Ciudades moldeadas por la comida: consumo da forma a urbes y al campo que las abastece

El consumo de alimentos da forma a las ciudades y al campo que las provee, provocando un impacto sobre las personas y el planeta mucho mayor que cualquier otra actividad humana.

Alimentación conecta el campo y las urbes. Foto: EFE / Instituto Médico Europeo de la Obesidad.

EFE / La Voz de Michoacán

¿Alguna vez se ha parado a preguntarse cómo ha llegado a su plato, casi como por arte de magia, la comida que se dispone a ingerir?

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La reconocida arquitecta, profesora y escritora británica Carolyn Steel (www.carolynsteel.com) sabe que el proceso de alimentar a las ciudades no tiene nada de mágico y sostiene que es mucho más importante de lo que se cree, tanto que el consumo urbano de alimentos puede considerarse como un factor determinante en las características, vida y evolución de una ciudad.

Si pensamos que, para una ciudad como Londres, todos los días hay que producir, importar, vender, cocinar, comer y eliminar unos treinta millones de comidas, “resulta sorprendente que quienes vivimos en los núcleos urbanos consigamos comer”, enfatiza Steel.

Para esta arquitecta y urbanista, la proeza cotidiana de alimentar a una ciudad, de la que la mayoría de sus habitantes no son conscientes, “tiene un impacto sobre nosotros y nuestro planeta mucho mayor que cualquier otra actividad humana”.

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Una parte de este impacto consiste en problemas como la obesidad, el aumento de los supermercados o la destrucción del mundo natural, así como el desperdicio y la destrucción causada por los sistemas alimentarios actuales, advierte Steel.


EL CONSUMO ALIMENTARIO EN EL DISEÑO URBANO

“El alimento moldea nuestras vidas. La comida da forma a las ciudades y moldea el campo que las abastece”, recalca esta experta que ha investigado “cómo comen” las ciudades y examinado las maneras en que la producción moderna de alimentos ha alterado el equilibrio de la existencia humana.

Steel ha dirigido estudios de diseño en la London School of Economics, la London Metropolitan University y la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido, país donde se la considera “una de las diez mayores visionarias del siglo XXI”, según la publicación ‘The Ecologist Magazine’.

Un grupo de jóvenes comen en un restaurante de Londres. El alimento es el medio de civilización más ubicuo y siempre ha moldeado el mundo, pero no siempre para bien. EFE

Steel siempre sintió interés por los edificios y quería saber cómo estaban habitados, por dónde entraba la comida, dónde estaban los caballos, qué pasaba con la basura… Le fascinaban las divisiones públicas y privadas dentro de los edificios, la forma en que se entrelazaban los hábitos de un vecindario.

Durante su etapa en la London School of Economics, conoció a arquitectos, políticos, economistas, desarrolladores, sociólogos, expertos en vivienda e ingenieros, que intentaban encontrar un elemento común con el que hablar sobre las ciudades.

Steel tuvo la idea de utilizar la comida para este propósito, y plasmó esa idea en su libro ‘Ciudades hambrientas’, en el que analiza el papel de la comida como pieza clave y común denominador de todas las ciudades al margen de su diversidad.

En Londres se consumen millones de comidas a diario (foto de Massimo Virgilio en Unsplash).

En este trabajo, Steel invita a reflexionar sobre lo que comemos y cuánto desperdiciamos, la energía que consumimos y cómo la desechamos, según el diario británico ‘The Times’.

Para Steel el alimento se ha utilizado como herramienta de diseño durante milenios, aunque se ha hecho a ciegas.

Quienes se han servido del alimento lo han esgrimido, por lo general, como un arma. Por su causa se han librado guerras, conquistado continentes, transformado paisajes, derrocado gobiernos o firmado tratados”

Carolyn Steel, arquitecta, profesora y escritora británica

Señala que el alimento es el medio de civilización más ubicuo y siempre ha moldeado el mundo, pero no siempre para bien.

¿Qué pasaría si utilizáramos el alimento de otro modo? ¿Qué sucedería si reconociéramos que, aun cuando sea la atmósfera lo que respiramos, la ‘sitosfera’ (de sitos, el término griego para referirse al alimento) es el lugar donde vivimos?, señala

¿Qué ocurriría si reconociéramos que, en lugar de destruir el planeta para producir alimento, tenemos que planificar cómo vamos a alimentarnos para no destruirlo?

Carolyn Steel, arquitecta, profesora y escritora británica

Señala que cuando se reconoce que vivimos en una ‘sitosfera’, la ciudad y el campo emergen como un territorio continuo, que trasciende las fronteras entre lo urbano y lo rural.

