Jorge Manzo / La Voz de Michoacán Morelia, Michoacán. El maestro José Luis Padilla Retana tiene más de cuatro décadas como artista, pero su obra escultórica que le heredará al mundo de las artes muy probablemente se quedará para la posteridad como fiel testigo de su ingenio. Tan solo en Michoacán es el prolífico creador de la sustitución original de la fuente de Las Tarascas, así como del controversial monumento de “Los Constructores”, recién destruido por un grupo de personas, obra que por cierto defendió tajantemente. Nació en Michoacán, y se define como “moreliano de hueso colorado”, pero su debut artístico ocurrió en la Ciudad de México con un lanzamiento a las grandes ligas. Jacobo Zabludovzky fue el presentador de su primera exposición en la Casa Pedro Domecq. Él confiesa a La Voz de Michoacán que no tiene ni idea de cuántas obras ha realizado en estas décadas de trabajo artístico. Tiene mucha obra pequeña y grande y con diferentes temáticas. Destacan aquellas que tienen que ver con las raíces purépechas. Foto: Samuel Herrera Jr. / La Voz de Michoacán. Aunque en cada una de las obras que ha realizado se llevan una parte de él, una de las más prolíficas fue la “Las Tarascas”, pues implicó un titánico trabajo de todos, desde la sociedad civil que se involucró e hizo donativos, y de los talleristas que lo acompañan en cada uno de sus trabajos, pues son los que invierten sudor y energía. El legado que él quiere dejarle a las nuevas generaciones de michoacanos es que en esta vida se construya y a la vez reflexiona que el arte “es bonito en todos lados, embellece, no humilla ni afecta”. Cara a Cara el escultor confiesa que quiere dejar una historia bonita y buena para las siguientes generaciones, como reconoce que ya lo ha hecho en diferentes partes en donde ha tenido la oportunidad de colocar algún monumento, en donde la gente lo acepta, lo quiere y lo hace suyo. Él dice tajantemente que su trabajo tiene una conceptualización con la que busca simbolizar y representar de manera adecuada los momentos históricos que se han vivido, sin faltarle al respeto a nadie, menos a sus raíces. Aclara que él no va de acuerdo con el modernismo ni estilismo, ni con cosas de esas que es hasta cierto punto fácil. Sugiere usar lo clásico, la proporción, el volumen y, aunque cuesta mucho trabajo, se tiene que aspirar a alcanzar la armonía. Él muy seguro afirma que eso es lo que da una imagen, que a la gente le puede agradar, pues es bello. Él dice que aún le falta mucho tiempo de vida para echarle más ganas a lo que hace “con mucho orgullo”. Foto: Víctor Ramírez, La Voz de Michoacán. “Tengo ganas de ser, de dejar un legado bonito, de cosas bellas y un ejemplo para la juventud”, tiene en su mente el maestro Padilla Retana, quien comparte que ha platicado con jóvenes de escuela, desde quienes cursan la secundaria, para impulsarlos a perseguir sus sueños, y motivándolos a que hagan cosas bellas. Tiene en mente hacer muchas obras más, entre ellas un Cristo enorme para un municipio de Guanajuato. Recuerda que la contingencia sanitaria frenó varios de los proyectos que tenían en puerta en su taller, entre ellos, el Cristo, y otra obra más para Michoacán –de la que habló muy poco- esta última por sus dimensiones de más de 14 toneladas, hasta estaba pensando en ampliar su lugar de trabajo. Afirma que él tiene una gran ventaja, pues hay una persona que lo asesora y le ayuda a investigar y documentarse antes de llevar a cabo cada una de las obras que se echan a andar. Él no se arrepiente de ninguna obra que realizó, es más, ni de la de “Los Constructores”, misma que fue demolida por un grupo enardecido. Afirmó que se siente orgulloso del trabajo que realizaron ahí, y también lo estarían los compañeros de él que participaron en su elaboración y que ya se han adelantado. Desde muy joven encontró su habilidad para dibujar, y confiesa que lo hacía muy bien, y era de los que siempre llevaba buenas calificaciones en la escuela. Poco a poco se fue metiendo a la escultura y decidió estudiar eso, y fue cuando comenzó a incursionar en esta arte. Su primera exposición fue todo un éxito, y le dio fama nacional, algo que no imaginó. Fue un empuje importante para su trayectoria. Dentro de las temáticas que expuso destacaban los temas de indígenas, de la mujer purépecha, de “Juan el pescador”, de la mariposa