Jaime Darío Oseguera Méndez Nadie quiere hacerse responsable. Al menos así parece. Morelia está hecha un caos, aunque se quiera aparentar otra cosa. Los sistemas de movilidad, el transporte, las vialidades, la inseguridad; las protestas, el tren, las obras inconclusas, los tianguis en cualquier lugar, nos tienen rehenes a todos de un permanente deterioro en la calidad de vida. Primero las obras. No sabemos qué pasó. Hace meses que entraron las nuevas autoridades y los distribuidores viales de Mil Cumbres, Siervo de la Nación y salida a Salamanca siguen parados, no se ve para cuando; se están deteriorando, destrozados. Ahora que se les ocurra a las empresas reiniciar, seguramente serán más caros, todo a cosa del contribuyente. Nadie sabe ni quiere hacerse responsable. En teoría debe haber una mezcla de recursos para mejorar el acceso y la salida sobre dos de las principales vialidades de la capital del estado, las que nos comunican con el centro del país, por donde llegan al menos el setenta por ciento de las personas y mercancías; lo mismo turismo que artículos de consumo diverso. Si es un problema de las empresas, bueno que se ejerzan las fianzas, las denuncias o que se reinicien las obras, pero ya. El caos que se genera es el reflejo de la ciudad; de nosotros mismos los ciudadanos que nos encontramos inermes ante todo lo que sucede. Hubo gran entusiasmo e ilusión con la construcción de estas vialidades, con puentes elevados, porque queremos que Morelia vuelva a ser uno de los principales centros urbanos del país. ¿Quién es responsable: la federación, el estado, el municipio, las empresas, la pasada administración, la antepasada, la que viene? No nos importa, lo que queremos es que las arreglen o las terminen. Por allá a finales de los ochenta, se estableció a nivel nacional un “Sistema Nacional de Ciudades Medias” que presentaba indicadores y políticas de atención a los problemas del crecimiento urbano de los cien principales centros de población de México. Entre ellos estaba Morelia y, en ese momento, sin duda era una ciudad mucho más desarrollada, urbanizada y con perspectivas positivas de crecimiento que la mayoría en el centro de México. Por supuesto que teníamos mejores perspectivas de crecimiento y éramos una ciudad más desarrollada que León, Querétaro, Aguascalientes o Pachuca, para no mencionar, Saltillo o Mérida, ni Puebla y Toluca que ya tenían otras condiciones urbanas. ¿Qué pasó? pues que tuvimos administraciones mediocres, piteras, de media tabla y que no nos pusieron en otro nivel de desarrollo ni en términos urbanos, económicos, industriales o de bienestar en general. Basta voltear a ver cualquiera de las ciudades mencionadas, incluyendo a Veracruz o San Luis Potosí. Bueno hasta Silao se ha desarrollado más en proporción que Morelia. No hay obras importantes porque les gusta repartir el dinero fragmentado. Regalar dinero es fácil cunado no es propio. Están retrasadas las obras de drenaje, el sistema de agua potable de la ciudad. No es posible que tengan paradas las obras más importantes de la ciudad en detrimento de la calidad del medio ambiente, la tranquilidad de los ciudadanos o el deterioro de las vías alternas de comunicación. La ciudad está hecha un caos por los baches. Los accidentes son constantes, el peligro permanente. Nadie es responsable. Hasta parece una espera para que un mayor deterioro lleve a gastar más dinero en obritas chiquitas pero muy redituables para quienes las hacen. Y si los baches son el centro de atracción de muchas vialidades principales, no hace falta decir cómo se encuentran las calles de las colonias populares. Las construcciones de los distribuidores viales es la selva total. No se sabe cuál es el recuento de los daños, pero hace unos días hubo hasta muertos. Motociclistas atropellados por el abandono de las obras. Es una cosa brutal; no hay quien guíe el tráfico ni señalamientos; no existebalizamiento o alternativas reales de transporte público para la movilidad de los ciudadanos. Es un caos. En la Avenida Siervo de la Nación está inconcluso un puente elevado que ya no saben qué hacer con él, a pesar de que la empresa ferroviaria Kansas City en teoría depositó el dinero para su construcción. ¿Ya se acabó? ¿Se lo gastaron en otra cosa? ¿Lo están jineteando? O no son capaces de hacer las cosas bien. No existe un sistema de distribución urbana que le dé alternativa al libramiento de Morelia. Todo está originalmente diseñado para ir del libramiento hacia adentro como hace cuarenta años, cuando la ciudad tenía la tercera parte de habitantes. Así que cuando el tren, los transportistas, los normalistas, los maestros o alguien, quien sea, con causa justificada o no, por accidente o no, quiere detener la ciudad, simplemente se para en un punto del libramiento y nos arruina el tiempo a todos. Esta discusión de no penalizar la protesta, porque sin dudarlo hay muchas causas justificadas bajo las cuales se manifiestan ciertos grupos, ha servido de pretexto para los profesionales del chantaje. Las causas nobles y legítimas deberán ser expresadas y escuchadas. Pero antes que eso deben ser atendidas, para que no nos afecten. En la ciudad del caos, ha aumentado significativamente la violencia. Nadie se hace responsable. Que si son delitos federales, estatales o intergalácticos, diariamente se tienen hechos violentos en ciertos perímetros de la ciudad. Se habla de medio centenar de homicidios en enero mientras las autoridades se pelean por el dinero de la (in)seguridad pública. ¿Es un problema del país? Claro que sí, pero Morelia no está del otro lado del mundo y no hay justificación en decir que si la Federación es responsable, que si el Estado o el Ejército, la Marina, Policía Municipal o quien sea. Se dice que en 2021 se presentaron más de 20 mil delitos y en ningún lugar del mundo existe forma de que esto suceda sin el involucramiento del algún nivel de autoridad. Esto tendrá que ser motivo de un análisis aparte. En la ciudad del caos.