Jorge A. Amaral Luego de que la propuesta inicial para la designación de embajador de México en Panamá se viniera abajo, el gobierno federal propuso a Jesusa Rodríguez. En México, sectores y periodistas de derecha señalaron que la activista y artista había sido rechazada en el país centroamericano, pero no dijeron en qué medida. Recordemos que decir una verdad a medias también es mentir. Cierto, hubo rechazo hacia Jesusa Rodríguez, pero no fue ni el gobierno ni la sociedad panameña en su conjunto, es la Alianza Panameña por la Vida y la Familia, un grupo de ultraderecha equivalente al Provida de México. El motivo para rechazar a la morenista es que no va de acuerdo con sus ideologías, porque Jesusa Rodríguez es una impulsora de la legalización de la marihuana, pero además es activista de la comunidad LGBT+, de la que es miembro; también defiende el derecho al aborto y tiene un pensamiento de izquierda, lo que obvio que se opone a estos grupos conservadores: satanizan el uso medicinal y recreativo de la cannabis, sus discursos son homofóbicos, piensan que la única familia posible es la tradicional y su corazón está a la extrema derecha. Por eso, en la carta que mandaron al gobierno panameño para rechazar la designación, citan a políticos como Felipe Calderón y la recalcitrante Lilly Téllez, personajes de la derecha mexicana que un día sí y otro también se atragantan con cada gesto del presidente de México. Y lo que es más, recordemos que Lilly Téllez estuvo en esa reunión de senadores panistas con Santiago Abascal, presidente del fascista partido español Vox. Lo malo es que los fachos mexicanos sólo dijeron que se había rechazado a Jesusa Rodríguez en aquel país, haciéndolo ver como un rechazo generalizado, y sus seguidores, tan adoctrinados como los de AMLO, no verificaron quiénes y por qué se opusieron la propuesta. En fin, mientras el radicalismo siga siendo moneda de uso corriente, seguirá habiendo borregos de un lado y otro de la cerca. Contención de daños El pasado 31 de enero fue asesinado en Zitácuaro el periodista Roberto Toledo, quien trabajaba con el portal de noticias Monitor Michoacán. El homicidio se dio a las afueras de un despacho de abogados donde también trabajaba. En cuanto se supo la noticia, la maquinaria fue echada a andar para hacer contención de daños. El primero en salir fue el presidente municipal de Zitácuaro, Antonio Ixtláhuac Orihuela, quien ni tardo ni perezoso dio una rueda de prensa que se transmitió vía redes sociales. El motivo del alcalde para citar a los medios fue dar a conocer que Roberto Toledo no era periodista, sino trabajador del despacho de abogados donde fue asesinado. La primera pregunta que me vino a la mente, y que por fortuna un reportero le hizo al alcalde, fue si, estando Zitácuaro en una zona de disputa entre cárteles, con una alta cifra de homicidios, ¿para qué convocar a rueda de prensa por un asesinato más? Vaya, si Roberto Toledo no era periodista, ¿para qué tanto escándalo? En seguida salió la Fiscalía General del Estado a negar lo dicho por el medio Monitor Michoacán sobre amenazas previas al homicidio. A decir de la dependencia, no había antecedentes de amagos u hostigamiento contra el periodista o su casa editorial. Eso puedo comprarlo, que en la Fiscalía no tuvieran antecedentes, dado que muchas veces las víctimas no denuncian por desconfianza hacia las autoridades. Pero el hecho de que en la Fiscalía no haya denuncias no quiere decir que éstas no se hubieran hecho. El tercero en salir a la palestra de las redes sociales fue Jesús Ramírez Cuevas, el vocero de la Presidencia de la República, quien primero condenó el homicidio y luego se desdijo, señalando que Roberto Toledo no era periodista. A un presidente municipal con aspiraciones no le conviene esa mala nota, si él es un chico buena onda que, al estilo de su paisano político, Silvano Aureoles, gusta de ir a inaugurar cualquier cosa con tal de tomarse la foto abrazando señoras; si él es un joven político que tiene el empuje para llevar a Zitácuaro al primer mundo, entonces, imagínese lo mal que se ve si en su municipio asesinan a un periodista, por eso el ansia de salir a negarlo. En cuanto al gobierno del estado, obviamente que con todos los problemas precisamente en el Oriente de Michoacán, donde el CJNG y Los Correa se disputan el control, sumado ello al caos en que Morelia está sumida y que la violencia en Tierra Caliente aún es una gran deuda, imagínese que con las ejecuciones, balaceras, narcos usando explosivos, miles de desplazados, huachicoleo y delincuencia del fuero común, encima vienen y matan a