MIGUEL ÁNGEL MARTÍNEZ RUIZ Es por la mayoría conocido el hecho de que los partidos políticos aprovechan la ignorancia de nuestro pueblo para engañarlo, abusar de su buena fe, manipularlo a su antojo, chantajearlo, en fin, realizar toda clase de maniobras electoreras para obtener el triunfo a cualquier precio. Con base en lo anterior se exponen algunas definiciones esenciales, sin otro propósito que llevar a los lectores conceptos básicos sobre la ciencia política, cuya condición aún está siendo objeto de una discusión, frente a la postura galineana que solo acepta como ciencias a las que son experimentables, fácticas o exactas. Es grave que exista una escolaridad tan baja y, por ende, analfabetismo e ignorancia en el electorado, pero más aún lo es que nuestros políticos sean personas con una preparación casi nula y, si acaso la tienen, no se les nota, pues cometen errores garrafales al hablar, ya no digamos al redactar un breve escrito, en el que fácilmente se advierte una gran cantidad de faltas de ortografía y ningún conocimiento de la sintaxis. Dejaremos a un lado estos juicios, para ofrecer las siguientes ideas: ¿Qué es un partido político? Desde el punto de vista marxista, “un partido político es una agrupación de ciudadanos que defienden los intereses de las clases proletarias”. Conforme a este criterio, en México no existiría ningún partido, pues los que hay jamás defienden los intereses económicos del pueblo, sus militantes defienden los intereses de sus compañeros y jamás se preocupan ni se ocupan de cumplir las promesas que hicieron durante sus campañas electorales. Una definición más actual dice que se entiende por partido cualquier “asociación voluntaria de individuos que comparten un conjunto de principios o valores plasmados en un proyecto común de política pública. Canalizan y dan expresión a intereses sectoriales. Permiten unificar criterios ante las discrepancias respecto a los fines de la comunidad y a los medios para alcanzarlos. Hacen a la esencia de la política porque forman parte de la faz agonal o de competencias electorales, teniendo como finalidad primordial acceder a los cargos públicos o al menos influir en los procesos de toma de decisiones. Norberto Bobbio y Nicola Mateucci en su Diccionario de política, afirman que Max Weber dice al respecto: “es una asociación […] dirigida a un fin deliberado, ya sea este ‘objetivo’ como la realización de un programa que tiene finalidades materiales o ideales, o ‘personal’, es decir, tendiente a obtener beneficios, poder y honor para los jefes y secuaces…” En lo que se refiere a la segunda intención de lograr determinados bienes, cantidades de dinero, pago de gastos médicos, prebendas y privilegios de todo tipo, Weber tiene razón, pues no hay un solo partido o asociación de partidos políticos que no vaya por el dinero. Ese es su único móvil y por eso están dispuestos a luchar. No se tiene el deseo de servir a los ciudadanos; es la intención descarada de aprovecharse lo más que se pueda para obtener bienestar y un disfrute de prerrogativas que de otra manera jamás podrían tener a su disposición. Por eso los candidatos están dispuestos a mentir, engañar, prometer “la luna y las estrellas”, con tal de convertirse de un día para otro en senadores, diputados, gobernadores, presidentes municipales, etc. Los mismos autores del diccionario que se mencionó señalan diferentes clases de partidos: El de notables, el de aparato, el de masas, etc. En todos estos se advierte que determinados grupos se han introducido en su interior para influir en la toma de decisiones gubernamentales. De ahí que los llamados poderes fácticos, es decir, sindicatos, grupos empresariales,ONG’s,asciaciones obreras, campesinas e incluso delincuenciales estén presentes a la hora de nombrar a los candidatos y también en el momento crucial de los actos electorales. En el panorama de la hora actual, se debe tener mucho cuidado al postular a un candidato, aunque sabemos que la gran mayoría son individuos que llegan por favoritismo y aparecen en las boletas electorales sin tener más méritos que contar con el apoyo de hombres o mujeres poderosos, ya sea