Jorge A. Amaral Morena y el presidente López Obrador han dejado ver que para ellos la ley debe ser selectiva, que caiga con todo su peso sobre los contrincantes, pero a ellos los no lo toque ni con el pétalo de una sanción. Esta semana el Instituto Electoral de Michoacán metió en aprietos a Morena, esto al retirar candidaturas por fallas en los reportes de gastos de precampaña. Entre esos aspirantes que fueron retirados de la contienda está el amigo de López Obrador, el súper compa de Ricardo Monreal, el mismo personaje que puede estar acusado de 5 violaciones, pero para los morenistas es un dechado de virtudes: Félix Salgado Macedonio, candidato de Morena en Guerrero. El argumento de Morena para quejarse es que no hubo precampaña, pero parece que se les olvida que, ante los órganos de fiscalización, si se gastaron 3 pesos, los mismos que deben declarar, y si por la pandemia no se gastó un solo peso, se debe declarar cero gastos, y listo. En una situación parecida está Raúl Morón, quien sí se ha visto prudente en sus declaraciones. El asunto de Salgado Macedonio no es de extrañar, por alguna u otra razón su candidatura peligraba debido a las denuncias en su contra. Lo raro era que su partido se empeñara en sostenerlo ahí. Lo que llama la atención, y que ya dejó de ser chistoso para volverse irritante, desesperante, patético, triste, incluso asqueroso e indignante, es la actitud de Morena, desde los diputados hasta el presidente, quienes han emprendido una campaña de odio contra el INE y su consejero presidente. A Andrés Manuel López se le olvida que él ya es gobierno, que su camarilla ya son la cúpula, que ya no van a ir a tomar Paseo de la Reforma, sino que representan a las instituciones. Pero en lugar de actuar como lo que son, no dejan de ser esa oposición beligerante, que hace rabietas para defender lo que les pertenece o lo que considera que le corresponde. El presidente, en lugar de actuar como un hombre de Estado, como un mandatario, más bien arremete contra el Instituto Nacional Electoral sacando el mantra de siempre: son conservadores. Porque para el tartufo que tenemos por presidente, todo lo que no esté en favor de lo que quiere es conservador, traidor a la patria, derechista. Y lo peor es que esa postura la replican a la perfección sus seguidores, que no cuestionan, no preguntan, no investigan, sólo se tragan la ostia que les da cada mañana y reciben su palabra como Verdad universal. A lo mejor en los morenistas no cabía la idea de que sus candidatos también serían fiscalizables, que por ser los paladines de la gran transformación de México no tenían que ajustarse a las leyes conservadoras creadas durante la larga noche neoliberal en que México estuvo sumido desde la Creación hasta 2018. Porque ahora resulta que el mismo instituto que avaló la aplanadora morenista de hace casi 3 años, el mismo que rechazó el registro al intento de partido de Felipe Calderón, ahora es un organismo conservador, racista, morenofóbico, anti4T. esa actitud del presidente y su camarilla se acerca a lo dictatorial. Veamos por qué. Los regímenes dictatoriales deben recurrir al autoritarismo, la censura y el hostigamiento para mantener el control y así evitar que la disidencia tenga eco. Por eso se quita autonomía a organismos que deben tenerla, por eso se busca mantener bajo control a legisladores y jueces, para de esa manera garantizar castigos duros para los opositores e impunidad para los miembros de la causa. A un régimen autoritario le conviene tener debilitadas algunas instituciones, sobre todo aquellas que pueden ser de utilidad a los opositores, y fuertes las que le sirven al mandatario, como las fuerzas armadas y las dependencias que dependen directamente de él: policías, instancias de fiscalización y de programas de asistencialismo, educación, infraestructura, control presupuestal y otras que permiten que se mantenga control sobre la población. En cuanto a los organismos, como los de investigación científica, los de auditoría ciudadana, los de derechos humanos y los de evaluación, como a los opositores les funcionan para generar y difundir análisis y balances para demostrar la realidad del régimen, más vale desaparecerlos o mantenerlos acotados, sin recursos para operar, sin peso ante la opinión pública y señalándolos constantemente de corruptos para que, cuando se decida desaparecerlos, la feligresía apoye la medida a ciegas. Por eso, aunque se antoja bastante difícil, no me extrañaría que en Morena se esté pensando desaparecer al INE o quitarle facultades y autonomía para que sirva a la causa y entre a formar parte de la maquinaria del movimiento transformador. A lo mejor me equivoco, y créame, me encantaría equivocarme, pero con un presidente necio y resentido, con una camarilla que quiere afianzarse en el poder y con una base social a prueba de argumentos, es difícil contravenir los designios del gobernante, y la prueba está en los medios que critican sus acciones o cuestionan las decisiones: de inmediato se les acusa de todo lo malo: conservadores, ardidos porque les quitaron el chayote (que ahora es para los medios afines a la 4T), corruptos. Ese afán de mantener férreo control es la razón por la que el presidente sale todas las mañanas al púlpito a dictar la agenda diaria, y también a desacreditar el trabajo de los medios, como si su obligación fuera esa. Pero él tiene que hacerlo, porque si lo hace algún miembro de la Corte, la gente no le haría el mismo caso, ya que, recordemos, quienes lo apoyan no son morenistas, son lopezobradoristas porque él es el único y verdadero líder. Pero esta serie de decisiones y el proceder el presidente y su partido pueden cobrar una factura muy cara, si no en este proceso, sí en 2024. Cuando un dirigente esgrime un discurso muy radical, sus seguidores enardecen, se inspiran, se les hincha el pecho de orgullo. Pero, a menos que radicalice a todos, a un líder no le basta con los que ya están adoctrinados, sino que necesita a los demás, a quienes pueden llegar a simpatizar. A esos indecisos o no comprometidos no se les llega con discursos radicales, ahí se necesita más inteligencia para hacerles creer. De lo contrario, cualquiera dirá “este pinche loco es un riesgo” y se irá con los contrarios. Eso no sucedió en 2018 porque en favor de López Obrador jugó el hartazgo hacia el PRI y el que en el PAN tenían sus propios problemas y por eso no pudieron hacer una campaña decente. Pero Morena ya no es oposición, es el partido de Estado y ahora el hartazgo puede ser hacia ellos. Ahora Morena tiene que enmendar el error si es que quiere seguir siendo la primera fuerza. Ya que tumbaron a Salgado Macedonio, es hora de reivindicarse y poner en la candidatura a un perfil que represente lo contrario: la lucha de las mujeres por el respeto y el acceso a los derechos que les corresponden. A mí no me toca decir quién, yo no voto en Guerrero, y si lo hiciera, menos lo diría. Morena pudo haberse ahorrado todo este penoso episodio si hubiera hecho caso. Porque cualquiera con dos dedos de frente sabe que, si se quiere ganar una guerra, es mejor sacrificar un soldado para salvar el frente que poner en riesgo a todo el batallón en beneficio de un elemento. Cara, eso hasta los narcos lo saben por ser algo tan básico: nadie arriesga a sus alfiles o reina, mucho menos al rey, por mantener la integridad de un peón. El presidente o Mario Delgado debieron dar la orden de que se sacrificara la candidatura de Salgado Macedonio, y si hubieran sido más listos y menos hambrientos de poder, hasta hubieran puesto al Toro en bandeja de plata, al final el beneficio iba a ser mayor y más a largo plazo. Pero López Obrador demostró que de estadista no tiene nada, y que en su partido puede más el ansia de poder de la cúpula que lo que diga la sociedad. Sin Morón, ¿qué queda? A Raúl Morón le pasó lo que a Salgado Macedonio: por no declarar gastos de precampaña el INE lo baja de la contienda. No haremos un repaso de lo que ya escribió más arriba, sólo decir que si en Morena no encuentran datos de lo que se haya gastado en precampaña, que se revisen las cuentas del Ayuntamiento, puede que ahí haya facturas o recibos. Porque el dinero para espectaculares y entrevistas hasta con medios nacionales tuvo que haber salido de algún lado. Lo malo es que sin un candidato fuerte en Morena quedará al otro lado la continuidad del silvanismo a cargo de Carlos Herrera, y todo lo que ello impacta en lo económico, en políticas públicas, en seguridad, en manejo de la pandemia. Y no es que Morón sea mejor que Herrera, eso no lo defino yo, pero no hay mucho de dónde escoger, a menos, claro, que volteemos a ver a partidos menores, con Cristóbal Arias, Hipólito Mora o Mercedes Calderón. Pero lo malo es que están en partidos que no cuentan con una estructura sólida en el estado, y en Michoacán el voto corporativo y en bloque aún pesa mucho. En Morelia tampoco pintan bien las cosas, ya que, por un lado, está el exalcalde Alfonso Martínez, con su historial de moches y obras infladas, y por el otro, Guillermo Valencia, con su historial de abusos y usurpación de funciones. Imagínese una Morelia gobernada por Martínez Alcázar, de nuevo llena de baches y obras que sólo se ven bonitas. Ahora visualice a Valencia en el Ayuntamiento: policías golpeando gente a diestra y siniestra, cometiendo un abuso tras otro a los derechos humanos. Habrá quien se lo aplauda, hasta que le toque aun familiar o conocido. Marx Aguirre, bueno, es mujer, está preparada, tiene experiencia administrativa, pero a veces eso no basta, sobre todo al llegar a la plaza pública, porque las elecciones muchas veces son concursos de popularidad. A ver quién más sale por los demás partidos. Haga de cuenta que llegamos tarde al tianguis y las frutas ya están todas escogidas, todo está pasado y con la cáscara negra, medio apachurrado. Estas elecciones son un tianguis y los partidos, aunque puedan poner productos frescos, como siempre, han puesto pura pachanga a la venta. Es cuánto. Postdata en chanclas Estimado lector, me voy de vacaciones, y como estaré descansando, la próxima semana no habrá entrega. Digo, por si estaba con el pendiente. Salud.