un periodista, claro que eso no se ve bien, y menos para un gobierno emanado de la Cuarta Transformación, de ahí que el pregonero de Palacio haya salido a respaldar esa versión. Eso o simplemente le informaron mal. Por fortuna se reprochó la negativa a reconocer a Roberto Toledo como periodista, y la Fiscalía, a regañadientes y por la presión hasta de organismos como Artículo 19 y la Sociedad Interamericana de Prensa, salió en tono perdona-vidas a decir que bueno, ya que insisten, se revisará si su actividad periodística tiene relación con el homicidio. De no ser por esa presión, hubieran sido capaces de decir que el fallecido ni humano era, sólo que, como dijo Antonio Ixtláhuac, hay medios que quieren tergiversar la realidad y no se conforman con una foto de él abrazando a una señora en un evento equis. El caso es que las declaraciones, desde el presidente municipal, pasando por los boletines de la Fiscalía, hasta el vocero presidencial, sólo revictimizan a la víctima, ignorando que, por la precariedad en que miles de compañeros ejercen el periodismo, se ven obligados a buscar un segundo y hasta un tercer empleo. Además, según la Ley para la Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, estos últimos “son las personas físicas, así como medios de comunicación y difusión públicos, comunitarios, privados, independientes, universitarios, experimentales o de cualquier otra índole, cuyo trabajo consiste en recabar, generar, procesar, editar, comentar, opinar, difundir, publicar o proveer información, a través de cualquier medio de difusión y comunicación que puede ser impreso, radioeléctrico, digital o imagen”. Pero también Artículo 19 dio a conocer que desde finales de enero Monitor Michoacán había denunciado amenazas por abordar temas de corrupción en el área de Seguridad Pública Municipal, y para ello se había orquestado una campaña de desprestigio en redes sociales, tratando de involucrar al portal y a su personal con actividades ilícitas. Eso explica por qué la tarde el asesinato de Roberto Toledo, además de mencionar que ya tenían dos motocicletas de los asesinos, se habían encontrado en la escena del crimen dos cartulinas. Nunca, ni la Fiscalía estatal ni la Secretaría de Seguridad Pública informan sobre el contenido de narcomantas o mensajes en escenas del crimen, dicen ellos que para no entorpecer investigaciones, pero también para no hacerles el favor de los delincuentes de propagar el mensaje que quieren dar. Pero en este caso la Fiscalía fue muy diligente y enseguida filtró la foto de una de esas cartulinas, en la que se decía que eso les iba a pasar a los abogados que llevaran casos de La Familia Michoacana, y el mensaje se atribuía al CJNG. Como le digo, la autoridad nunca difunde ese tipo de cosas, ¿por qué ahora sí?, ¿qué era tan necesario dejar en claro como para saltarse un protocolo habitual? Además, le comento en corto: el mensaje en la cartulina estaba mucho, muy bien redactado, hasta con excelente caligrafía, y no había en ella mentadas de madre ni palabras altisonantes. cualquiera que haya visto los mensajes que el narco deja, sabrá que en su mayoría abundan las faltas de ortografía y las palabras obscenas. Ese mensaje que según dejaron en la escena del crimen contra Roberto Toledo, hablando en plata, no parecía lo que decían que era. Las mismas autoridades nos han enseñado a no confiar en ellas. ¿Y la protesta? Luego de los asesinatos de Lourdes Maldonado y Margarito Martínez, en Tijuana, y José Luis Gamboa Arenas, en Veracruz, periodistas a nivel nacional salieron a manifestarse y exigir un alto a los ataques a los miembros de la prensa. Incluso se hizo un manifiesto que suscribimos todos los periodistas que de él tuvimos conocimiento, aunque no lo hayamos cacareado en nuestras redes sociales. Morelia no fue la excepción: mucha indignación, mucha rabia, muchas veladoras en la Plaza Melchor Ocampo, muchas consignas y puños alzados en señal de protesta. Pero 2 días después de esa manifestación Roberto Toledo fue asesinado y nadie salió a las calles por él. No se vio a ninguno de los habituales organizadores de esas manifestaciones blandiendo una cartulina o lanzando una consigna. ¿Fue por tratarse de un periodista de un medio regional, lejos de los reflectores nacionales?, ¿fue desinterés? Pareciera que en algunos de ellos sólo es el afán de tomarse una foto para presumirla en su Facebook. He de reconocer que de momento me sentí culpable por no ir a la manifestación de la que le hablo, pero luego me tranquilizó saber que mientras ellos se tomaban fotos, yo escribía y publicaba la nota. Es cuánto.