Mateo Calvillo Paz Somos testigos del sufrimiento profundo, grave, que abarca todas las formas de la vida en México. El panorama es grave, muy preocupante. Pareciera que México es el país con más atraso, problemas y sufrimiento del orbe. Pero hay evidencias de que la terrible crisis afecta a todos los países. Hay países que sufren más, lo indecible, lo insoportable. Es el caso de Haití con su violencia política, sus terremotos, su miseria material. El sufrimiento de los afganos es inimaginable en el régimen del terror, muerte y violación de los derechos de las mujeres que imponen los talibanes Esta semana platicó Osman Romo, sacerdote de Nicaragua, el segundo país más pobre de América, después de Haití. El país sufre de todas formas, por un régimen comunistoide. La miseria es demasiado grande. Platico también con un sacerdote de Nigeria, país sumido en la violencia por el terror que siembra el islam, sin recursos con una población de 300 millones. Casi como Estados Unidos comenta Jesús García emigrado, originario de Guanajuato. No quiero imaginar la magnitud del dolor y los problemas en un país tan pobre con tan inmensa población. Si miramos alrededor a los países, nos damos cuenta de que el sufrimiento es atroz, insoportable en todos los países del Globo. En lo material, se salvan los pocos países de privilegiados que concentran los alimentos y recursos naturales. No sin gravísimas injusticias. Es inimaginable la vida de las personas en nuestro país empobrecido, con el fracaso y la caída de la producción, viven de milagro las familias de Michoacán sin trabajo ni prestaciones sociales. Están confrontados a la muerte sin atención en los hospitales, sin medicamentos ni médicos suficientes. Es dramático el desamparo con autoridades preocupadas por sus ventajas de poder viviendo muy por encima del pueblo. La luz de lo alto El sufrimiento material y moral, la muerte asolan la superficie de la tierra, el panorama es muy doloroso, triste hasta lo indecible. El autor y responsable de todas las contingencias casi siempre es el hombre, con su actitud inconsciente, feroz, absurda, inmoral, devastadora y asesina. Se ha convertido en el señor del desorden y la catástrofe. En el fondo de los problemas está el hombre, enajenado, ya no sabe quién es. Ha perdido la meta, su destino definitivo. Ha perdido la orientación y se ha vuelto devastador. En su soberbia, va sembrando el desorden. Estamos indefensos ante los grandes fenómenos naturales como los terremotos, los huracanes, la ola ascendente de calor, el cambio climático. Las destrucciones amenazan con la muerte cósmica, planetaria. En el horizonte aparecen signos de un oráculo sobre el holocausto final con la muerte de la especie humana y las especies vivas. El hombre fue creado por el Dios creador y padre para vivir en la tranquilidad y armonía como para la vida y la felicidad. Las cosas materiales fueron creadas como un cosmos, un todo ordenado, para la vida inmortal y la felicidad plena. El antihéroe, el príncipe de las tinieblas metió el crimen y todas las obras perversas y con ello la muerte. Hay hombres que son agentes de Satanás iban sembrando el terror, el desorden, las luchas fratricidas y el odio. Van sembrando la destrucción de todo y han logrado devastar y tener al planeta en la agonía. Hay un clamor inaudible de tristeza y sufrimiento en todos los rincones del planeta, los seres no escapan a la angustia, dolor y la muerte. Es insoportable vivir con un dolor tan profundo de toda la gente. Una muestra es el azote del coronavirus, sólo en México ha habido cientos de miles de muertos ante autoridades impasibles distraídas, que no aceptan su responsabilidad ante tantos hermanos caídos, de los que sólo quedan cenizas, ante el luto de tantas familias, la angustia de quienes se sientan condenados a una muerte trágica, asfixiados. Se sienten impotentes ante la muerte indignados ante tan grave irresponsabilidad, retórica falaz del Presidente, de su gabinete, sus fanáticos y los servidores públicos en todos sus niveles. Estamos en una dinámica de destrucción, vamos en una pendiente sin control hacia el despeñadero, la destrucción y la muerte. ¿Se puede detener la caída vertiginosa a la destrucción y la muerte total? ¿Se puede sanar al planeta? Para las fuerzas humanas muchas veces se desvanece la esperanza. Hay una lógica y una fuerza de destrucción se acerca mucho a un punto sin retorno. En la revelación de Dios está presente como una profecía el final de los tiempos. Nadie sabe el momento, pero el desenlace es cierto. ¿Hay todavía tiempo? Hay signos de que la humanidad no está madura para el fin y que pudiera haber otra oportunidad para esperar el final. Hay que estar atentos a las señales de los tiempos que Dios nos hace y que percibimos y leemos en la fe.