LA CASA DEL JABONERO | La estafeta caliente

Siempre he dicho que de los políticos menos que nadie hay que esperar nada, pero ojalá Ramírez Bedolla actúe más como gobernador y no como un simple administrador de la crisis, ya nos merecemos un gobierno decente, aunque hay que reconocer que Silvano le pasó una estafeta al rojo vivo. Al tiempo.

Jorge A. Amaral

No seas codicioso, no pugnes por estar en primera fila, haz gala de moderación y humildad; si no, te alcanzará la fustigadora mano del Destino, que corta las cabezas de los engreídos.
Ryszard Kapuściński

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Aceptar regalos, títulos honoríficos, favores, privilegios, pone en riesgo la independencia del periodista, que es una cualidad esencial para hacer un buen trabajo.
Javier Darío Restrepo

Pues ya se fue Silvano Aureoles, un gobernador con el que no faltaron las risas, pero tampoco los corajes. No vamos a hacer leña del árbol caído, pero hay que reconocer que el sexenio fue de más a menos porque, claro, Michoacán no estaba en las mejores condiciones cuando Aureoles llegó a Casa de Gobierno.

Es de recordar que en 2015 Michoacán aún tenía activas a las autodefensas pues el conflicto en Tierra Caliente aún era un polvorín. Además, durante los años previos se había transitado por la brecha de la ingobernabilidad, con un Fausto Vallejo que estaba entre sus problemas de salud y el narco metido hasta en su cocina, con un Jesús Reyna a quien las diferencias con Alfredo Castillo le salieron caras, con un Salvador Jara que fue el pisapapeles de Alfredo Castillo y una oleada de funcionarios que se constituyeron como una mafia en el estado.

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Ese fue el Michoacán que recibió Aureoles Conejo y no dudo que haya sido difícil lidiar con todo ello y que se hayan hecho esfuerzos por sacar la chamba. Hubo acciones de gobierno muy positivas vistas desde lo social, con programas como Palomas Mensajeras o Palabra de Mujer, que reunieron familias y dieron una oportunidad de empoderamiento a miles de mujeres, respectivamente. Pero no fue suficiente, y hay que reconocer que en México nunca lo será, y no es culpa del exgobernador, son las condiciones generalizadas de todo el país.

Sin embargo, hubo mucho dispendio, mucha frivolidad, viajes en helicóptero, funcionarios que hoy son dueños de ranchos y huertas. Los problemas siguieron avanzando hasta llegar al estado de cosas que hoy tenemos. Todo mientras los políticos en el poder nos veían desde arriba.

Durante todo su gobierno, Silvano Aureoles y sus funcionarios se dedicaron a negar el avance del crimen organizado. Para ellos, los muertos era gente que mataban en Jalisco y venían a tirarlos al lado michoacano, o eran pleitos entre particulares o grupos ajenos a la entidad que se disputaban el control de ciertas regiones. Lo curioso es que cada vez que decían eso aparecían más muertos y cada vez más cerca de Morelia. Tuvieron que pasar casi los 6 años enteros del gobierno para que administran la presencia no de una o dos, sino de hasta 14 agrupaciones delictivas que mantienen a la entidad sumida en la violencia.

Por otro lado, Silvano Aureoles estuvo más enfocado en la política y en posicionarse que en resolver a fondo los problemas de la entidad. Con tal de mantener el control, él y la camarilla de los Chuchos prácticamente deshuesaron al PRD, lo fueron vendiendo por piezas y cuando no quedó mucho, lo echaron al kilo, y eso le salió caro no sólo al exgobernador, sino al mismo PRD. Pero él le debía la gubernatura al PRI y había que corresponder, y por eso, en pleno periodo electoral de 2018, externó su apoyo a José Antonio Meade, candidato presidencial del PRI.

¿Lo obligaron sus acreedores políticos priistas de Los Pinos?, ¿andaba con el juicio obnubilado?, ¿fue un arrebato pasional? Quién sabe, pero si firmar y promover el Pacto por México de Peña Nieto fue un error táctico a largo plazo, esa postura de respaldo al candidato priista hundió aún más su reputación política, porque todo apuntaba a que Andrés Manuel López Obrador ganaría las elecciones, ya que Meade era, aunque un perfil decente, un candidato muy gris, que no hacía click con el electorado, y Ricardo Anaya se presentaba como la encarnación de lo peor de los gobiernos panistas y priistas juntos, aunado a que nunca propuso nada real.

Durante ese periodo, Silvano se la pasó despotricando como si hubiera pertenecido activamente a un equipo de campaña, y al final le falló, porque López Obrador ganó la elección. Cualquiera más o menos inteligente hubiera buscado llevar una buena relación con el presidente y su gobierno, si no de amigos, por lo menos institucional y de conveniencia, pero si desde el proceso electoral el hoy exgobernador no mantuvo la institucionalidad, luego del trago amargo de las elecciones iba a ser más difícil.

Dicen que la política es el arte de comer mierda sin hacer gestos. Silvano Aureoles hubiera sido más político y menos militante y hubiera actuado de manera que sus rencillas con el presidente no terminaran por impactar al estado. Pero es orgulloso, es bravío y no se iba a rebajar. Al contrario, siguió emitiendo posturas desde la Alianza Federalista, haciendo enojar más a ese hombre rencoroso e intolerante que vive en Palacio Nacional. No entendió la máxima que recomienda tener a los amigos cerca, pero a los enemigos aún más cerca.