monarca, y obviamente de caballos. Ese primer gran evento lo marcó positivamente en 1982. Recuerda que su trabajo gustó tanto que lo llamaron para esculpir los bustos de los hermanos Pedro y Ricardo Rodríguez por parte de una importante empresa de cigarros Cigatam; esto representó un nuevo impulso para su carrera. A ese evento acudieron corredores de Fórmula 1, los más importantes de ese tiempo. Todo este trabajo que estaba realizando ya tenía eco en Morelia, su tierra natal, y fue que lo convocaron para la que sería su más grande obra: “Las Tarascas”. Es la fuente más famosa de Morelia. Es una escultura elaborada en bronce que representa a tres mujeres purépechas con el torso descubierto, cargando una cesta de frutos. La narrativa refiere que representan a tres princesas indígenas: Atzimba, Eréndira y Tzentzangari, refiere el portal Ruta Don Vasco, tras agregar que en 1931 se construyó y el escultor fue Beningo Lara. 53 años después se colocó una nueva –hay mitos y leyendas acerca de la desaparición de la anterior- y el autor fue Padilla Retana. Foto: Adobe Stock. Tras su debut en la Ciudad de México, Padilla Retana ya era un fenómeno artístico y fue llamado a Michoacán por el ingeniero José Martínez Ramírez, quien lo invitó a sumarse a esa inquietud de montar la nueva escultura de “Las Tarascas” para reponer la anterior. Ya habían elegido que fuera él quien se encargara de ese trabajo, y fue entonces que mudó su taller a su natal Michoacán. Se tenía que respetar la idea original y se sustituiría un “huarache” “que a nadie le gustaba, pues era un monumento muy frío, para un lugar tan bonito y colonial”. El proyecto fue presentado al gobernador Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y a las autoridades municipales. Su equipo se encargó de hacer los levantamientos de medidas y se adaptó el proyecto al contexto urbano colonial, lleno de cantera. El ingeniero Martínez, para él, fue un motor que permitió hacer realidad ese sueño. La sociedad civil participó regalando bronce para la construcción del monumento, haciéndolo suyo. Cuando lo concluyeron, fue toda una ceremonia. Un 18 de mayo. Su carrera siguió en ascenso y realizó más proyectos para la Ciudad de México y comenzó a internacionalizarse, llegando a Venezuela. El maestro Padilla Retana reconoce que más tarde se comenzó a reunir con algunos intelectuales de Morelia, entre ellos, arquitectos e historiadores, y coinciden en lo maravilloso que había sido construida la ciudad de las canteras rosas, y es por ello que comenzaron a idear el llamado monumento a “Los Constructores”, un homenaje para todas aquellas personas que participaron en levantar los edificios que hoy son parte de la declaratoria de la UNESCO como patrimonio cultural de la humanidad. “Era como poner al héroe desconocido, y fue ahí que se comenzaron a elegir a algunos personajes importantes que fueron definitivos en esta historia”, comparte el maestro, tras rememorar todo lo que ocurrió justo antes de que se comenzaran a hacer los trazos de ese monumento que más tarde fue colocado a unos metros del Acueducto. Entre los personajes elegidos –todos con la indumentaria de esos tiempos- fueron el arquitecto, un mestizo de la época de 1550.Se trató de la persona que hizo los primeros trazos de lo que hoy se conoce como Centro Histórico. “Como había que cincelar la cantera, y se tenía que cargar y subirla en andamios para construir los edificios que hoy conocemos –en aquel entonces no había esas enormes grúas que hoy se utilizan-”, explica Padilla, tras agregar otro de los personajes: Fray Antonio de San Miguel, a quien se le recuerda porque en 1785, tras una sequía que pegó a Morelia y acabó con todas las siembras de maíz y trigo y todo lo que sembraban los indígenas, se encargó de conseguir el alimento para las familias que padecían de hambruna. “Como buen sacerdote los protegió, los ayudó, se dedicó a protegerlos ¿no? En ese momento que no tenían nada qué hacer, no sabían qué hacer… De ahí se formó un grupo para poder restaurar el Acueducto, puesto que estaba, pero muy dañado, entonces se abocó a la restauración y contrató a los necesitados, al cantero, al cargador”, expuso Padilla. Fue ahí que comenzó a mentalizar la idea de cómo se tenía que representar, pero aclaró, con “mucho respeto, cariño y reconocimiento”, pues destacó que fue la