Leo Zuckermann Un de los perfiles más comunes de políticos o grupos sociales en México son los “bomberos piromaníacos”: aquellos que prenden un incendio para luego ofrecerse como los únicos que tienen la capacidad de extinguirlo. Ejemplo: los que toman las casetas de peaje (el incendio) y luego ofrecen quitarse a cambio que el gobierno los otorgue dinero (los bomberos). Lo racional, desde luego, es no dejar que el piromaníaco apague el fuego porque, de lo contrario, se incentiva la reproducción de este tipo de políticos o grupos sociales. Sin embargo, para el gobierno, es una decisión muy difícil porque, si no les otorga lo que piden, procede utilizar a la fuerza pública para extinguir el incendio. Y ya sabemos que nuestras policías y Fuerzas Armadas son pésimas para ejercer el monopolio legítimo de la coerción. Generalmente entran sin protocolos y acaban dejando un tiradero con mujeres violadas, heridos y muertos. Esto produce enojo social. Los responsables se arrepienten de haber tomado la decisión de usar la fuerza pública. Políticamente les habría salido más barato haber aceptado a los piromaníacos como apagafuegos. Además, el dinero de los gobernantes es de los contribuyentes así que ellos, como personas, no pierden nada. La “solución” la acaba pagando el erario. El problema es que, en la medida en que se multiplican los bomberos piromaníacos en un país, y se salen con la suya, el Estado ve menguadas sus finanzas para realizar labores sustanciales. Hace unos días, vimos cómo el gobierno de López Obrador se cansó de que supuestos estudiantes normalistas de Ayotzinapa tomaran las casetas de peaje en la Carretera del Sol y envió a la Guardia Nacional a impedirlo. Observamos la reacción violentísima de los piromaníacos que les aventaron un tráiler sin chofer. Milagrosamente se fue a estrellar sin que ocurriera ninguna desgracia. ¿Cuál fue la reacción de López Obrador? Ofrecerle a los piromaníacos que ellos apagaran el fuego. ¿Cómo? Brindándoles becas del Estado para mejorar su situación económica. Días después, AMLO viajó a Sonora donde grupos sociales yaquis llevan años tomando las casetas de peajes. Caminos y Puentes Federales informó que, entre 2017 y 2021, el Estado perdió casi cinco mil millones de pesos por la toma de las casetas sonorenses. ¿Cuál fue la reacción del Presidente? Esto dijo: “En el caso de las casetas o de los cobros me han pedido, no saben cuántas veces, que dé la orden para desalojar con la Guardia Nacional, y no vamos a hacerlo, vamos a convencer, vamos a persuadir. Como les dije a los jóvenes de la Normal de Ayotzinapa que tomaban las casetas: ‘si lo hacen porque les falta dinero para sus estudios y son ustedes estudiantes pobres, porque sin duda lo son, a todos les damos becas, pero que no haya violencia’”. Que se prepare Hacienda para otorgar más dinero a los que toman las casetas en Guerrero y en Sonora. Pero, seamos realistas, ¿de verdad van a apagar el incendioal darles estas becas? No lo creo. Se van a quedar con las becas y van a seguir tomando las casetas porque ya escucharon al Presidente que la autoridad no se los va a impedir ni los va a castigar. Les conviene mantener el incendio, a veces apagarlo, y luego volverlo a prender, incluso con más fuerza. No solo eso. Hay otros que están mirando cómo los piromaníacos tienen éxito. Si se puede en Guerrero y en Sonora, ¿por qué no en Nuevo León? Al cabo de los años, la República entera acaba incendiada y no hay presupuesto público que alcance para satisfacer a los piromaníacos. Y no es que yo esté haciendo un llamado para que los repriman. No. El problema es que las policías y Fuerzas Armadas en México no saben hacerlo. Como dije, eso suele terminar muy mal con altos costos políticos para los que ordenan los operativos. Otra cosa sería si existiesen fuerzas entrenadas y equipadas para enfrentar a los piromaníacos. De que se puede, se puede. Las escenas no son nada agradables, pero los resultados pueden dejar saldos blancos. Recuerdo, por ejemplo, el operativo exitoso de la Policía Federal en 2006 al recuperar la capital de Oaxaca que llevaba meses secuestrada por uno de esos grupos expertos en piromanía: la CNTE. Con inteligencia, entrenamiento y equipo apagaron el fuego que habían prendido los piromaníacos. De que se puede, se puede. Lo absurdo es renunciar al monopolio legítimo de la coerción, es decir, al poder del Estado, como lo propone el Presidente. Eso lo único que genera es la multiplicación de incendios y la eventual quiebra del erario. Twitter: @leozuckermann