Durante tres años estuvo de pleito casado con el presidente y la gota que derramó el vaso fue el berrinche porque su candidato, Carlos Herrera, perdió la elección, y eso debió doler y preocupar, porque era la garantía de impunidad terminado su periodo de gobierno, ya que dejando a uno de sus alfiles en la silla grande iba a ser más complicado que investigaran como Dios manda los manejos del dinero durante su gobierno. No digo que con Ramírez Bedolla vaya a suceder, porque el ahora gobernador no se manda solo, siempre hay una cúpula que toma las decisiones que los gobernantes ejecutan.

En fin, Silvano quizá hizo lo que pudo, a lo mejor hizo menos de lo que hubiera podido, pero ya se fue y ahora hay que ver qué hará Alfredo Ramírez Bedolla, porque hay que reconocer que el de Carácuaro le deja al morenista la vara muy alta, y no por su gran desempeño, sino por el caos que deja: deuda bancarizada, deuda con proveedores, deuda con trabajadores de la educación, por lo menos tres municipios de Tierra Caliente sumidos en la ingobernabilidad, miles de desplazados por la narcoviolencia, una SSP que en Tierra Caliente es acusada de operar en beneficio de Cárteles Unidos, ciudades como Morelia, Uruapan, Zamora y Jacona como focos rojos de la violencia; pugnas entre delincuentes en el corredor huachicolero que constantemente deja ejecutados en la zona que va de Tarímbaro a los límites con Guanajuato, pasando por Copándaro, Cuitzeo y Santa Ana Maya.

Además, está la relación con los municipios, a muchos de los cuales no se les invirtió un solo peso más allá de sus presupuestos durante los últimos años, ya sea porque las participaciones federales se fueron a otros rubros o por venganza política, cuando algunos hoy exalcaldes se sumaron a Morena, lo que no gustó nadita en Casa de Gobierno.

Siempre he dicho que de los políticos menos que nadie hay que esperar nada, pero ojalá Ramírez Bedolla actúe más como gobernador y no como un simple administrador de la crisis, ya nos merecemos un gobierno decente, aunque hay que reconocer que Silvano le pasó una estafeta al rojo vivo. Al tiempo.

No somos iguales

El otro día, alguien me comentó que la entrega pasada de La Casa del Jabonero no había gustado mucho a ciertas personas, esto porque le dediqué mucho espacio a un diputado federal que dejó al PT y ahora es un perredista de hueso colorado. No diré su nombre. Según me dijeron, llamó la atención que le dedicara demasiado espacio al legislador. ¿Por qué no hacerlo si el tema me da para seguir escribiendo y Diosito me dio el don de la palabra escrita? Pero lo que de veras llamó mi atención y, sí, hasta me ofendió, fue que preguntaran qué intereses tengo, si soy afín a la Cuarta Transformación. Mi primera reacción fue de molestia, seguida de un “no la chinguen” y al final me reí.

Es patético pensar que si alguien critica a cierta fracción, por fuerza se tiene que pertenecer a la contraria. Carajo, chavos, ya estamos bigotones. Al menos yo tengo 26 años que salí de la secundaria. Por eso la política mexicana no madura, porque se pierde en radicalismos vacíos, tontos, infantiloides; se enfrasca en debates estériles que no llevan a nada. Y lo peor, se preocupan más por lo que escribe un columnista que por lo que están haciendo ellos como tomadores de decisiones.

Pero bueno, a quien preguntó qué intereses tengo y si soy afín a alguna fuerza política, para que se les quite el pendiente les diré: no. Desde hace muchos años dejé la militancia partidista porque me estorbaba para trabajar y porque mientras milité en un partido político vi y escuché muchas porquerías, vi cómo hay quienes nunca en su maldita vida han trabajado, sólo viven enquistados en las dirigencias o en la operación política de programas sociales para conseguir beneficios personales. Vi personajes capaces de vender hasta a su madre con tal de ser candidatos o ganar una elección, y da lo mismo que se contienda por una gubernatura que por la alcaldía más pequeña: el ansia de poder y dinero es la misma. Por eso dejé la militancia partidista. Claro, como todo ser humano, tengo mis ideales, mis principios, y procuro serles fiel, pero evito los radicalismos; de hecho, los radicales me causan una pereza terrible.

“En la casa del jabonero, el que no cae, resbala”, dice el refrán, y esta columna le hace honor a su nombre porque no es gratuito, sino que le puse así con un fin y un principio básico: me importa un rábano de qué partido sea, si algo tengo que decir, lo diré.

Me precio de no ser de esos columnistas, periodistas y analistas que se la pasan tomándose fotos con políticos y funcionarios, quienes les invitan borracheras y comidas a cambio de párrafos amables que busquen aminorar o desacreditar las críticas. No soy tan popular, y si lo fuera, La Casa del Jabonero es un hogar humilde pero honesto, franco (a veces de más), orgulloso, noble y con la frente muy en alto para decir lo que pienso sin faltar a mis únicos compromisos: con mi familia, con la gente a la que aprecio y con el trabajo que se me paga por hacer, porque de eso vivo y lo hago con mucha responsabilidad, amor y juicio.

La columna, por otro lado, es un espacio de opinión sólo mía (y de cualquier lector que coincida con su servidor) y no me la saco de la manga, no invento ningún dato, son ingredientes que ya están ahí, yo sólo preparo el pastel con mi propia receta. Así que tranquilos, no me tienen que invitar a Las Trojes ni regalarme botellas de tinto en Navidad. Soy pobre pero honrado. Es cuánto.