La Voz de Michoacán No hay vuelta de hoja. Las próximas horas serán cruciales para la definición de la gubernatura. Si bien el Tribunal Electoral estatal validó los resultados del 6 de junio que proclaman a Alfredo Ramírez Bedolla mandatario electo, el Equipo por Michoacán se mantiene firme en la impugnación ante la Sala Superior del Poder Judicial de la Federación. Todo puede ocurrir en estos momentos. Que se eche abajo el llamado “juicio madre” con el que la alianza pluripartidista sostiene la ilegalidad del triunfo de Ramírez Bedolla, como la ratificación de las sentencias que se han emitido durante las últimas semanas en otras elecciones, aunque claro está que cada una tiene sus propias características. Los magistrados tienen en sus manos el futuro de Michoacán. El Poder Ejecutivo se tiene que renovar, llueve o truene, el primero de octubre. En caso de que se anule el Congreso del Estado tendrá que convocar a una sesión para nombrar a un mandatario interino, quien tendrá la responsabilidad de convocar a nuevas elecciones. En caso de que se ratifique, desde hace unas semanas se ha ido caminando hacia la transición, por lo que se daría de manera muy natural la llegada de Alfredo Ramírez Bedolla a la gubernatura, con los trabajos previos que ya se han realizado. La judicialización de la elección siempre provoca incertidumbre, pero debe entenderse que no es una novedad. Cualquier candidato o partido está en su derecho de impugnar los resultados. En una democracia como la nuestra, existen esos medios para poder dirimir cualquier duda o inconformidad. Lo que puede resultar un tanto incomprensible es que el fallo se emita en la víspera del relevo en la gubernatura, metiendo todo tipo de presión y estrés. Serán cruciales las próximas horas. En la cancha del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación estará el futuro de Michoacán. Aún nada está escrito. Lo que más conviene es que más allá de la polarización que se pueda propiciar, se sienten las bases de un estado que puede transitar hacia la estabilidad, y la paz. A nadie le conviene la conflictividad, sea cual sea el fallo.