Rafael Alfaro Izarraraz Como puede adelantar cualquier lector de esta modesta columna, existe, de inicio, una contradicción en el título de la misma. Debería decir “pordiosero pobre”, pero no, dice “pordiosero rico”. La pregunta que surge es si existe realmente, es decir, en nuestra cotidianidad, pordioseros que sean ricos. La respuesta es evidente, no existen pordioseros ricos porque los ricos no son pordioseros, se diría de manera tajante. Ahora bien, como excepción, sí existen “vagos” o vividores que por diferentes métodos violentos se apropian de las limosnas de quien las pide, es decir, de limosneros auténticos (véase el texto de Pedro Mirando Ojeda Sobre la importancia del trabajo social en México, en: https://dx.doi.org/10.1590/S0101-90742006000100006). Es un trabajo que se refiere al siglo antepasado pero tiene vigencia algunos aspectos. Veamos, un pordiosero es una persona que pide limosna generalmente en la calle y ese es su modo de vida. A esta definición se le agrega que el pordiosero es una personas que aparte de su condición de estirar la mano para solicitar limosnas, tiene otra característica: anda por lo regular mal vestido. El pordiosero es arrojado por diferentes circunstancias a pedir limosna y a vivir de ella, sometiéndose al estigma social, su desvalorización como ser humano, la pérdida de un tipo de protección ante el poder. Como es obvio, un rico ni pide limosnas ni anda mal vestido. Lo más cercano a un pordiosero rico son personas que renuncian a sus riquezas y adoptan una vida de retiro y recato del mundo social, a través de cuya vida se inmunizan contra los valores y creencias del mundo del que se independizan. De los más conocidos es el de Kratos que renuncia a sus riquezas para sumarse a Diógenes, representante de la corriente cínica, que profesaban vivir con lo mínimo indispensable, en la mendicidad. El pordiosero rico es otra cosa, no solamente es un asunto de dinero sino principalmente es un moralizador. La idea refiere a personas ricas pero que actúan ante los pobres asumiendo una actitud que aparenta preocupación, pero que en el fondo no son capaces de desprenderse de su riqueza, ni ceder ante ninguna circunstancia que implique una merma de sus ganancias. Es una postura que refiere cierta mezquindad del pordiosero rico, que actúa discursivamente para moralizar y punto. Se puede observar en toda Europa en los siglos de la consolidación de la sociedad industrial, ante la masa de vagabundos expulsados del campo y que acudían a las parroquias de las ciudades para encontrar algún cobijo. Los ricos promovieron una moral de disciplinamiento espiritual e iniciativas para su protección, mientras el Estado condenaba la vagancia y preparaba las condiciones para sumarlos como mano de obra semiesclava en las nacientes factorías. En México y en Europa, la moralización de la vida de los vagabundos en las ciudades va de la mano del surgimiento de la preocupación moralizante de los pordioseros ricos por los pobres. Hicieron ver en los excluidos a un peligro, combinado con la sugerencia de abrir casas de asistencia y el fomento de las limosnas de la mano de instituciones que promovían la caridad, como se puede apreciar en el trabajo de Pedro Miranda. En la era de la posrevolución mexicana, según refiere María Dolores Lorenzo (Lorenzo, María Dolores. (2018), se analiza la pobreza y la campaña contra la mendicidad en la Ciudad de México, 1929-1931. Ver: Historia mexicana, 67(4), 1677-1724. https://doi.org/10.24201/hm.v67i4.3567). Pero también en España, en épocas recientes. Iván Parro Fernández, sobre la imagen de los pobres en la prensa, a finales de la última década del siglo pasado (https://www.redalyc.org/pdf/4959/495950240004.pdf). En pleno siglo XXI la moral del pordiosero rico ya no es la misma que existía hace siglos ni los pordioseros son los mismos, aunque existen reminiscencias sociales de ambos que no han terminado por ser eliminadas de manera definitiva. Por un lado, tenemos que los pordioseros han sido encapsulados en la categoría de hambrientos, en donde surge un tipo de clasificación desde el poder que en la era neoliberal jerarquiza a la sociedad en función de los ingresos (casi dos dólares) o porque carece de casa, salario, servicios públicos, educación, salud, etcétera. Los pordioseros ricos ya no son los clásicos empresarios dedicaos a la inversión de dinero en la producción, sino aquellos que ahora viven del comercio, los servicios generales o personalizados y los servicios financieros. El surgimiento del concepto de pobres y hambrientos (viene de la década de los setentas pero institucionalizado por Fox) ahora clasifica a un segmento mayoritario de la sociedad. Contempla a la mayoría de la población, ha borrado lo que antiguamente distinguía a una multiplicidad de grupos. Ha ocurrido una eliminación de la pluralidad de los núcleos sociales que antiguamente integraba a los modernos pordioseros, a los que viven en la calle, los que vagabundean sin rumbo fijo, o los que lo hacen de manera ocasional. Estos grupos se han integrado a la categoría de pobres, que se ha ampliado socialmente a desempleados, trabajadores informales, vendedores ambulantes, grupos étnicos, personas con capacidades diferentes, campesinos sin tierra, los migrantes, barrios periféricos, mujeres que viven sin pareja, etcétera. Un abanico social bastante amplio y aprehendido en el concepto de pobres y con hambre. El contexto de lo anterior emerge un proceso de pordioserización de la sociedad, al que Giorgio Agamben llama sacerización, que proviene del “homo sacer”. No quiero decir que la población ahora vive de pedir limosnas, no. La pordioserización de la sociedad significa que la población fue empobrecida socialmente por el neoliberalismo; que las instituciones que antiguamente protegían a la sociedad ya no existen; que sus ingresos han disminuyeron en ese periodo drásticamente; que el empleo se ha debilitado ante la revolución tecnológica y lo que implica el ahorro de mano de obra, así como ante el aumento de la explotación laboral; que se vieron mermadas las opciones de salud, educación y vivienda; que no existió protección laboral ante el crecimiento del outsourcing, que es utilizado para debilitar la conciencia y resistencia de quienes tienen un empleo, bueno entre otros factores. La pordioserización de la sociedad significa que a los que ahora tienen empleo, no les queda otra opción que aceptar esas raquíticas condiciones, como le pasaba y sigue ocurirendo al pordiosero arrojado a vivir de las limosnas y de las implicaciones a las que ello conducía para su condición de ser humano. Los pordioseros ricos ahora se plantan como defensores del empleo ante cualquier amenaza, como la actual pandemia, pero como en el pasado con el fin de no arriesgar la disminución de su riqueza, sosteniendo los salarios y formas de explotación que conducen a la pordioserización masiva. Pero un día, el pordiosero rico, se despierta lúcido, con la idea de regalar un millón de pesos, como una manera de ilusionar falsamente, moralizar, a los pordioseros de la globalización…