JUEGOS DE PODER | La manipulación política de la historia

El Presidente ha dicho –no es broma– que México se fundó hace más de diez mil años cuando apenas se estaba dando la migración de humanos de Asia al Continente Americano.

Foto: twitter

Leo Zuckermann

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Todos los gobiernos del mundo manipulan la historia para legitimarse. Tratan de cuadrar lo sucedido en el pasado con su narrativa política actual. Suelen posicionarse como los herederos de los “buenos” que siempre han luchado por la gloria de la nación. 

Nuestro Presidente es un experto en esta materia. Tiene la capacidad de utilizar a la historia nacional para avanzar su agenda política. Se presenta, nada menos, como el protagonista de una nueva transformación épica de eso que llamamos México. 

López Obrador, al igual que los priistas del pasado, encadena a la nación mexicana con un pasado muy remoto en una lógica histórica lineal: de los pueblos originarios de América a la Conquista española; luego la Independencia, Reforma, Porfiriato, Revolución, Neoliberalismo y Cuarta Transformación. Una historia de buenos y malos donde todo cuadra a la perfección. 

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El Presidente ha dicho –no es broma– que México se fundó hace más de diez mil años cuando apenas se estaba dando la migración de humanos de Asia al Continente Americano. 

En todo caso, los olmecas fueron la primera civilización mesoamericana en lo que hoy es territorio mexicano. Se estableció hace unos tres mil doscientos años. Desde entonces, por aquí se establecieron cientos, sino es que miles, de pueblos indígenas. Algunos sobrevivieron, otros desaparecieron. ¿Podemos considerarlos a todos como mexicanos? O, para ser más precisos, ¿nuestros antepasados? 

En la visión lineal histórica de AMLO parecería que sí, aunque entre ellos guerreaban por sus diferencias. Es aquí donde podemos observar la manipulación política de la historia por parte del gobierno. Resulta que ya no conviene meter en la misma cesta a todos los pueblos originarios. Mejor desaparecer a los que se aliaron con los españoles y fueron, dicen los expertos, el factor fundamental para la derrota de los mexicas. 

El 13 de agosto, el Presidente conmemoró los 500 años de la caída de Tenochtitlán. Utilizó esta efemérides para legitimarse presentándola como un acontecimiento de “resistencia indígena”. El discurso es compatible con su narrativa de un gobierno que defiende a las víctimas de las injusticias históricas de la nación mexicana. 

¿Resistencia indígena? ¿De verdad? Para nada. La evidencia empírica demuestra que los mexicas eran un pueblo guerrero que tenía sometido a otras comunidades indígenas de su alrededor. Los pueblos sojuzgados aprovecharon la oportunidad de aliarse al pequeño ejército de Hernán Cortés para deshacerse del yugo azteca. 

La caída de Tenochtitlán fue el triunfo de los tlaxcaltecas, texcocanos y chalcas quienes eran la mayoría de los guerreros que derrotaron a los aztecas. Estamos hablando de una alianza de enemigos de los mexicas con un reducido número de soldados españoles que contaban con armas tecnológicamente superiores y gérmenes devastadores. 

Pregunto, entonces, ¿podemos considerar a los mexicas como parte de la nación mexicana en ciernes, pero no a los tlaxcaltecas, texcocanos y chalcas que pelearon junto a los españoles y conquistaron Tenochtitlán? ¿Qué decir de los castellanos y aragoneses que llegaron a estas tierras en 1519? ¿Tampoco los podemos considerar como parte de esa nación mexicana que nacería trescientos años después? ¿Indígenas sí, españoles no? 

Como todo país, México es una invención social. Un experimento de convivencia humana que tiene 200 años. Un bebé en la larga historia de la humanidad. Ni siquiera sabemos si la criatura vivirá muchos siglos. ¿Quiénes son sus antecesores? ¿Todos los pueblos originarios o solo los “buenos” que sometían a los “malos” y se aliaron a los “peores”, es decir, los conquistadores peninsulares? ¿Qué decir de los europeos que llegaron a estas tierras o de los mestizos de sangre india y blanca? 

El Presidente dijo el viernes pasado: “la gran lección de la llamada Conquista es que nada justifica imponer por la fuerza a otras naciones o culturas, un modelo político, económico, social o religioso en aras del bien de los conquistados o con la excusa de la civilización”. Perfecto. Pero, ¿acaso no era lo que hacían los aztecas con los pueblos indígenas de su alrededor? ¿No por eso se rebelaron tantos en su contra aprovechando la presencia de los españoles? 

De eso no se habla. No. Aquí de lo que se trata es de manipular la historia con fines políticos. La historia de bronce de buenos y malos. Indios, por un lado, españoles, por el otro. Maniqueísmo puro y duro negando la riqueza histórica de una nación, la mexicana, conformada por muchos pueblos americanos originarios y sí, también, migrantes de otros continentes. 

Twitter: @leozuckermann