Gustavo Ogarrio El 11 de septiembre se cumplen 47 años del golpe militar en Chile, de ese bombardeo militar contra el gobierno de Salvador Allende y de la Unidad Popular, la memoria de la sociedad chilena simboliza cada año, de diferentes maneras y desde su presente en crisis de salud, social y económica, las marcas de tal acontecimiento, así como los 17 años de la dictadura de Augusto Pinochet que dejaron 1,990 asesinatos, 1,210 desaparecidos y más de 40,000 torturados, según cifras dadas a conocer por informes de organismos de derechos humanos. La huella homicida de Pinochet, el alcance del asalto al Palacio de la Moneda la mañana del 11 de septiembre de 1973, se resisten a ser museificados y transformados en una dolorosa anécdota que debe ya asimilarse totalmente. Es muy probable que las crisis traigan consigo nuevas formas de relación con el pasado inmediato: las evocaciones de la memoria están marcadas por el lugar que ese pasado va adquiriendo, ya sea para inmovilizarlo y abrir paso a su museificación, ya sea para su evocación política y cultural como legado que actúa en los momentos de mayor peligro. Augusto Pinochet, militar golpista que se autonombró el “salvador” de Chile ante la “lepra marxista”, también es motivo de una profunda revisión en el Chile de hoy y su lugar en la memoria es el de una omnipresencia como homicida ya incuestionable. Incluso, en algunos sectores extremadamente conservadores, paradójicamente, la figura de Pinochet perdió su condición de “salvador” de la patria al descubrirse en 1996 los desfalcos millonarios del ex dictador, cuando fue detenido en Londres a petición del juez español Baltazar Garzón para ser investigado sobre los asesinatos de ciudadanos españoles durante la dictadura chilena. Resuena por toda América Latina el “Nunca más”... nunca más gobiernos de exterminio contra la sociedad…