Jorge A. Amaral A pesar de que hace 20 años hubo un cambio de régimen, pese a que los partidos de oposición poco a poco vinieron construyendo la alternancia para concretar la democracia, con todo y que tenemos un árbitro electoral, en México pareciera que no hay ciudadanos, que no hay electores. Más bien a ratos parece que somos niños. Durante décadas, el PRI mantuvo un esquema de paternalismo que, mediante programas sociales, operaba algunas dádivas, sobre todo al acercarse tiempos electorales. De ese paternalismo gubernamental priista salió el esquema Solidaridad en tiempos de Carlos Salinas de Gortari, por medio del cual se mantenía a la ciudadanía infantil sometida, con el miedo de que se les quitaran los apoyos. No se generaban esquemas de emprendimiento, sino que al agricultor se le daban palmaditas en la espalda, algunos bultos de semilla o fertilizante y que se las arreglara como pudiera, y si era un obrero, debía bastarle con tener seguro social, y por eso es que en México se arraigó la idea de trabajar en el gobierno, de tener un hueso, un empleo que, mediante la plaza, garantizara que no iba a haber nada de qué preocuparse. Así, entre apoyos populistas y con el Estado como el principal empleador de este país, se arraigó en los mexicanos la imagen de Papá gobierno, el que todo lo sabe, todo lo ve y todo lo puede. Pero luego, antes de la alternancia política, el presidente Zedillo, que tenía encima una crisis económica y al EZLN, mantuvo el mismo esquema asistencialista de Solidaridad, pero para dar la idea de que lo peor había pasado, nos vendió la idea del avance con el programa Progresa. Aun así las cosas seguían como antes. En el año 2000 las cosas parecía que cambiarían, pero todo quedó en gatopardismo porque las prácticas siguieron siendo las mismas. Vicente Fox se presentó ante los mexicanos como un papá buena onda, divertido, franco y dicharachero, lejos del papá priista, que era más bien acartonado, serio, formal y amante de los títulos nobiliarios. Pero el Papá Gobierno foxista siguió con el paternalismo como vía para mantener el control, y el mismo esquema de asistencialismo populista siguió en operaciones, con muchas despensas ante la falta de empleos, con becas estudiantiles ante la falta de ingresos de los padres de familia. Si ya con Salinas se había apelado a la Solidaridad y con Zedillo tuvimos Progresa, con Fox se abrió un nuevo horizonte, lleno de expectativas, ilusiones y, sobre todo, Oportunidades. Durante la tutela del PAN también se retomó la imagen del Coco. Ojo en esto: durante el periodo de la Guerra Fría el Coco lo encarnaban los comunistas, esos seres funestos que querían apoderarse de nuestro bello país para hacerlo un país comunistas, socialista, marxista, leninista. No importa que choquen, para nuestro padre gobierno de los 60 eran lo mismo, y todos usaban cabello largo. Con Fox, el Coco de manera gradual fue encarnándose en Andrés Manuel López Obrador. El gobierno nos alertó del Coco tabasqueño, y por eso hizo cuanto pudo por ponerle piedras en el camino, desde la guerra sucia hasta el desafuero. Al final del sexenio, la tutela mexicana la asumió Felipe Calderón, quien se distrajo del Coco tabasqueño y creó otro: el Narcococo. A partir de ese sexenio, los grupos delictivos encarnaron todos nuestros miedos, y nosotros, al fin niños, como hijos de un alcohólico y golpeador, lo único que pudimos hacer fue escondernos bajo la cama, taparnos los oídos y simplemente llorar a los muertos de un sexenio en que México estuvo movido por el miedo. Mientras tanto, el esquema de dádivas asistenciales seguía su curso. Ya no era aquel lejano y primigenio Solidaridad, era el visionario Oportunidades, cuya finalidad era Vivir Mejor. Así, ese mal padre nos golpeaba en la noche pero a la mañana siguiente nos compraba dulces mientras nos decía que era por nuestro bien, que él se preocupaba por nuestra seguridad y ya sabe usted, todas esas estupideces que dice un papá violento cuando le llega ese breve instante de sobriedad matutina. Al final del periodo tutelar de Felipe Calderón pasamos al cuidado de un papá diferente. Este era más bien del tipo ejecutivo, de esos que trabajan todo el santo día y nunca tienen un segundo para escuchar a sus hijos. Este papá nos vendió la idea de que estábamos muy cerca de ser ricos, y hasta nos impulsaba a actuar como juniors para que, llegado el momento, supiéramos cómo desenvolvernos en sociedad. Con reformas estructurales, este papá nos hizo presumidos y arrogantes, y por ello el Coco ya no eran las máquinas de guerra desplegadas por todo el país. Ahora el mayor miedo no era, por ejemplo, ser asesinados, sino no tener para el entierro; no se le tenía miedo a la ignorancia, se le temía a que ésta se evidenciara, de ahí el éxito de los videos en los que el presidente se enfrascaba en un duelo a muerte con el idioma inglés, o de cuando una niña imprudente y majadera corrigió al entonces secretario de Educación. Pero también, igual que tutelas anteriores, el esquema de dulces a cambio de maltratos siguió con un nombre aún más motivante: Prospera. Y es que de la Solidaridad en tiempos de crisis pasamos a la idea de Progreso, creando Oportunidades, pero ahora, ya con