por su posición económica o por su trayectoria dentro de las actividades políticas. Ese es el motivo por el que los partidos presentan características oligárquicas que responden a los intereses de unos cuantos. Según cifras del INEGI, los partidos son las instituciones que ocupan el último lugar en cuanto a confiabilidad y respeto por parte de la ciudadanía. Esto es muy grave, pero parece a no importarles a ellos, aunque los acusan de ser quienes propician la corrupción en todos los niveles de gobierno, y de los diputados y senadores, se les tiene en el peor de los conceptos. Otro aspecto de mucha importancia política es la Ideología, cuya definición ha sido objeto de marcadas polémicas, desde que se incorporó al lenguaje político en Francia durante los primeros decenios del siglo XIX. Sobre este punto, Norberto Bobbio hace una diferenciación entre dos concepciones de ideología: fuerte y débil. La primera es la sustentada por Carlos Marx, quien la establece como una conciencia falsa de las relaciones de dominación, lo cual equivale a justipreciarla como una creencia que no tiene validez. Sin embargo, uno de los marxistas más reconocidos, Louis Althusser, dice que la ideología consiste en un conjunto de aparatos utilizados por el estado, y los divide en: Aparatos Ideológicos del Estado de carácter religioso (el sistema de las distintas Iglesias), Aparatos Ideológicos del Estado escolares (el sistema de las distintas “Escuelas”, públicas y privadas), los AIE familiares, los AIE jurídicos, los AIE políticos (el sistema político del cual forman parte los distintos partidos), los AIE sindicales, los AIE de información (prensa, radio, T.V., las redes, etc.), y los AIE culturales (literatura, artes, deportes, etc.); Althusser señala aparte los aparatos represores del Estado: las policías y el ejército, principalmente. En la concepción débil, se ve la ideología como “un sistema de creencias políticas: un conjunto de ideas y valores concernientes al orden político que tienen la función de guiar los comportamientos políticos colectivos.” Existen tres divisiones referentes a las ideologías: revolucionaria, conservadora y reaccionaria. La primera aspira a cambiar el orden económico establecido, mediante la fuerza del pueblo, para establecer un sistema socialista, en el que desaparezca en gran medida la propiedad privada de los medios de producción. La conservadora que no busca un cambio tan drástico, solo desea mantener la distribución de la riqueza tal como está. La reaccionaria se opone a todo cambio, incluso desea volver al pasado y se opone al progreso. En nuestro país no existe ningún partido revolucionario, todos son conservadores, cuando mucho aspiran a mantener el orden prevaleciente, con sus clases burguesa, pequeño burguesa, media y proletaria. Todo lo que proponen los partidos y sus candidatos son reformas superficiales sin afectar los intereses de la clase dominante. Ninguno menciona la conveniencia de una redistribución de la riqueza, la desaparición de la propiedad privada sobre los medios de producción. Todos dicen que respetarán a los ricos, a la clase pudiente, pues de lo contrario los grupos empresariales los combatirían por todos los medios a su alcance. Si lucharan en favor del proletariado tendrían una auténtica posición de izquierda, que defendiera los intereses de las clases obrera y campesina, es decir, los explotados. Por ello todos los que digan que son de izquierda sin cumplir con este requisito mienten; son izquierdistas de café y su aspiración radica en ganar en los comicios para tener más posiciones en el gobierno y gozar de los dineros del pueblo sin trabajar, pues son muy pocos los que dignamente se ganan las llamadas “dietas”, nombre que procede del latín diaeta que alude al régimen alimenticio, lo que se come durante un día; pero también significa asamblea, jornada de trabajo o pago por la misma. En este sentido procede del alemán “tag”, que significa día. El sistema electoral juega un papel determinante en una sociedad que se presume democrática, aunque sea conforme a la concepción capitalista que se tiene. Dicho sistema está constituido por el conjunto de