EFE / La Voz de Michoacán Inglaterra. El premio nobel de Literatura Abdulrazak Gurnah defendió hoy que la escritura tiene que “mostrar lo que puede ser de otra manera”, para ver más allá de lo impuesto y que el ser humano aparezca por encima de los estereotipos. Cuando esto se logra surge “una especie de belleza”. En su lectura de aceptación del Nobel, Gurnah navegó entre su amor por la literatura, sus recuerdos del colonialismo en Zanzibar, su llegada como refugiado a Reino Unido y el racismo que vivió en aquellos años. Todo ello conformó su vocación literaria. Gurnah, nacido en 1948 en Zanzíbar, hoy territorio de Tanzania, fue reconocido con el Nobel por “su penetración inflexible y compasiva en los efectos del colonialismo y el destino del refugiado en el abismo entre culturas y continentes”, según la Academia Sueca de Literatura. Durante la lectura, rememoró su llegada a Inglaterra a los 18 años, huyendo de la opresión y la persecución de los ciudadanos de origen árabe, tras la independencia de Zanzibar de Gran Bretaña. En aquel periodo de “nostalgia del hogar y en medio de la angustia de una vida ajena” fue cuando tuvo más claro que había algo que “necesitaba decir, que tenía una tarea por hacer, lamentaciones y agravios que sacar y considerar”. El desarraigo, la perturbación del refugiado y el colonialismo son temas que atraviesan la obra del jubilado profesor de literatura inglesa y poscolonial en la Universidad de Kent, para quien “escribir no puede tratarse solo de batallas y polémicas, por muy estimulante y reconfortante que pueda ser”. La escritura “también tiene que mostrar lo que puede ser de otra manera, lo que el duro ojo dominante no puede ver, lo que hace a la gente de talla aparentemente pequeña sentirse segura de sí misma a pesar del desdén de los otros”. Por ello, hay que escribir sobre ello y “hacerlo con honestidad, de manera que tanto la fealdad como la virtud se superen, y el ser humano aparezca más allá de las simplificaciones y estereotipos. Cuando eso funciona, surge una especie de belleza”. Gurnah empezó a escribir a los 21 años en Inglaterra y en inglés, aunque el suajili es su lengua materna, y su gran avance como escritor llegó con su cuarta novela “Paraiso” (1994) En su adolescencia vivió la revolución de Zanzibar (1964) y el “profundo caos que cayó” sobre sus vidas: “detenciones, ejecuciones, expulsiones y un sinfín de pequeñas y grandes indignidades”, pero no fue hasta sus primeros años en Inglaterra cuando pudo reflexionar sobre ello, “para revisitar las mentiras y desilusiones a las que nos habíamos enfrentado”. Con el tiempo, fue encontrado nuevos motivos para escribir al ver que se estaba construyendo una historia nueva, “más sencilla”, que transformaba e incluso anulaba lo ocurrido para “adaptarlo a las realidades del momento”. Así, “se hizo necesario rechazar esa historia” y escribir “sobre las persecuciones y crueldades que la autocomplacencia de nuestros gobernantes pretendía borrar de nuestra memoria”. Pero había también otra interpretación de la historia por tratar. Gurnah describe a su generación como niños del colonialismo, donde “la dominación disfrazaba su auténtico ser con eufemismos” y ellos estaban “de acuerdo con el subterfugio”. Las generaciones que llegaron después “quizás no vieron con claridad o en suficiente profundidad la forma en que la experiencia colonial había transformado nuestras vidas, que nuestras corrupciones y desgobierno eran también, en cierta medida, parte de ese legado colonial”. Algunos de esos temas los vio mas claros en Inglaterra, allí entendió mejor cómo alguien como él era visto “en la hilaridad que acogen los chistes racistas en la televisión,” en la “hostilidad no forzada” a la que se enfrentaba en las tiendas, oficinas o el autobús. Así creció el deseo de escribir en rechazo a las simplificaciones “de la gente que nos despreciaba y nos denigraba”. Gurnah, el primer autor africano negro que gana el Nobel desde Wole Soyinka, en 1986, comenzó diciendo que “la escritura siempre ha sido placer” y concluyó asegurando que “un poco milagrosamente”, ese placer juvenil “sigue aquí después de tantas décadas”.