el desarrollo en la mano, sólo nos quedaba prosperar, o como dijera Jolopo, administrar la riqueza. No llegamos a la mayoría de edad Este gobierno no ha sido la excepción en cuanto al trato paternalista. Por un lado, la administración ha tratado de vendernos la idea de que la corrupción es el Coco, y por eso saca videos de políticos panistas y acusaciones hacia la última administración priista, pero el intento se viene abajo cuando sale el propio hermano del presidente recibiendo dinero para la campaña. Los miedos han cambiado, porque hoy se le tiene miedo a la delincuencia, pero también nos llena de pavor ser víctimas de la pandemia, tanto en lo médico como en los económico, porque tan caótico es resultar contagiados como quedarnos sin empleo, dada la precariedad en que se vive en este país. Por eso, para distraer esos miedos, el gobierno ha ideado esquemas de sometimiento mediante los cuales nos sentimos protegidos. Por un lado, el partido en el poder, por medio de sus diputados y voceros, ha emprendido la campaña contra la comida chatarra, porque ahora sí, el gobierno asume sus responsabilidad y no nos quiere obesos porque le salimos caros al Estado. Porque somos esos niños gordos y a nuestros padres les sale más barato implementar una dieta que comprar ropa más grande. Esa medida, que pareciera progresista, en realidad es autoritarismo y paternalismo puro, porque así el gobierno nos cuida de nosotros mismos quitándonos aquello que nos puede hacer mal. Y si por alguna razón tratamos de salirnos del huacal, la administración se pone una sábana blanca en la cabeza y nos corretea por toda la casa murmurando “¡bu!, soy la corrupción de gobiernos pasados!”, y entonces corremos al otro cuarto, y para esto el gobierno ya se quitó la sábana y, entrando a la recámara, nos tranquiliza. “La corrupción es cosas del pasado, aquí estoy yo para evitar que vuelva”, nos conforta mientras nos da palmaditas en la espalda. Es triste ver que a estas alturas, a 20 años de que la alternancia en México se concretó, los mexicanos seguimos siendo como niños para el gobierno, que sigue protegiéndonos mediante la coerción, pero también trata de contarnos cualquier cuento chino para mantenernos tranquilos y nos infunde miedo o para que no estemos dando lata y nos resignemos con lo que hay. Y es que los mexicanos no hemos aprendido a ser ciudadanos, somos niños votantes, manipulables e ingenuos. ¿Recuerda que párrafos arriba le hablaba del Coco comunista de la Guerra Fría? Bueno, esa tétrica figura ha sido implantada por la o posición más ultraderechista, tratando de hacernos creer que AMLO es la mismísima encarnación de Stalin, y para infundir ese miedo unos y otros porque ya lo tienen, es que cada semana salen con sus playeras del FRENAA. Por eso urge que alcancemos la mayoría de edad, y cuando eso suceda, se lo aseguro, sabremos elegir como adultos y como tales no necesitaremos que se nos asuste con la manga del muerto, pero para eso todavía falta, y mucho. Al tiempo. Ya se destapó Esta semana, Silvano Aureoles se destapó como aspirante a la candidatura perredista rumbo a la Presidencia de México. No es la primera vez, no es de extrañar, ya son bien conocidos los anhelos del gobernador, la pregunta es cómo. Seamos francos, su partido ya sólo es los escombros que dejaron las malas decisiones del pasado y la ambición de la cúpula del instituto político. A menos que vaya como abanderado por el frente que ya se cocina, en el que de entrada parecen ir el PRD y el PAN. Foto: Cortesía. Si se unen dos o más partidos, y los dos están de acuerdo con postular al michoacano, puede que le haga daño al partido lopezobradorista. Pero si el PAN, por ejemplo, es más fuerte que lo que hoy queda del PRD, ¿aceptarían postular a Silvano Aureoles en lugar de algún panista que al interior de su partido haya hecho más méritos? Y, siguiendo con la especulación, si a esa alianza se sumara el PRI, ¿qué tantas oportunidades tendría el gobernador michoacano? Es muy pronto para hacer pronósticos, pero posiblemente habría voto de castigo hacia Morena, por el descontento de mucha gente por el engañoso manejo de la pandemia, el magro crecimiento económico, los tímidos resultados en materia de seguridad, los arrebatos del presidente y, claro está, la guerra sucia, la creación de más Cocos, más figuras fantasmagóricas para espantar a la ciudadanía. Postdata: no pues chavos, no sean así Con todo y que hubo irregularidades desde el principio, con todo y que se tuvo que reponer el proceso de selección parta ingresar, con todo y las aspirantes con los códigos del examen pintados en las uñas, que parecían fichas de dominó, ahora se denuncia que en la Normal de Educadoras se les exige a las alumnas de nuevo ingreso que acudan a un campamento de inducción, so pena de perder el lugar que se ganaron con el examen. Foto: Víctor Ramírez. Dos cosas. Una: el campamento es de adoctrinamiento, donde liderazgos estudiantiles y magisteriales les dan charlas sobre los docentes y sus luchas políticas. Segunda, ¿por qué el comité estudiantil tendría potestad para decir quién se queda y quién no? ¿Por qué la autoridad sigue permitiendo el autogobierno en las Normales? Menuda tarea tienen enfrente.