Redacción Web/ La Voz de Michoacán. Morelia.- Al tiempo, aunque quizá el público en esta ciudad tuvo la oportunidad histórica de escuchar una de las obras más simbólicas para la música de la era moderna, si acaso es ello posible. Se trató de la ejecución de los 20 Estudios para Piano del compositor estadounidense Philip Glass, una de las mentes creativas más obsesivas de nuestra era. Fue un recital extenso, quizá para algunos extenuante. Casi tres horas de una tesitura tan dramática como reiterativa. Algunas personas no soportaron la travesía y abandonaron la nave en algún instante perdido en las partituras de su psique. El formato del recital de piano incluyó la participación de los pianistas: Alejandro Pashkov, ruso; del propio Philip, así como de la japonesa Maki Namekawa. Cada quién ejecutando series de dos a tres piezas hasta completar veinte temas, "inacabados", según su autor, quién atiza las notas desde 1994 hasta la fecha. Qué mejor que compartir las historias con el particular toque humano representado en la forma de teclear de cada pianista: la energía y precisión de Alexander; la suavidad y elegancia de Maki, y el desparpajo de Philip. El Festival de Música de Morelia, a 25 años de su fundación, coronó su propuesta al ceder un espacio para los anales de la historiografía musical. El ejercicio de Glass: complejo, extenso, micro y multitonal; machacante de la tragedia moderna. Fue una savia que brota de la obscuridad. La serie de Glass es, per se, un estudio de la composición moderna. Una referencia a la tragedia del recuerdo, no importa cuál de los 20 caminos se haya elegido. Y es que cualquier vía moderna siempre retoma la memoria dramática... Y es que acaso así se puede interpretar el ramal de caminos trazados esta noche en el Teatro Morelos. Se podría advertir en cada tramo, en cada pieza esbozada a golpe de cuerdas, un denominador de compases repercutidos y variables emotivas. Es decir, en cada estudio se transitó por un camino diferente: una vía del tren, una terracería, una carretera sinuosa, un empedrado. A cada sendero correspondió un leit motiv dramático: el carácter de la existencia; y un paisaje sonoro recurrente de florituras: los detalles de la existencia. Cada Estudio de Glass parecería la historia de un camino cíclico; en el cual siempre se vuelve a la misma causa de la consecuencia, pero en que las notas musicales intermedias determinan las trascendencia de las sutilezas, más allá del compás (del camino) y del drama (el destino humano). Al final, el Estudio Número 20 podría ser una síntesis de todas esas notas intermedias; es decir, el cúmulo de los detalles que finalmente conforman la gran pieza romántica con la cual Maki cerró esta historia. Este recital de los 25 años del Festival de Música de Morelia concluyó con aplausos dotados de admiración, pero también de una extraña incertidumbre por lo que nos depara la existencia musical y el propio sino de la humanidad.