Agencias / La Voz de Michoacán Esta semana, Olivia Wilde y Harry Styles acapararon titulares por la razón más sorprendente: fueron vistos tomados de la mano en una boda. Lo sorprendente de la razón, es que se trata de algo completamente intrascendente, pero siendo días bajos de noticias, los medios armaron revuelo con las fotos que aparecieron, captadas durante la boda de Glenne Christiaansen, y Jeff Azoff en Los Ángeles, asegurando que Wilde y Styles eran pareja sentimental y dando por confirmada una relación sentimental que, hasta donde se sabe oficialmente, no existe, entre la directora de la cinta recién terminada ‘Don’t worry, darling’ y el actor/cantante/ExOneDirection que comparte créditos con la formidable Florence Pugh y Chris Pine. No solo es irresponsable dar por confirmado un “romance” por una foto en la que se ve a dos personas tomadas de la mano en un evento social con público. Peor ha sido la reacción de algunas fans de Styles que incendiaron las redes, exigiendo la lapidación de Wilde e incluso, amenazándola de muerte (la edad promedio de las autoras de estas amenazas, por supuesto, ronda los 13 años, por cierto). ¿Cómo es que se llega a esto partiendo de una foto inocente? Obviamente este no es el primer caso en que esto sucede: por décadas en Hollywood – y otras arenas – se ha especulado si fulano de tal anda o no con su coestrella en turno (que haya un porcentaje de casos comprobados, no obsta para que conste), o con cualquier otra persona que tenga cerca al momento de tomársele una foto. Así que mejor, primero veamos los hechos fríamente: Olivia Wilde (que es 10 años mayor que Harry Styles, no que esto signifique algo) se separó el año pasado de Jason Sudeikis, el padre de sus hijos Otis y Daisy, con quien estuvo en una relación desde 2012, aunque no llegaron a casarse. El anuncio de la separación, amigable a todas vistas, tuvo lugar en noviembre de 2020 – si bien dejaron claro en el comunicado conjunto que la separación había tenido lugar a principios del año y que compartirían custodia y educación Sudeikis, ex partícipe de ‘Saturday Night Live’ que ahora es protagonista del sitcom ‘Ted Lasso’ para Apple +, quien en algún momento se especuló si podría o no haber sido el padre del hijo de January Jones (Betty Draper en ‘Mad Men’), nacido en 2011, algo que sigue siendo un secreto herméticamente guardado (aunque Sudeikis ya fue descartado como el progenitor), ya era divorciado anteriormente de la guionista Kay Cannon, con quien estuvo casado entre 2004 y 2010. Por su parte, Wilde había estado casada con el aristócrata italiano Tao Ruspoli, de quien se divorció en 2010, sin hijos ni broncas de ninguna índole -- ¿hasta ahí siguen el hilo? Bien. Del otro lado (o bien, en la otra mano) tenemos a Harry Styles, quien es un agente provocador especialista en causar polémicas con sus atuendos, su ambigüedad de imagen y sus relaciones – salió brevemente con Caroline Flack, una presentadora de TV británica, que era 15 años mayor que él y que se suicidó en febrero de 2020, con Taylor Swift -- otra que es famosa por las melodramáticas y exageradas reacciones que tienen sus fans ante prácticamente todo lo que hace, desde sacar un disco hasta cortarse el pelo -- y con Camilla Rowe, una modelo a la que las fans de Styles le hicieron la vida imposible en línea entre 2017 y 2018, calificándola con toda clase insultos, mientras duró la relación que presuntamente inspiró el disco ‘Fine Line’. Así está la cosa con el drama du jour. Styles entró a sustituir a Shia LaBeouf al set de ‘Don’t worry darling’, porque el protagonista de la saga ‘Transformers’ fue puesto de patitas en la calle por la propia Wilde (que actúa en la cinta además de dirigir), debido a temas de conducta inaceptable (LaBeouf ahora está internado en rehabilitación) y de ahí surge una amistad con Wilde. Juntos acuden a la boda de marras y acto seguido, ya son amantes y las fans de Styles enloquecen. El torrente de mensajes de odio contra Olivia Wilde en todos los idiomas, en todas las redes, es impresionante: las reacciones son de un odio purulento, exigiendo la cabeza de la actriz como si de una depredadora sexual se tratara. Tuits que exigen su cancelación (¿por? Styles está grandecito hace ya bastante), e incluso su muerte. Literalmente. ¿Cómo se llega a esto? Es obvio que cuando se es figura pública, en todo nivel, se está expuesto/a las reacciones virales que surgen ante cualquier cosa, pero el tema de Wilde y Styles se pasa de castaño oscuro: parecería inconcebible que niñas de 12 o 13 años sean capaces de albergar tales niveles de violencia o fanatismo, fuera de una proporción realista. ¿Los padres de estas menores imaginan lo que, en redes, proponen o exigen? Estamos en un punto en el que el culto de la celebridad, que surgió hace 100 años con el advenimiento del cine sonoro y las revistas dedicadas a crear estrellas, se ha convertido en algo cotidiano, irreal: ya no existe una frontera entre personaje y personalidad, o entre realidad y fanatismo desbordante. No creo que Olivia Wilde tenga razón alguna para temer a una, diez, cien o mil muchachitas cuya existencia ignora. Y si decide ser amante de Harry Styles o no, es cosa suya. Lo único claro es que, a cuarenta años de la muerte de John Lennon, la rabia y el fanatismo, solo han adquirido una salud inmejorable. Eso sí que asusta.