EFE / La Voz de Michoacán Tokio. Las conexiones entre el artista barcelonés Joan Miró y Japón centran la hasta ahora mayor muestra del autor en el país, que aborda a través de más de un centenar de obras la influencia del grabado o la caligrafía japonesas en su trayectoria. La exposición "Miró, soñando con Japón" se presentó este jueves a la prensa, un día antes de abrirse al público hasta el 17 de abril en el Museo de Arte Bunkamura de Tokio, hasta donde se han trasladado 140 piezas entre obras, documentos o pertenencias del artista procedentes de Barcelona, Mallorca, Madrid o Nueva York. El "Retrato de Enric Cristòfol Ricart" (1917), obra de referencia a la hora de ilustrar la influencia temprana de Japón en Miró, recibe al visitante por primera vez junto a una copia del grabado japonés que el autor introdujo a modo de collage en la pintura de su colega, explicó a Efe el comisario de la muestra, Kazuho Soeda. El retrato, de la colección del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA), luce junto al grabado propiedad de Sabine Armengol, sobrina bisnieta del pintor y escenógrafo Oleguer Junyent. "Miró tuvo interés en Japón desde su juventud hasta sus últimos años. En mi opinión, creo que reaccionó a materiales y texturas que no existían en España ni en Europa", y que trasladó a sus obras con el uso de papel tradicional "washi", estilos caligráficos o incluso en la cerámica, dijo el japonés. EVOLUCIÓN EN SU TRAZO Miró (1893-1983) está considerado en Japón uno de los grandes maestros de la pintura, a la altura de Pablo Picasso (1881-1973). Sus obras comenzaron a presentarse en el país asiático en los años 30, pero no sería hasta 1966 cuando se organizaría su primera retrospectiva en el Museo Nacional de Arte de Tokio y se produciría su primer y soñado viaje a Japón, en sus propias palabras, donde permanecería 15 días recorriendo varias ciudades. De aquella visita perduran fotografías del artista en el jardín de rocas del templo Ryoan de Kioto, junto a un luchador de sumo o admirando elaborados biombos en sus numerosas visitas a museos del país, instantáneas de un álbum fotográfico presente en la muestra. La visita de Miró a Japón marcaría un antes y un después en muchos de los trazados del artista, que se tornarían más anchos, en una clara y reconocida inspiración en la caligrafía japonesa. La exposición aborda también la amistad que Miró desarrolló con el poeta Shuzo Takiguchi, autor del primer monográfico sobre él, publicado en los años 40 en Japón, antes que en otros países. Entre ilustraciones para los poemarios del nipón o regalos personales como una calabaza que Miró envió a Takiguchi desde España también se exhiben una serie de pinturas que el barcelonés le dedicó tras su muerte en 1979, en las que puede leerse "tu amigo Miró". ENFOQUE ÍNTIMO La exposición tokiota ha buscado "un enfoque diferente" al de retrospectivas anteriores, dijo Soeda, volviendo a traer hasta Japón numerosos objetos personales que Miró se llevó desde el país, como una muñeca "kokeshi" o un cepillo para limpiar "tawashi", y que proceden de la Fundación Pilar y Joan Miró de Mallorca. Con la selección de las obras se ha intentado mostrar "el amor mutuo" entre el artista y el país. Así, entre las piezas que pueden visitarse se encuentran "Bailarina oyendo tocar el órgano en una catedral gótica" (1945), considerada la primera obra expuesta de Miró en Japón y propiedad del Museo de Arte de Fukuoka. Otra de las obras que más interés suscitan es "Caracol, mujer, flor, estrella" (1934), de la colección el Museo Reina Sofía de Madrid, que vuelve a exhibirse en el país tras 56 años.