Luis Sigfrido Gómez Campos Cunde la alarma por el estado de crispación que prevalece en la sociedad mexicana. El encono político ha rebasado los límites de racionalidad necesaria para sostener una discusión seria sobre los principales problemas que deberían ocupar la atención nacional. Las redes sociales y medios de comunicación ocupan sus principales espacios para echarle más leña a la hoguera. Nadie se puede sustraer de esta riña nacional creada a partir de la difusión de una investigación periodística sobre el nivel de vida del hijo mayor del presidente López Obrador y un supuesto conflicto de interés respecto a la renta de una casa lujosa propiedad de un exfuncionario de una empresa extranjera que realiza trabajos para Pemex. El reclamo presidencial a los periodistas que le han dado difusión a este tema ha sido ríspido y se ha abierto otro debate respecto a la legalidad con que actúa el primer mandatario al exhibir en audiencia nacional, durante una mañanera, una lista de los ingresos del periodista Carlos Loret de Mola en donde afirma que el periodista gana más de tres millones de pesos mensuales. La difusión de esta lista no hizo más que crispar más los ánimos del gremio periodístico, quienes se solidarizaron de muy diversas maneras y en distintos foros con el famoso comunicador. Pero el dedo flamígero presidencial no sólo señaló a Loret, sino que en forma posterior manifestó que otros reputados periodistas obtienen altos ingresos y que, si eso se diera a conocer, seguramente nos íbamos a “quedar anonadados, sorprendidos”, así dijo. Mencionó con nombre y apellido a los periodistas Jorge Ramos, López Dóriga, Ciro Gómez Leyva y a Carmen Aristegui. Obviamente esto no se iba a quedar así. Se ha abierto una grieta llena de descalificaciones, acusaciones y diatribas en el medio cibernético y político que parece no tener fondo. En mi opinión, este estado de crispación no conviene a nadie. El gremio periodístico se dice atacado en sus libertades, un gran número de informadores opina que existen diversos modos de ejercer la censura y que la intimidación y ataques que se hacen desde las más altas esferas del poder es una de ellas. También cuestionan que la crítica presidencial coincide con el asesinato de cinco periodistas en lo que va de este año y que en la gran mayoría de las investigaciones por hechos de esta naturaleza históricamente han quedado en total impunidad. Surgió la consigna “todos somos Loret” para expresar su respaldo al comunicador y también muchos se deslindaron porque consideran que él no representa al periodismo ejemplar. El presidente opina que es sano que se discuta públicamente estos y otros asuntos y festina que,a fin de cuentas, cada quién se defina y se quite la careta para exhibirse tal cual es. Lo cierto es que en muchas décadas no habíamos llegado a tan alto grado de encono social. Dicen algunos especialistas que no es para menos, que es natural la reacción de los grupos y personajes que disfrutaron de los privilegios de otros sexenios y que ahora ven amenazados sus intereses. Que este reacomodo de fuerzas y desplazamiento de políticos provoca reacciones que explican este estado de crispación social. No coincido con esta apreciación porque considero que ese tipo de actitudes de resentimiento social solamente se da en las grandes revoluciones. La 4t de Andrés Manuel López Obrador, con todo y que pretende realizar cambios importantes que trastocan el orden político establecido, no toca el fondo del sistema capitalista de producción; es decir, no deja de ser sólo un cambio de régimen con algunos matices de reordenación social con programas que privilegian asuntos como: “por el bien de todos primero los pobres”, el combate a la corrupción, la austeridad republicana y algunos otros programas que atienden las necesidades de los grupos marginados, fundamentalmente. Por lo tanto, no encuentro justificación a esta inquina ideológica que nos está dividiendo. Hay quién dice que toda la culpa es del presidente que desde el espacio de las mañaneras concreta un estilo muy particular de ejercer el poder. La crítica mordaz hacia esa forma que incomoda a muchos, es que debería dejar esos espacios de información y dedicarse a gobernar. Pero el presidente Andrés Manuel está convencido que comunicarse diariamente con el pueblo y discutir los grandes problemas nacionales en un programa matutino es su forma muy particular de gobernar y nunca lo va a dejar mientras sea presidente. Lo cierto es que se requiere, urgentemente, una tregua de reflexión y buen ánimo para enderezar el barco y tratar de llegar a buen puerto en los últimos tres años de gestión de López Obrador. Los grandes y verdaderos problemas nacionales requieren de una discusión de altura y buen ánimo, pues grandes nubarrones asedian a esta patria maltrecha. Porque, como diría aquel viejo poeta: “¡Diles que no me maten!, grita Rulfo, el llano quiere arder con llama fiera, no dejes que desgarre tu futuro, esta patria salvaje y mitotera”. luissigfrido@hotmail.com