leyes que rigen la realización de la vida de los partidos, las campañas, las condiciones para ser candidato independiente, la forma de llevar a cabo las votaciones, los institutos y los tribunales electorales, entre otras cuestiones sobresalientes, las cuales se tienen que apegar a las normas establecidas en la Constitución y los códigos especializados en la materia, que en teoría preservan la libertad y la pluralidad. Como todos los partidos hacen alarde de sus orígenes y vocación democráticos, resulta conveniente definir qué es la democracia. Grecia ha sido valorada como la cuna de la cultura occidental. La democracia surgió en Atenas en el año 508 a. de C. Durante mucho tiempo, antes de ese año, los atenienses fueron gobernados por aristócratas y tiranos. Crístenes resultó electo en el Ágora para que creara una nueva forma de gobierno, que se caracterizara por propiciar la participación de todos en las decisiones de interés público. Así fue como se inició la democracia, vocablo que cuyas raíces sonδῆμος = (demos= pueblo), κράτος (krátos = gobierno) y el sufijo -ια (-ia = cualidad), "el gobierno del pueblo". Una condición indispensable de la democracia es el derecho a disentir o no estar de acuerdo. La igualdad económica no es un propósito de nuestra incipiente democracia, pues lo que se proclama es la igualdad de derechos, sin distinciones de ninguna índole.En la simulación de democracia que vivimos, son las cúpulas de los partidos las que designan a los candidatos y ofrecen al ciudadano tres opciones: PRI, PAN y PRD. No hay más, porque los otros partidos son pequeñas agrupaciones que carecen de una militancia suficiente, sin peso político. El desánimo se ha generalizado y nadie les quiere escuchar sus promesas, pues se han gastado tanto dinero que proviene de los impuestos o de los empréstitos, pues nuestro país es uno de los más endeudados en la banca internacional, especialmente de los Estados Unidos. Por eso no podemos actuar con plena independencia, tenemos que soportar los abusos del vecino del norte, que siempre vela por sus intereses. Más ahora que desempeña el cargo de presidente un individuo ignorante y crapuloso, que no tiene conciencia de su realidad. Muchos candidatos tienen una idea errónea de los problemas de México y han llegado a pensar que son ellos los más indicados para gobernar. Olvidan que sus partidos son agrupaciones de oportunistas, convenencieros e inconscientes y los líderes charros que los apoyan no son más que marionetas del sistema prevaleciente. A propósito de sistema político, este se define como la organización del poder público por medio de instituciones que interactúan con la sociedad civil, con una estructura peculiar de acuerdo al momento histórico y a múltiples variables económicas, sociales, geográficas, etc. Esto se relaciona directamente con el gobierno que no es un ente abstracto, sino el conjunto de personas que ejercen el poder público (gobernantes) de acuerdo a una orientación jurídica y política delineada por los funcionarios del más alto nivel, tratando en el mejor de los casos de contribuir al desarrollo de la sociedad y a la conservación de la paz social. “Las elecciones que tendrán lugar el primer domingo de julio serán las más competidas de la historia de México”. Con este slogan y otros como “No permitas que otros decidan por ti” y otros por el estilo pretenden estimular al pueblo para que acuda a las urnas electorales a cumplir con ese deber cívico, pero, los tiempos y las condiciones tan precarias en que transcurre la vida de la inmensa mayoría de los mexicanos debieran ser razón suficiente para no despilfarrar el dinero en tantas campañas huecas que no le dicen nada al pueblo, pues en los últimos sexenios se ha gastado más dinero que todo el que se utilizó para la reconstrucción de Europa a través del Plan Marshall. Pero los políticos no quieren saber nada de las necesidades reales del pueblo, solamente les interesa cambiar los votos por los cargos públicos. En el momento que el ciudadano deposita el sufragio, deja de interesarle al futuro diputado, senador, gobernador o presidente de la República. Así es, por desgracia.