Redacción / La Voz de Michoacán Morelia, Michoacán. Dolor, llanto, parcelas destruidas, pueblos enterrados… fueron parte del paisaje que dejó una historia situada en la meseta purépecha, hace 78 años. El hecho cambió completamente la vida de familias que perdieron casi todo, su casa, su espacio de trabajo, su entorno e incluso sus costumbres. Pasaban de las 4 de la tarde del 20 de febrero de 1943, cuando el nuevo volcán Paricutín intensificaba su actividad augurando uno de los acontecimientos que marcaría la historia. Los sismos no habían cesado desde su nacimiento, seis meses atrás, pero esa tarde las fumarolas, los sonidos y el movimiento de la tierra, no podían pasar desapercibidos. Había sido en agosto de 1942 cuando en una parcela de maíz situada entre el entonces poblado de San Juan Parangaricutiro (actualmente Nuevo San Juan) y el pueblo de Angahuan, nacía el que hoy es el volcán más joven de Latinoamérica. Foto: Samuel Herrera Jr. MACAZ Exposición volcán Paricutín Dionisio Pulido encontró una grieta en su terreno, de la tierra salía humo y piedras; más tarde se formó un montículo de metro y medio, que en menos de un día ya medía 30 metros, al tercer día tenía una altura de 60 metros y en un mes sumaba 148 de los 424 metros que hoy mide El Paricutín. Pero eso apenas sería el comienzo de la historia, para el 20 de febrero del año siguiente comenzó la erupción. La actividad duraría nueve años, terminando en 1952 Lava incandescente fluía ante campesinos que estupefactos veían cómo se iba afectando su entorno, muchos resistentes a irse, otros más que sin pensarlo tomaron sus cosas y abandonaron sus hogares. La gente desesperó, oró, pero finalmente migró a otros poblados cercanos, fundando al Nuevo San Juan. Parte de la historia quedó documentada por el Servicio Geológico de Estados Unidos. Investigadores de varias partes del mundo llegaron a la Región de la Meseta Purépecha en Michoacán, para ser testigos de este fenómeno. Cerca de 10 kilómetros recorrió la lava, dos pueblos quedaron enterrados, uno de ellos tenía el nombre del Paricutín, que le dio nombre al volcán; el otro fue San Juan Parangaricutiro, que se reinstaló en una zona más alta, y se autonombró San Juan Nuevo. NADA VOLVIÓ A SER IGUAL La erupción del Paricutín, el 20 de febrero de 1943, cambió para siempre el paisaje y los recursos en la región. Valente Soto, uno de los pobladores de Angahuan, relata en documentos sobre la comunidad que la erupción del volcán generó cambios físicos y sociales en la región. Se extinguió la vegetación nativa y muchos animales silvestres, las tierras de cultivo quedaron estériles y muchas costumbres y fiestas dejaron de practicarse por la escases de alimento". Los campesinos pobres vivían fundamentalmente de sembrar maíz y de producir tejamanil que de acuerdo a los testimonios locales fue una de las ocupaciones más importantes de la región, pero al desaparecer los pastos bajo grandes capas de arena y al dañarse los ojos de agua y los bosques, estos sistemas productivos fueron destruidos. La vida social y económica prácticamente dejó de existir sobre todo durante los primeros años de la erupción, obligando a las personas a dejar sus tradiciones y costumbres. Esto se entiende porque era tal la carestía de alimentos, no había dinero y la gente apenas subsistía, era muy escasa la gente que era considerada como rica. La gente rica de aquel entonces obviamente no era la que tenía los tractores, los camiones y las sierras cintas, sino la gente rica de aquel entonces era la que poseía cabezas de ganado, borregos, tierras para cultivar y bosques". Hubo cambios en la fiesta patronal y principal del pueblo de Angahuan ya que de acuerdo a los testimonios recabados por el vecino e investigador Manuel Sosa, desapareció por un tiempo la fiesta de Santiago Apóstol que se realizaba por el sistema de cargos religiosos, en la cual los cargueros se encargaban de todos los gastos de la fiesta (música, arreglar el templo, hacer la fiesta en su casa, entre otras tareas). Igualmente desapareció el cargo de la Santa Cruz que era una fiesta que en importancia casi se igualaba a la fiesta de Santiago Apóstol. A UN AÑO, LA ACTIVIDAD SEGUÍA Para 1944 la actividad del cráter disminuyó pero se incrementó la cantidad de lava que los orificios al pie del Paricutín arrojaban. La información sobre la actividad de este volcán fluyó por México y el mundo durante diez años y es ampliamente conocido lo que sucedió desde su nacimiento hasta que cesó su actividad por 1953. De lo que hemos podido recopilar acerca de la historia social y ambiental de los años posteriores al cese de actividad del volcán, es sabido que a muchos kilómetros a la redonda los pueblos, los bosques y los terrenos de cultivo quedaron bajo la ceniza volcánica, que San Juan de las Colchas y Paricutín quedaron bajo la lava volcánica, las fuentes de agua se secaron o se contaminaron y los pastizales se secaron. Durante el periodo de erupción del volcán la zona fue visitada constantemente por gente que viene de todas partes del mundo y esto fue lo que ayudó a algunas personas de la comunidad que se dedicaron durante años a atender a los turistas. Al cesar la actividad del volcán en 1953, paulatinamente la vida en Angahuan fue reconstruyéndose, pero evidentemente el entorno ya no era el mismo y los recursos eran escasos. Al iniciar los años sesenta, los habitantes de Angahuan luchaban por remover la arena de las parcelas en donde el agua y el relieve les permitían hacer lavados del suelo para disminuir paulatinamente el porcentaje de arena en ellos. Por otra parte, se hicieron aprovechamientos de la madera de los árboles que se secaron y se continuó elaborando el tejamanil, que para ese entonces seguía teniendo demanda principalmente en pueblos vecinos y en Uruapan, “la gente se dedicaba a ir “al viaje”, le decían, y llevaban puntales a vender a las poblaciones vecinas y a la ciudad”. Entre los años setenta y los años ochenta, en la comunidad las personas se dedicaban a leñadores y recolectores y algunos a la carpintería, otra parte importante de la población se dedicaba a la agricultura principalmente de maíz. Foto: Twitter. Pero durante los años setenta se da un rápido crecimiento del cultivo de aguacate con la introducción de la variedad Hass, lo cual tiene muchos efectos sobre el ambiente en la región, como el avance de las huertas sobre 45,000 hectáreas de bosques nativos provocando deforestación. Este fenómeno tuvo un impacto particular en Angahuan que no tiene que ver con la expansión de la frontera de la zona de producción de aguacate, sino con su empaque y distribución. El fenómeno económico del llamado “oro verde”, que llevó a la región a producir aproximadamente el 40% del aguacate mundial, generó una expansión de la frontera de su agricultura, ligándose de muchas formas esta expansión a la deforestación (erosión, disminución de mantos freáticos, y posibles cambios en el clima regional).