperado demostró ser pasajero y el ascenso de Hayek, imparable. Entre 2006 y 2010 fue la productora ejecutiva de Betty, el premiado remake estadounidense de la popular telenovela colombiana Yo soy Betty, la fea, que tuvo cuatro temporadas entre 2006 y 2010 (y en el que llegó a darse un papel a sí misma como la editora Sofia Reyes). La mexicana repetiría su experiencia televisiva interpretando a Elisa Pedreda en siete episodios de la serie 30 Rock, y en 2011 también se estrenaría en la animación de primer nivel junto a su amigo Banderas, poniendo voz a Kitty Patitas Suaves en el exitoso spin-off de la saga Shrek, El gato con botas. Casada desde 2009 con el multimillonario François-Henri Pinault (con quien tiene una hija, Valentina Paloma Pinault), hoy Hayek lleva una vida desahogada y se permite elegir con suma precisión sus proyectos. A sus 53 años, aguarda al estreno de The Hitman´s Wife´s Bodyguard, la secuela de El otro guardaespaldas (2017) –en la que volveremos a verla compartir cartel con el malagueño. Y por si fuera poco, también sabemos que interpretará a Ajak en Los Eternos, la nueva saga de Marvel destinada a ocupar el vacío que dejó la conclusión de Vengadores. https://www.youtube.com/watch?v=wkvj44veWVE&feature=emb_logo Pocos habrían apostado a que aquella preciosa muchachita de Veracruz acabaría convirtiéndose en estrella de Hollywood y llegaría a ser una de las figuras latinas más relevantes del mundo. Pero Hayek aseguró que nunca tuvo dudas sobre su futuro, ni siquiera en los momentos más difíciles al comienzo de su carrera. “Siempre supe que lo conseguiría. Cuando dicen “conseguirlo” en inglés, significa ser una estrella. Pero para mí no significa tener un gran éxito, sino simplemente ser capaz de hacer lo que quieres hacer en la vida. Eso es suficiente”.