Jaime Darío Oseguera Méndez El reciente triunfo de la izquierda en Chile, uno de los países más desarrollados del continente y la sucesión de victorias de partidos políticos identificados con la izquierda, plantea una reflexión sobre el futuro político de América Latina. Gabriel Boric, un joven activista de 35 años, asumirá en marzo la Presidencia de Chile, en medio de una gran expectativa. Será el Presidente electo con más votos y el más joven de la historia en ese país. En Costa Rica Carlos Alvarado Quesada, nació en 1980 y aunque ha tenido dificultades en su período que termina en mayo, también representó en su momento la llegada de nuevas generaciones de políticos vinculados con programas progresistas. En Nicaragua el sandinismo con todos los señalamientos de autoritarismo y la persecución de los opositores en algunos casos hasta el encarcelamiento, Ortega sigue teniendo una base de apoyo con un programa profundamente identificado con la izquierda más radical del continente. En Argentina, el votante quedó rápidamente saturado de Macri y las políticas de derecha liberal apenas un periodo después de haberlo electo, regresando al llamado del peronismo con un programa de izquierda que antes había sido rechazado por el propio electorado. En Brasil todo parece indicar que volverá la izquierda de la mano de Lula después de haber pisado la cárcel señalado por corrupción y malos manejos tanto de él mismo y de su sucesora Dilma Roussef. En Panamá, tan acostumbrado a gobiernos de derecha, ganó la centro izquierda encabezada por Laurentino Cortizo, quien encabeza un programa de centro izquierda siendo un empresario y ganadero reconocido. En Perú, Pedro Castillo antiguo dirigente magisterial acaba de ganar a los restos del Fujimorismo que se reagrupó con toda la derecha incluyendo a un Vargas Llosa impresentable como político por más admirado que ha sido como novelista. Lo mismo sucedió en Bolivia donde la persecución y veto para Evo Morales no fue impedimento para que ganaran sus seguidores en un gobierno con el mismo corte y programa político. El triunfo aplastante de López Obrador en 2018 le da continuidad a este argumento de la oleada latinoamericana hacia la izquierda, derivado del hartazgo por la corrupción. Todos tienen varios elementos en común. La hipótesis del péndulo en materia electoral, nos indica que en todos los países democráticos, hay una tendencia permanente a la alternancia en el gobierno. Es consustancial a la democracia que los electores cambien de opción política una vez que en la mayoría de los países se han regularizado las elecciones libres. Con dos o tres excepciones marcadas, en todo el continente ha evolucionado el sistema democrático a la alternancia, olvidándonos de los partidos únicos, las hegemonías apabullantes, los militares en el gobierno y las oligarquías resistentes al cambio. El péndulo que fluctúa entre izquierda y derecha tiene fundamentos ideológicos que no siempre se distinguen. Hay por lo menos dos dicotomías que sobresalen si queremos diferenciar lo que significa la izquierda de la derecha. En términos económicos, la izquierda apela por una mayor intervención del estado en la economía. La propiedad estatal y la colectivización de actividades económicas, son el componente más emblemático. La derecha liberal por su parte ha insistido en la capacidad de la iniciativa privada para promover el crecimiento y la necesidad de que sean los particulares y su creatividad, quienes realicen las principales actividades económicas. Los gobiernos de izquierda privilegian las empresas estatales y, en general, asumen que el control de la actividad económica lo debe tener el gobierno No sólo es un tema de regulación sino de propiedad y posesión; el gobierno marca el ritmo, impone los accesos y limitaciones a la iniciativa privada. La derecha en general entrega las actividades económicas en manos de particulares y bien podría ser este uno de los fundamentos para explicar el movimiento del péndulo político: los gobiernos de derecha en los últimos años han sido señalados por entregar actividades económicas a pequeñas élites de particulares, a veces de manera poco transparente, corrupta y con grandes concentraciones de capital en pocas manos. Los señalamientos de corrupción siempre caen en ambos lados del péndulo, pero ha sido muy notable la vuelta a la izquierda como crítica a los ejercicios de gobiernos deshonestos que están perdiendo elecciones en el mundo. La gente está votando en contra de los gobiernos en todo el mundo y no es América Latina la excepción. Vamos a ver si son capaces de conservar esta oleada de votaciones desde la izquierda. El éxito será consecuencia de resultados en los niveles de crecimiento y bienestar, aunque con la pandemia, se ve muy difícil que esto suceda. La segunda gran distinción entre izquierda y derecha que propone Bobbiodesde el ámbito filosófico es el énfasis de la izquierda en programas políticos que tengan como centro la igualdad en todos los ámbitos: igualdad económica, social, de género, regional; igualdad política, de acceso a servicios básicos, laboral, etc. A diferencia de la derecha que distingue como principal valor la libertad: económica, empresarial, política; libertad religiosa, individual para que cada quien desarrolle sus capacidades sin el control del estado. El gran problema de nuestros pueblos es la desigualdad por eso hoy gobiernan partidos de izquierda en América Latina. Más que la pobreza, la brecha de desigualdad en ingresos, en acceso a la salud pública, a educación de calidad. Desigualdad en materia laboral, regional, donde algunos tienen mucho, en exceso y millones tienen poco o viven de manera miserable. Desigualdad en acceso a la información y a los bienes públicos, a la calidad del aire, vivienda digna y condiciones de esparcimiento adecuado. Ahí esta la explicación: no es que sean buenos, sino que proponen cosas que hoy se necesitan. Vamos a ver si las consiguen. Será motivo de otro análisis.