EFE / La Voz de Michoacán Londres.- El 23 de julio de 2011 la luz de la cantante Amy Winehouse se apagó a los 27 años, en el clímax de su fugaz carrera artística, pero el legado de sus canciones y el rugido de su voz todavía retumban entre las calles del barrio londinense de Camden una década después. Amy Jade Winehouse nació en 1983 en el seno de una familia judía del barrio de Southgate (norte de Londres). Aunque su padre era taxista y su madre farmacéutica, gran parte de sus allegados tenían relación con la música jazz. Y la pequeña Amy parecía destinada a extender su legado artístico. Frank Sinatra, Ella Fitzgerald, Tony Bennett o The Ronnettes fueron algunos de los nombres que marcaron la banda sonora de la infancia de Winehouse y de su hermano mayor, Alex. Ella tenía 9 años cuando sus padres se divorciaron. Sus primeros escarceos en la música llegaron poco después, de la mano del dueto "Sweet n´ Sour" (Dulce y Agria), junto a su mejor amiga desde los 4 años, Juliette Ashby, quien asegura en una entrevista por escrito con Efe que "nunca habrá nadie que pueda ocupar su lugar". Ashby todavía habla en presente cuando se refiere a su "hermana" Amy, a quien describe como una chica "única en su estilo, divertida hasta decir basta y muy inteligente". Su lazo era tan fuerte, que confiesa que solo necesitaban mirarse a los ojos "para saber qué estaba pensando la otra persona". Con ella admite haber vivido la "mejor época" de su vida, cuando abandonaron sus respectivos hogares familiares y se mudaron juntas, con 18 años, a su primer piso. "Nos reíamos, cocinábamos, escribíamos y tocábamos música todo el día. Sin preocupaciones y amando la vida", relata Ashby. En el año 2000 Winehouse ya era la vocalista principal de la National Youth Jazz Orchestra, pero su carrera como solista comenzó a despegar en 2003, tras firmar su primer contrato discográfico y con el lanzamiento de su álbum debut "Frank", en honor a Sinatra. UNA EDUCACIÓN ARTÍSTICA ENTRE PUBS Los pubs londinenses de Camden fueron clave en la vida de Winehouse. En ellos creció como artista y en ellos conoció y se enamoró perdidamente de Blake Fielder-Civil. La cantante incluso llegó a tatuarse su nombre, para poco después descubrir su infidelidad. La cantante no solo tuvo que lidiar con su ruptura, sino también con trastornos alimenticios derivados de un periodo depresivo. Con este telón de fondo, Winehouse comenzó la creación de la que sería su obra maestra: "Back to Black" (2006), que le valió cinco premios Grammy. A través de sus desgarradoras letras, inspiradas en Fielder-Civil, el alma de Winehouse gritaba de forma ensordecedora, pero quedaba eclipsada por su prodigiosa voz. En ellas habló de cómo "el amor es un juego perdedor" y de cómo había "secado" sus lágrimas a base de alcohol y drogas.