Jorge A. Amaral Este miércoles, en la avenida Camelinas de Morelia, se escucharon balazos cerca de una conocida taquería, en una de las zonas comerciales más importantes de la ciudad, misma que es frecuentada por políticos y gente acomodada. Al saberse de los disparos, de inmediato se encendieron las alarmas, puesto que se regó el rumor de que se trataba de un atentado contra un funcionario del gobierno del estado, el cual, a lo largo de los años, no ha estado exento de amenazas en su contra. Al lugar llegaron decenas de elementos de la Policía Michoacán, de la Municipal de Morelia y de la Fiscalía General del Estado. En la escena hubo agentes uniformados, pero también de esos que usan chaleco antibalas debajo del traje. Las autoridades, prestas a hacer contención de daños, se apresuraron a informar que no había habido atentado alguno, ni balacera ni nada de eso. Al final, dijeron, todo se trató de un tipo que, borracho, realizó disparos al aire desde una azotea cercana a la taquería. Las pistolas que supuestamente le aseguraron parecen piezas de museo. A veces no quiere uno dudar de las autoridades, pero con tantos años de opacidad, censura a los medios, manejo discrecional de la información sensible, encubrimientos y demás prácticas, hacen que uno desconfíe de lo que digan. Por un borracho tirando al aire en lo alto de una azotea se desplegó un operativo de dimensiones dramáticas, por algunos disparos al aire hechos por un ebrio los comensales del restaurante se tiraron al piso, asustados, preocupados. Pues sí, eso dijeron las autoridades, que a través de distintas vocerías pusieron en la mesa esa versión. Esta misma semana, en el distribuidor vial de la salida a Charo, un elemento de la Marina fue asesinado, y aunque se cerró el carril lateral de la avenida Madero, no se dio con los responsables. Lo mismo ocurrió este martes, en la colonia 18 de Mayo, donde tres personas fueron atacadas a balazos. Una mujer resultó herida y dos varones perdieron la vida. De los asesinos sólo se sabe que se fueron en una camioneta gris, pero ya no se supo si tenía placas de California o si la traían bien arreglada Pedro Márquez y su novia. Qué bueno que en el hecho de ayer en Camelinas las autoridades actuaron con prontitud, pero llama la atención porque ese hecho se dio en una de las zonas de más plusvalía en la capital del estado, porque de haber sido en la colonia Isaac Arriaga, donde mataron al marino, o en la colonia 18 de Mayo, cerca de Las Tijeras, quizá la movilización no habría sido tan intensa, sólo lo de rigor: dos o tres patrullas para acordonar, la Guardia Nacional como convidados de piedra, paramédicos en caso de ser necesario y Semefo si hay muertito, y al final, como suele informarse en la nota roja: “se desconoce el móvil del crimen y el paradero del o los atacantes”. O de plano se hubiera minimizado: “se hicieron recorridos, en los cuales no se logró dar con la persona que habría disparado”. Ojalá todos los hechos delictivos de Morelia se concentraran en zonas comerciales importantes, en barrios bonitos, frente a restaurantes populares. Eso garantizaría la rápida actuación de las autoridades. Por lo pronto, este miércoles en Zamora una mujer fue asesinada de tres balazos y, pese a que fue a plena luz del día, nadie sabe quién fue. Y esta mañana, en Jacona, personas armadas rafaguearon una casa sin que hasta el momento se sepa quién disparó y por qué. Y más temprano, en la madrugada, cuatro personas que viajaban en un taxi en Sahuayo fueron atacadas a balazos, dejando como saldo dos muertos y dos heridos, y, obvio, no se sabe quién fue ni por qué lo hizo. El ultraje Le cuento a manera de denuncia y hasta de alerta. Esta semana, aprovechando que haríamos algunas compras en el Mercado Independencia, aprovechamos para almorzar en una de las fondas que están junto a las carnicerías. La comida estuvo decente, hay que reconocerlo, lo mismo que el servicio, pero a la hora de la cuenta: 450 pesos por un pescado frito acompañado de arroz, unos chilaquiles, una orden de 4 flautas de pollo, una Coca Cola y dos tazas de Nescafé. En esos lugares no se exhiben precios, no hay un menú que indique los costos, y por eso se aprovechan, a sabiendas de que van muchas personas que llegan de sus pueblos a hacer compras e incautos que, buscando algo limpio y sabroso, caemos en las garras de comerciantes que con una familia de 3 personas quieren sacar la venta de toda la mañana. Sí, la culpa fue mía por no preguntar, pero lamentablemente el león piensa que todos son de su condición y pensé que estaba tratando con comerciantes honestos como lo fue mi padre durante los más de 60 años que tuvo carnicería, o como lo es mi madre en su miscelánea. En fin, estaría padre que se regularan los precios, no para que den barato, sino para que no le vean a uno la cara de pendejo. Es cuánto.