Inés Alveano Aguerrebere. En vísperas del 6 de enero, caminé por la repavimentada Av. Lázaro Cárdenas (en Morelia), entre Vicente Santa María y Av. Morelos Sur. Si no acostumbra esos rumbos, le platico que las banquetas estaban abarrotadas de gente haciendo las compras de los Reyes Magos y había muchos puestos ambulantes ocupando un carril vehicular en cada sentido. Para avanzar a buen ritmo y con sana distancia, elegí el arroyo vehicular. Tuve oportunidad de observar la nueva obra desde unos días antes de que la reabrieran al paso de los vehículos y camiones y mi impresión fue de que ese espacio tenía amplia vocación peatonal. También me percaté que recién inaugurada, los carriles de circulación pegados a la banqueta, seguían siendo utilizados como estacionamiento y las personas a pie se hacinaban en las banquetas. Considerando las tres experiencias, he de asegurar que el “nivel de servicio” (término utilizado por los ingenieros del transporte) de esa vialidad no ha mejorado. Es decir, quizás tenga ahora un pavimento de circulación sin baches, pero su utilidad sigue siendo la misma que antes de invertir el recurso público: los automóviles y el transporte público siguen avanzando a vuelta de rueda y las personas a pie siguen padeciendo penurias en el espacio en donde hacen sus compras. Es como si una familia decidiera remodelar una habitación, con el objetivo de que volverla bella y funcional, pero terminara siendo el mismo chiquero que antes… Creo que las personas que la diseñaron, quizás fueron optimistas al creer que ahora sí se utilizarían los 4 carriles para mejorar la circulación de los vehículos, pero olvidaron que el hombre (y la mujer) son animales de costumbre, y que se iba a requerir presencia constante de un personal de tránsito, para evitar que volvieran a estacionarse. Me parece también, que pasaron por alto olímpicamente la distribución modal en la ciudad, es decir, en qué traslada la gente. Si tomamos en cuenta el área metropolitana, sólo 20 por ciento de los viajes se hacen en vehículo particular, 40 por ciento se hacen en transporte público y 30 por ciento se hacen a pie. Si pensamos en los clientes de un mercado, ello implica que 70 por ciento de ellos no llegarán en auto. Cuanto más si sabemos que al mercado independencia, llegan a surtirse personas de muchos pueblitos y localidades que se trasladan en los autobuses suburbanos. ¿Mi punto? Ya está la obra, y no se hicieron banquetas más amplias (que aprovechen 100 por ciento el espacio sub-utilizado como estacionamiento). Pero es posible impulsar un uso distinto, que realmente eleve la experiencia de quienes ahí acuden (tanto comerciantes, como clientes). Es posible habilitar espacios de descanso (por ejemplo, con maceteros, bancas y sombra), además de ampliar el marginal lugar que se les dio a las personas para caminar entre un comercio y otro. Me refiero a confinar los carriles cercanos a la banqueta, para darles (puede ser temporalmente, como prueba piloto) un uso altamente efectivo. Bien lo dijo Janette Sadik-Khan (quien peatonalizó Times Square, en Nueva York): “las personas son las que compran, los autos no”. P.D. Siendo realista (y quizás parezca radical), los únicos vehículos que deberían circular por enfrente del mercado independencia es el transporte público, y las camionetas de carga que surten a los negocios locales…