José Luis Ceja / La Voz de Michoacán Jiquilpan, Michoacán. Derivado de las condiciones de humedad del ambiente y la falta de mantenimiento, la Fuente de la Aguadora se encuentra en severo riesgo de perder su estética, a lo que suman las exigencias que ha impuesto el Instituto Nacional de Antropología e Historia para que, desde el sector privado, se le pueda dar mantenimiento. Gloria Becerra Reyes, activista de este municipio, destacó que el deterioro en el monumento arquitectónico es más evidente en cada temporada de lluvias, pese a los esfuerzos que realizan las administraciones municipales para erradicar el sarro acumulado. “Se requiere de un producto químico, el problema es que no se sabe cuál o de qué tipo utilizar para no dañar ni la fuente ni la figura de la Aguadora”, destacó. La activista agregó que a través de la sociedad civil se han realizado esfuerzos económicos para allegarse de recursos y esperar luz verde por parte de las instancias gubernamentales para poder proceder con los trabajos. Destacó que durante muchos años se ha intentado la limpieza de esta fuente a través de los métodos tradicionales sin resultados satisfactorios, aunque, consideró, la invasión por sarro es quizá uno de los menores problemas que enfrenta esta fuente, que presenta ya fisuras en su estructura derivado de múltiples factores, como la caída de árboles que la han dañado. Una revisión a este espacio permitió advertir fisuras en el baldaquino que cubre la figura de la Aguadora. Foto, José Luis Ceja. La tradición de las aguadoras de Jiquilpan y la leyenda de la fuente Previo a la introducción de las redes de agua potable en la cabecera municipal, eran las mujeres quienes tenían la encomienda no escrita de hacer llegar el agua de la Fuente del Zalate a las casas de la ciudad, por lo que desde temprana hora se apersonaban en la fuente para llenar sus cántaros y recorrer la ciudad, de ahí que la figura de la mujer se hubiera convertido en el emblema por excelencia de la ciudad. Durante la administración 2002-2004. el entonces alcalde, Luis Felipe Herrera Arteaga, solicitó de la intervención del Instituto Nacional de Antropología e Historia para dar mantenimiento al complejo arquitectónico de la Fuente de la Aguadora, diseñado por el escultor Federico Canessi. Originalmente la fuente carecía de la estatua de la mujer, ya que en su lugar, de acuerdo con fotografías de la época que se conservan en la Unidad Académica de Estudios Regionales de la UNAM, debajo del baldaquino se encontraba una espiga de la que brotaba agua. De acuerdo con el investigador y docente del Centro de Estudios de las Tradiciones del Colegio de Michoacán, Álvaro Ochoa Serrano, el complejo arquitectónico de esta fuente se dio en el marco de los trabajos de construcción de la carretera nacional México-Guadalajara, con la intención de embellecer la ciudad. En lo que respecta a la figura de la mujer portando un cántaro en la cabeza del que brota agua, el también vicepresidente de la asociación civil Cronistas por Michoacán, señaló que no se tiene el dato preciso del autor de la escultura y que bien pudiera tratarse de la obra de un artesano local o algún encargo realizado por el general Lázaro Cárdenas, y ésta fue incrustada en la fuente antes de 1940. Durante el periodo municipal 2002-2004, el comunicador Raúl Villanueva, entonces propietario y director del semanario La Fuente, que se editaba en este municipio, publicó que la estatua al interior de la fuente no era la original y que ésta se encontraba en la finca que el entonces alcalde Luis Felipe Herrera construía en el estado de Colima, rumor que permaneció durante años al grado de que la población creyó a pie juntillas esta versión, incluso varios jiquilpenses que visitaron la ubicación de la finca del ahora exalcalde aseguraron tener fotografías del monumento en los jardines de la casa de Herrera Arteaga. Fue hasta la administración 2012-2015 que el comunicador Raúl Villanueva concedió una entrevista para un medio digital local en la que reconoció que, derivado de las diferencias con el alcalde en turno y en la necesidad de incrementar las ventas de periódico, dio como una versión oficial la charla sostenida entre dos personas de la tercera edad quienes, entre sí, señalaban notar diferencias en la estatua de la mujer a partir de los trabajos realizados. Como argumento justificativo, Raúl Villanueva señaló en esa ocasión que la práctica de dar como verdades los rumores de la población era práctica común durante esa época por parte de los comunicadores locales.