gente que hizo la ciudad, todos los edificios. “Aquí no se trata de que traes el látigo y ahora vas a trabajar porque vas a trabajar, ¿quién trabaja así?”, afirmó el maestro, tras recordar que la Catedral de Morelia duró 84 años en edificarse, y quien seguramente realizó los primeros trazos no vio su culminación, ni los ingenieros, ni los arquitectos que comenzaron a hacer los cimientos. “Entonces allí es donde hay que hacer un reconocimiento a ellos. Son como una especie de héroes, alguien que nos dejó un legado muy bonito, Morelia es bellísimo por el lado que lo veas”. “Entonces es un reconocimiento a estos personajes. Fue lo que dijeron ellos, pues nosotros que somos morelianos tenemos que hacerlo. Eso no es ni molestar a nadie, ni pensamos siquiera en que pudiera suceder esto”, explicó el artista con decenas de obras colocadas en plazas principales en varios municipios de México. Fue reiterativo al explicar que la indumentaria que se les diseñó era la que se usaba en esa época, y desmintió que fuera con el fin de hacerlo ofensivo. El cantero llevaba la piedra pesada a cuestas, pero no porque fuera un castigo, sino porque era la manera de treparla a lo más alto de los edificios que construían. Esa obra se “cocinó” en 1993. Se hicieron bocetos, fueron aprobados, se llegaron a acuerdos. Aclara que en ningún momento se edificó un momento en donde se reflejaban actos de crueldad o humillación. “Cuando se está señalando hacia algún punto, no es porque sea una indicación, sino más bien, hacia un punto lejano del Acueducto, de Morelia”. Recuerda que él tiene sus raíces purépechas en la ribera de Tzintzuntzan. Elogia a los indígenas, a quienes califica como personas buenas, hospitalarias y dadoras de confianza y amor. Foto: Víctor Ramírez. Y repara: “nunca pensamos en herir susceptibilidades”. Recuerda que, ya instalado en Morelia con su taller, se encargaron de realizar esa obra con el apoyo de otras 25 personas, maestros efectivos, que hoy en día tienen más de 40 años trabajando juntos. “Somos como una familia”, dijo el maestro moreliano, tras expresar por otra parte que la contingencia sanitaria les pegó muy duro en las operaciones y tuvieron que semiparalizar labores, y una que otra obra llegaba, que era una manera para que tuvieran ingresos. “Pero no nos frenó”. Por fortuna llegaban trabajos de todas dimensiones y eso les daba vida. Fue así, en la Ciudad de México, realizando labores en su taller, que se encontró con la noticia de la destrucción del monumento de “Los Constructores”. Él no quería creerlo. Recuerda que esa obra se realizó con el apoyo de los gobiernos municipal y estatal. Cuando terminaron de construirlo, lo pasearon por la avenida Madero, partiendo del monumento al general Lázaro Cárdenas del Río, pasando por la Catedral de Morelia, y haciendo una parada técnica frente a la fuente de “Las Tarascas”, la primera y única vez que se vieron de frente. Se colocó un 18 de mayo, y su develación fue cinco días después. Y quizá haya muchas historias más que contar por parte del maestro Padilla Retana. Muchas obras más que han marcado su trayectoria, pero estas dos de una manera u otra no sólo han sido un parteaguas en su trabajo, sino también para la vida de los morelianos. El Congreso del Estado le otorgó la condecoración “Melchor Ocampo” hace seis años, al resaltar el trabajo y la aportación a las artes. Un hombre de las artes José Luis Padilla Retana es el creador del emblemático monumento de la fuente de Las Tarascas. El conteo oficial habla de 70 esculturas, pero en realidad podrían ser muchas más. En su trayectoria destacan por lo menos 13 exposiciones de gran calado. Inició estudios de pintura en 1960 en el Instituto Michoacano de Arte Popular. En 1968 ingresó a la Academia de San Carlos, donde estudió técnicas de escultura y a finales de 1980 ganó un concurso para hacer una obra monumental en el entonces Distrito Federal. En la capital del país se encargó de esculpir el “Monumento al Toro Bravo” que se encuentra en el Jardín del Arte, en el Bosque de Chapultepec. Su estilo es realista. Su obra abarca todos los géneros de expresión desde el deporte, la danza, la vida silvestre, la tauromaquia, la charrería y los indígenas. El Congreso del Estado le otorgó la condecoración “Melchor Ocampo”, pues lo consideró un ejemplo de brillantez y talento michoacano.