Héctor Jiménez / La Voz de Michoacán Morelia, Michoacán. El Templo de la Cruz de Morelia puede ser considerado como uno de los centros religiosos menos destacables del centro de la capi-tal michoacana en la actualidad y, si bien algunas fuentes apuntan a que tuvo un origen humilde, también se hace referencia a que fue uno de los edificios más suntuosos de la antigua ciudad, sujeto de saqueos y remo-delaciones, hasta llegar al día de hoy en que todavía mantiene parte de su esplendor, además de una ubicación privilegiada y formar parte de la conocida Visita de los Siete Templos. Numerosas fuentes coinciden en que la construcción fue ordenada por el padre Nicolás de la Serna, quien era considerado uno de los hombres más importantes e influyentes de la antigua Valladolid, en tanto que las labores de construcción se llevaron a cabo desde 1680 a 1690. Sin embargo, hay información que apunta a que antes de dicho proyecto, el sitio religioso era “una pequeña ermita de adobe construida por dos franciscanos que llegaron a esta región con el fin de cristianizar y dar culto alas llagas de Jesús y a la Santa Cruz. En su interior solo había una imagen del crucificado”. “Tuvieron que pasar cien años para que en Morelia se diera impulso a las construcciones monásticas de Morelia para que la simple edificación de techo de teja se convirtiera en el templo que hoy podemos visitar”, se lee en un blog de viaje de Diana Patricia Montemayor. En tanto que la página Michoacán Travel señala que después del impulso a las iglesias y, una vez concluidas las labores de los finales del siglo XVII, el nuevo templo fue uno de los más desatacados de la antigua Valladolid. Fue una de las iglesias suntuosas del siglo XVIII, poseía gran cantidad de obras de arte”. Así como el sitio de programa Destino México hace referencia a “12 altares espléndidamente decorados en oro”. No obstante, la riqueza de este templo, en el que también se refieren bienes, alhajas y lienzos, lo hizo objeto de numerosos saqueos durante las décadas siguientes. Adicionalmente, en el siglo XX, por órdenes del obispo Don Atenógenes Silva, se remodeló la iglesia, elevándole el techo y reformándose el altar mayor. En esta época, según se señala, el centro religioso estaba provisto todavía de un cementerio localizado al frente. El siguiente cambio para el espacio de culto fue que, a partir de 1920, los Misioneros del Espíritu Santo, tomaron el liderazgo de la parroquia. Diversos sitios de turismo, consideran que a pesar de los saqueos y los cambios que sufrió dicho templo, aún hay retablos, además de que posee nuevos encantos y “cierta magnificencia con una ecléctica arquitectura”.