Nostalgias de ciudades

Un día dejé Morelia y alguien me preguntó: ¿Volverás? Y una voz insondable respondió…

Un día dejé Morelia y alguien me preguntó: ¿Volverás? Y una voz insondable respondió...

Gustavo Ogarrio

Yo tuve dos: la Ciudad de México y Morelia. Dos edades, dos tiempos; vidas duplicadas en espejos de asfalto y en puentes y en ríos entubados y en un bucólico acueducto. Las he recorrido en alucinaciones nocturnas que me han dejado heridas en el vientre de las palabras. He bailado en su ombligo invisible. En algunas de ellas moriré. Por lo tanto, no puedo aceptar que ahora estas mismas ciudades se encuentren replegadas, ajenas a sí mismas, en este largo eclipse de bocas tapadas que hacen callar sus murmullos de piedra.

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También bajé solo de El Cuernito y atravesé los basureros de lo que hoy es la ciudad dorada del neoliberalismo en Santa Fe y los coches me echaron los luces en las patas y amenacé con morder el brazo indomable de la oscuridad. Un día dejé Morelia y alguien me preguntó: ¿Volverás? Y una voz insondable respondió: “¿A qué ciudad piensas regresar? No hay lugar al cual volver. Esa ciudad, esas calles, ese barrio, ese olor, únicamente existe en tu cabeza, se desvaneció en el momento en el que partiste”.

Ya el poeta Efraín Huerta escribió el gran poema doliente de la Ciudad de México: “¡Los días en la ciudad! Los días pesadísimos / como una cabeza cercenada con los ojos abiertos. / Estos días como frutas podridas. / Días enturbiados por salvajes mentiras. / Días incendiarios en que padecen las curiosas estatuas / y los monumentos son más estériles que nunca. / Larga, larga ciudad con sus albas como vírgenes hipócritas, / con sus minutos como niños desnudos, / con sus bochornosos actos de vieja díscola y aparatosa, / con sus callejuelas donde mueren extenuados, al fin, /los roncos emboscados y los asesinos de la alegría. / Ciudad tan complicada, hervidero de envidias, / criadero de virtudes deshechas al cabo de una hora, / páramo sofocante, nido blando en que somos / como palabra ardiente desoída…”.

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