Los pubs de Londres, las tiendas de exquisiteces de Nueva York, las ‘trattorias’ de Roma, los cafés parisinos, son ejemplos de ‘terroir’ urbano, al igual que la comida y la bebida que sirven en ellos: filetes y pastel de carne, roscos de pan y ternera en salmuera, pasta y pizza, cruasanes y café con leche, señala.

Tanto si los alimentos locales nos gustan o no “son los que dan su aroma característico a la vida urbana”, según Steel.


CIUDADES ‘SITÓPICAS’ BASADAS EN LA COMIDA

Aunque ninguna ciudad ha sido diseñada deliberadamente a través de la comida, muchas de las ciudades ya existentes están empezando a vislumbrar el potencial de la comida como un poderoso agente de renovación urbana, y poniendo en marcha iniciativas en este sentido, según Steel.

Explica que en el Reino Unido distintas ciudades están impulsando programas de regeneración a través del apoyo a mercados de alimentos locales y utilizando la comida como herramienta para reducir el impacto del consumo urbano.

Algunas ciudades están capacitando a su población en las artes de la cocina, el cultivo de verduras y la creación de más espacios para huertos, o plantando en sus calles una amplia variedad de árboles con frutos de cáscara y comestibles, ejemplifica. 

El urbanismo y la alimentación están muy relacionados (foto de Lina Kivaka en Pexels).

Consultada por EFE sobre cómo sería una ciudad ‘sitópica’ diseñada ‘ex profeso’ a partir del alimento, Steel señala que la mayor parte del planeta podría encajar dentro del concepto de ‘sitopía’, (del griego sitos, comida + topos, lugar), es decir de “un lugar moldeado por la comida”.

“Pero lamentablemente vivimos en una mala ‘sitopía’, ya que esperamos que la comida sea barata, lo cual está reñido con el hecho de que matemos seres vivos para poder vivir”, reflexiona.

Para Steel, el cambio climático, la deforestación, la erosión del suelo, el agotamiento del agua, la contaminación, la extinción masiva y las enfermedades relacionadas con la dieta son solo algunos de los efectos secundarios de esta actitud hacia la alimentación.


CÓMO COMEMOS DETERMINA COMO VIVIMOS

“La forma en que producimos, comercializamos, consumimos y desperdiciamos alimentos influye en todo, desde nuestros cuerpos, hábitos, políticas y economías hasta nuestras ciudades, paisajes y clima”, puntualiza.

“Si volvemos a valorar la comida, podremos empezar a crear ‘sitopías’ buenas”, recalca.

En cuanto a cómo podría ser una ciudad que valora la comida, Steel piensa en algunos modelos urbanísticos como la ciudad-estado italiana “que vio explícitamente la importancia de la conexión entre ciudad y campo y para la que el mantenimiento de esta conexión fue una preocupación clave del gobierno”.

Imagen de la terraza de un restaurante de Londres. La reconocida arquitecta Carolyn SteelSteel invita a reflexionar sobre lo que comemos y cuánto desperdiciamos, la energía que consumimos y cómo la desechamos Foto: EFE.

Por supuesto, este modelo es también una antigua visión utópica, según esta arquitecta, que se inspiró precisamente en el término utopía (plan, proyecto, doctrina o sistema deseables que parecen de muy difícil realización) para crear la palabra ‘sitopía’, según explica a EFE.

Steel cree que podemos recuperar ese escenario utópico: “construir ciudades en las que la comida vuelva a ser el centro de la vida, una fuente de buenos trabajos, sociabilidad y comunidad, en la que las personas aprendan a valorar la comida una vez más, a cocinar, compartir y tal vez cultivar sus propios alimentos”.

En esa ‘sitopía’ se valoraría y pagaría a los agricultores para producir buenos alimentos de forma ética y sostenible, y las ciudades se volverían a conectar con sus zonas de influencia locales para crear sistemas alimentarios más regionales, estacionales y resistentes a la adversidad, apunta.

Steel está trabajando actualmente con la ciudad de Almere (al este de Ámsterdam, en los Países Bajos) para tratar de ayudar a crear una ciudad que reúna estas características.

Los Países Bajos han sido conscientes de la ‘cuestión de los alimentos’ a lo largo de su historia, ¡debido a que tienen muy poca tierra para cultivar!”

Carolyn Steel, arquitecta, profesora y escritora británica

Explica que Almere es una nueva ciudad construida en tierras recuperadas de ‘pólder’ (terreno pantanoso ganado al mar y que se dedica al cultivo) y que ya ha estado trabajando con los arquitectos de la firma MVRDV para diseñar una región en la que la comida y la agricultura se incorporen al diseño.

Steel está ayudando a la ciudad a desarrollar una estrategia alimentaria que, con suerte, permitirá abordar otros aspectos del sistema alimentario de Almere.

“Es un trabajo en progreso, pero espero que acabemos creando algo parecido a una nueva sitopía”, adelanta a EFE.