Mateo Calvillo Paz La situación de México no está perdida. Hay pistas de salida al alcance de nuestra mano. Necesitamos hacer cambios importantes en el individuo. Escuché una vez una plática de un grupo de políticos, estaban exaltados, embriagados en la emoción de su proyecto, se transportaban, no pisaban la tierra. Estaban en otra realidad. Cambiar esta situación de emergencia, a pesar tanta corrupción y vacío de valores trascendentes, es posible. Necesitamos tocar el resorte secreto para que los hombres del poder recobren el juicio y vuelvan a la realidad, se haría un bien inmenso a la persona de los líderes y a las ´mayorías de México. El poder de cambio existe en las capacidades ilimitadas del espíritu humano y existe en Dios todopoderoso. El milagro puede producirse, podemos revertir la decadencia que nos tiene sumidos en la corrupción, impunidad, vacío de ley. Podemos aportar un granito de arena en el afán de liberar a México de los malos gobiernos y elegir un gobierno bueno, honesto que nos lleve por las sendas de la transparencia y del progreso auténtico para todos, primero para las mayorías pobres. El poder y las grandes riquezas marean al individuo, lo enajenan, lo atan con cadenas y lo llevan a una especie de esquizofrenia. Es la locura. Lo hacen perder piso y flotar en el vacío. Es el caso de un candidato que desprecia las críticas fundadas. Las descarta de antemano porque afirma que están mal. Afirma con soberbia: “no nos alcanzarán”. Pretenden ser demiurgos o demonios, muy por encima de su condición de mortales, se sienten inalcanzables, invulnerables. Sus seguidores caen fácilmente en la patraña. Otro error que arrastran los aspirantes al poder es su soberbia absoluta, ciega, por la que se sitúan por encima del bien y del mal. Se creen la fuente de la moral, consideran bueno moralmente todo lo que les pega en gana, se toman como un falso dios, con poder para definir el bien y el mal. Creen tener el poder de purificar a los criminales. Finalmente caen en el relativismo e inmoralidad, en lo absurdo. Se muestra la persona humana como es, aparece el arquetipo del mal presente y activo en su naturaleza. Es la primera rebeldía que hace acto de presencia en los orígenes, en el primer pecado de la primera pareja humana. No se debe soslayar la presencia del mal en el corazón del hombre, que aparece en la convivencia humana. No todo lo que hacen los políticos, gobernantes y ciudadanos es perfecto. El hombre hace el mal como aparece en la corrupción, la maldad y tantos delitos. Asumir la presencia del mal en las relaciones humanas, es una pista escondida para sanear las campañas presidenciales de la guerra sucia y vergonzosa, de la visión maniquea en que los partidos ocultan sus crímenes y pregonan sus logros, de la mentira, de los intereses mezquinos, ocultos. En un mundo pragmático y convenenciero hay que recuperar la sabiduría para ver la verdad del hombre. El biblista Ignacio Martínez Aureoles en una conferencia afirma: “desde la pretensión del hombre de ser Dios y por tanto su propia norma y criterio (ver Génesis 3) las posibilidades del hombre para salir de su propio egoísmo, pasiones, ambiciones, en una palabra de sus proyectos de muerte, son inútiles…” Si la sabiduría guía nuestras decisiones seremos capaces de conocer críticamente a nuestros candidatos y de elegir a los que nos saquen de la corrupción y tanta maldad. Así, tranquilamente traicionan sus principios a sus compañeros de partido, caen en la incoherencia, corrupción y falsedad, se venden cínicamente. Construyen un mundo diabólico de ambiciones, bajas pasiones, crímenes, con el sufrimiento de la clase de abajo que va portando a la clase de privilegiados. Cuando los poderosos ponen los pies sobre la tierra respetan un código de ética, el Estado derecho para buscar servir a la persona y sus derechos fundamentales con el bien común. Ninguna persona sensata va impunemente contra una cultura de hondo sustrato religioso y moral, que tradicionalmente distingue entre el bien y el mal, la verdad y la mentira e identifica a los falsos profetas. El pueblo humilde no se engaña tan fácilmente cuando los candidatos buscan dar fuero a los criminales poniéndolos en la lista de los plurinominales, una figura que debe desaparecer para darles fuero.