El domingo pasado se inauguró en la ciudad de Glasgow, Escocia, la reunión del COP-26, que es un organismo creado a iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas (ONU, hace 29 años) con el fin de crear compromisos de los gobiernos del mundo con el fin de controlar o contribuir a mantener las condiciones ambientales del planeta, en 1.5 °C, controlando para ello la emisión de Gases Efecto Invernadero (GEI) que se concentra en la atmosfera terrestre y que ocasiona el incremento de la temperatura del planeta. La pregunta desde el punto de vista de la estrategia deconstructivista: ¿dónde está el centro?, es decir, el logos, que constituye la presencia de occidente y que, como en otros casos, emerge como la explicación constructora de una verdad que es la verdad de occidente y que, bajo esa lógica dicha narrativa lo que trata es de establecer una explicación que, inventada como significante, juega la función de convertir ese falso significante en realidad, presentándola como una verdad, que es un logocentrismo dominante. El discurso de la ONU que ha tomado bajo su control desde 1972 (Primera Cumbre de la Tierra, celebrada en Estocolmo, Suecia) la responsabilidad de conducir las estrategias a favor de evitar los efectos del calentamiento global, se presenta como una narrativa apocalíptica. Su centro es la emisión de GEI. Para António Gutérres, secretario general de la ONU, y quien personifica o es el portador de la narrativa global de que nos encontramos ante una “Catástrofe climática”, el único mundo habitable es el mantener el 1.5 °C que se corresponde con el que existía en la era preindustrial. El discurso apocalíptico del que la ONU hace gala, inculca un estado de prontitud en las medidas que se deben tomar. En los próximos años se debe reducir la emisión de GEI a la mitad, ha urgido Gutérres a las naciones que participarán en Glasgow, para que lleven planes realistas y aplicables ante la catástrofe climática. Contrasta esto un poco con las imágenes que nos llegan antes del inicio de la conferencia en donde algunos de los presidentes o jefes de Estado se saludan sonriendo durante su llegada a la sede del COP-26 (Ebrard y Biden, por ejemplo). Las imágenes apocalípticas que rondan en el discurso son los estudios científicos (la ciencia utilizada como medio de verdad y legitimación de las políticas ambientalistas de la ONU y su panel de científicos a modo), el aumento en 62 por ciento de las zonas calcinadas debido al incremento de los incendios forestales, la pérdida de la biodiversidad y el incremento de las sequias. También, el problema en el que se encuentran las islas ante el incremento del nivel del mar por el deshielo de los polos, o bien, el impacto en zonas vulnerables del África Susahariana. Como sugieren estudiosos de la obra del célebre filósofo argelino Jacques Derrida (1930-2004) (Ver Óscar Ayala, “La deconstrucción como movimiento de transformación”), la ONU ha construido su propio logos, que hace brillar una idea del momento que vive el planeta. Por lo que la deconstrucción llama a una transgresión de esa narrativa cuyo centro se ha expuesto en los párrafos anteriores. El “significante” que ha construido la narrativa de la ONU, como idea central, logocéntrica, oculta y hace invisible las verdaderas causas del fenómeno climático, sin demeritar el tema de la catástrofe climática, pero entendida bajo otro contexto explicativo. Lo que sugieren los atentos lectores de Derrida es dislocar el discurso logocéntrico eliminando su centro, aquello que se presenta como causa con el fin de reconstruir el significante y evitar que la deconstrucción se limite a una destrucción. Entonces, si eliminamos el centro de la narrativa de la ONU que es los GEI son causa, tenemos entonces que existe un dislocamiento, en donde aparecen sin causa aparente el incremento de las sequías combinado con la formación de huracanes con un comportamiento anormal, se deshielan los polos, aumenta la desertificación, se impacta la biodiversidad, la agricultura sufre el impacto y se incrementa la pobreza, entre otros aspectos. Me remonto genealógicamente al origen, como lo expone otro estudioso de Derrida (Ricardo Divana en: “Derrida y la deconstrucción del texto: una aproximación a Estructura, el signo y el juego en el discurso de las ciencias humanas”) y los antecedentes me indican que estos fenómenos (lluvias intensas combinadas con sequías prolongadas, las mismas pandemias), no son recientes y que ocurrió una disputa por el “significante” hace algunas décadas un poquito antes de que en 1972 la ONU se propusiera ingresar a la disputa por imponer un significante con un logos (idea hegemónica) de las causas del fenómeno ambiental. En otras palabras, el logos platónico, el Dios cristiano, el espíritu hegeliano, el hombre que surgió en la modernidad (Ricardo Divana en: “Derrida y la deconstrucción del texto: una aproximación a Estructura, el signo y el juego en el discurso de las ciencias humanas”) transformado en el conquistador del mundo, asumió la figura de la tecnología verde y la sustentabilidad. Por todo el planeta (las fuerzas que dominan la ONU) promovieron la preocupación por medio ambiente y el verde, los partidos verdes que se incrustaron en los parlamentos a veces como es el caso de México respaldados por la Secretaría de Gobernación y amparados en actores del entonces partido hegemónico. Más tarde las Organizaciones No Gubernamentales, aunque no todas por supuesto. Todos ellos reprodujeron el discurso del capitalismo que encontró en el verde y en la tecnología una narrativa de quienes se reposicionaron al interior de la ONU y que ofrecieron una salida al caos ambiental que ya preveían los auténticos ambientalistas y ecologistas críticos del modelo de producción capitalista, la verdadera causa del caos en el que ha sido colocado el planeta tierra. El salvemos al planeta debe entenderse como el salvemos al capitalismo de la ecología y del movimiento cuestionador ambientalista que ha sido silenciado por la narrativa de la ONU. Cómo creer que el COP-26 va emitir medidas orientadas a eliminar los GEI si las causas no son los GEI sino el modelo de producción que genera los GEI. Si ellos mismos han creado una narrativa, un significante, que oculta la realidad. Las naciones que pertenecen a las economías centrales son las principales generadoras de los gases en cuestión, por lo que no se van a autoflagelar pues han sido precisamente ellos los que se han encargado de generar todo el caos ambiental que nos rodea. Es de lógica elemental. Estas mismas naciones han creado una alternativa que suena potente ante los ojos del mundo que ha sido amedrentado por un discurso apocalíptico pero cuyas verdaderas causas han sido ocultadas por la narrativa hegemónica que promueve la ONU a nombre de la sociedad industrial. El mundo amedrentado ve con buenos ojos las tecnologías que generan energía limpia, pero el punto es que ellas mismas son tecnologías sucias ética y técnicamente hablando…