Leopoldo González No cualquiera tiene en esta vida el apellido correcto, de entrada, porque no cualquiera puede presumir de un linaje con el apelativo López. ¡Ah, pero no cualquier López! Tiene que ser uno de los López del sureste, pegado a lo que allá se conoce como “la estufa del Golfo”. El nuevo titular de la secretaría de gobernación, Adán Augusto López, llega a esa secretaría de la política interna del país con los respaldos que en realidad cuentan: otro López lo nombró, él se apellida López, es primo del primer López y ambos cuentan con un árbol genealógico que trae prosapia como pocos. Los López de Tabasco y el sureste no son de Tabasco y el sureste: Tabasco y el sureste son de ellos, como decía del Estado de Chihuahua Francisco de Terrazas, el fundador del estado más grande del país. La extitular de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, además de incompetente para el puesto, pues no pudo operar desde su oficina una respuesta de Estado frente a la pandemia, un periodo extraordinario en el Legislativo para sacar el capricho de una Ley de Revocación de Mandato ni el regreso ordenado a clases presenciales, se tuvo que ir de ahí porque tampoco contribuyó a darle orden, articulación y rumbo al gobierno federal. Si además se da por sentado que Gobernación es la secretaría que hace el 1-2 respecto a la voluntad presidencial, y que ahí, en la caldera de los “grillos”, lo que se ocupa es dureza y rudeza para disciplinar a los de adentro y desviar e inhibir golpes externos que pudieran desestabilizar al gobierno, está claro que le quedó grande la yegua de la gobernación a una señora venida a menos. Inconveniente adicional: apellidarse Sánchez y no López es algo que no se lava ni con cloro en el sordo mesianismo de la 4T. Más acá de que Don Adán se llame así y ande muy Augusto con su López, y al margen de su primazgo y de que tiene hermanas muy bien paradas en la administración pública federal, como Rosalinda López Hernández, titular de la Administración General de Auditoría Fiscal Federal del SAT y esposa del gobernador de Chiapas, o Silvia López Hernández, esposa del consejero independiente de Petróleos Mexicanos (PEMEX), Humberto Mayans Canabal, lo cierto es que el nepotismo dinerero que infesta el poder bajo el cielo nublado de la 4T no es para presumir: más bien, filtra una sensación de vómito en la vida pública del país. El burdo nepotismo del clan, grave porque no hay nepotismo bueno en ningún gobierno o sistema político, podría incluso ocupar un lugar secundario si en la valoración del expediente político del nuevo titular de Gobernación se concede peso a lo que realmente lo tiene: la poco recomendable falta de perfil político en quien asume la titularidad de la dependencia más política del gobierno federal. Por su historia y antecedentes, quizás Don Adán no es una perita en dulce, tampoco el pétalo cordial de una flor del “árbol de chicle” que tan bien se ha aclimatado en el sureste. Debido a los pleitos y conflictos que su pobre capacidad administrativa y política ha abierto en todo el país, es posible que el titular del Ejecutivo, sobre todo después del golpazo que la CNTE le propinó el fin de semana en Chiapas, crea que a su gobierno le hace falta un hombre y una política de hierro: un Rambo según la preceptiva de telenovela del camarógrafo Epigmenio Ibarra, o un talibán criollo de acuerdo con otras preceptivas dramáticas. Allá él. La ceguera ignorante instalada en el timón de la burocracia puede llevar al país a episodios sangrientos: lo dice la realidad. Adán Augusto López, el secretario emergente que tal vez intente enderezar un gobierno que ha creado la descomposición nacional que hoy vemos, logró en Tabasco disminuir a 5 el número de regidores por municipio, reducir un 50 por ciento la lista de diputados plurinominales, quitarle presupuesto a los rubros de educación, investigación científica y salud y la aprobación de la llamada “ley garrote”, con la cual se criminalizó y penalizó toda forma de crítica y protesta antigubernamental en Tabasco. Al margen de que el nuevo titular de Gobernación ha ofrecido diálogo y acuerdo con todos, quienes saben de qué está hecho e intuyen a qué llegó a la dependencia no le creen, en parte por el ánimo intolerante del gobierno a que sirve, y en parte, también, porque lo que consiguió en Tabasco no fue con deliberación y debate democrático, con diálogo, acuerdos y consensos, sino con la actitud caciquil y autoritaria de quien encabezó un gobierno de tipo unipersonal, de espaldas a la ley y a las instituciones. La función de gobierno es una función de racionalidad política, para la cual se requiere conocimiento de la historia; saber cuál es y en qué momento aplicar el justo medio en la resolución de conflictos; empatía, comprensión y tolerancia con el punto de vista del otro; sabiduría y leal apego a los procedimientos democráticos y, desde luego, cultura jurídica y sensibilidad. Nada de esto tiene el gobierno de Morena: de ahí su descomposición y la descomposición del país. Adán Augusto López debe saber que en la secretaría de la que ahora es titular se ocupa más y mejor política, y que esta se ejerce con el ánimo relajado de una excelente mano izquierda y la firmeza flexible de una diestra mano derecha. Si el secretario no lo sabe, alguien debería decírselo. Pisapapeles Bajo ninguna circunstancia parece recomendable “despertar al México bronco”; si el factor delirante que subyace a la 4T tiene otra percepción, México podría tornarse un fango de problemas enconados muy pronto. leglezquin@yahoo.com